Encuentros

Amen Dunes – Perdidos en un desierto interior

El proyecto de Damon McMahon es una de las joyas del sello Sacred Bones. Hablamos con el responsable del flamante Freedom, un disco de pop mayúsculo y confesional que lo traerá de gira por España en septiembre: 24 Barcelona en La (2) de Apolo y 25 Madrid en Copérnico.

Lleva editando discos desde 2009, parapetado tras el seudónimo Amen Dunes. Suerte de bardo del nuevo folk psicodélico, el neoyorquino creció en la capital del mundo en el momento menos adecuado. O quizás no. Alimentado en su adolescencia con grandes dosis de hip-hop, encontró su voz en el momento en el que Captain Beefheart, los Stones y The Velvet Underground se cruzaron en su camino. Sus discos demuestran que el amor de Amen Dunes por los sonidos expansivos no desentona con una sensibilidad lo-fi que lo ha convertido en un creador intimista con maneras de pequeño genio, a la altura de un primerizo M. Ward o un Conor Oberst de aspiración underground. Su producción encierra acústicas confesiones lisérgicas que desempolvan la impronta de masterpieces del nivel de The Madcap Laughs o Pink Moon. No en vano, álbumes como Murder Dull Mind (2010), Through Donkey Jaw (2011) o el imprescindible Love (2014) presentaban un sonido atávico y una sensibilidad a duermevela dignas de un Lennon colgado de opio. Colaborador de los post-rockers Godspeed You! Black Emperor y estudioso de la escena independiente de Beijing tras una temporada residiendo en China, MacMahon sorprendió hace unos meses a propios y extraños con el lanzamiento de Freedom, un salto cualitativo hacia una nueva dimensión mucho más conciliadora con lo que deberíamos considerar una pequeña obra maestra para todos los públicos.

Llevas componiendo desde hace más de una década. Excepto tus salidas puntuales, tu producción está muy vinculada a una ciudad en la que no siempre has encontrado un reflejo a tus inquietudes. ¿Qué puede contarme sobre estos años como músico?

En términos de música en general he podido comprobar cómo el panorama ha ido cambiando a partir de 2006. Antes había mucho más dinero pero la especulación acabó dinamitando a la mayoría de las bandas más interesantes. Desde entonces, muchos músicos se han visto empujados a trabajar fuera de ese sistema monetario. En cuanto a mi propio camino, todo ha sido muy divergente. He tenido suerte de poder sortear con fortuna tres fases a lo largo de mi carrera. Esto ha durado los últimos 17 años. Tras todo este tiempo puedo darme con un canto en los dientes porque sigo contando con un público interesado en escuchar lo que hago.

En un momento de tu vida decidiste hacer el equipaje y emigrar a oriente. ¿Qué puedes contarme sobre tu relación con China?

Aunque resulte extraño, todavía sigo recibiendo influencia de allí. Hablo más bien en términos de espiritualidad que desde la óptica de un enfoque musical concreto. Aunque se trata de un lugar increíblemente caótico en muchos aspectos, por debajo de esa sociedad hay una calma constante. Pude constatarlo durante el tiempo que residí allí. También está el hecho de ser un extranjero, un aspecto que realmente te hace sentir alejado del mundo que te rodea. Esas cualidades propias de la idiosincrasia China mejoraron aspectos que ya residían en mí como ser humano y en mi música. La de Amen Dunes es en gran medida música para perderse, por lo que mi estancia allí funcionó perfectamente.

¿Pudiste entrar en la escena musical en Beijing?

La escena Beijing era muy pequeña entonces. Se trataba más bien de un foco limitado a un espectro underground, a un tipo de música. Hablo sobre todo en sonidos vinculados al post-punk, el noise y todo lo relacionado con el rock independiente. El aspecto que más me atrajo fue la manera tan subversiva en la que la gente elegía una vida como músico, sobre todo teniendo en cuenta la forma en la que lo que la mayoría de los artistas se la estaban jugando con esa postura tan determinante. Allí todo adquiría un significado muy intenso, una forma de vivir lo que haces que actualmente no consigo encontrar en Nueva York.

El primer single de adelanto de tu nuevo disco fue el homónimo «Freedom», un acercamiento a la vida del surfista outsider Miki Dora. ¿Te interesan los personajes límite, ese tipo de holgazanes brillantes y anti héroes oscuros?

Me fascinan, muchos plantean imágenes muy románticas. Pero también estoy interesado en ellos desde un punto de vista crítico. En esa canción concretamente he intentado retratar mi propio sentido conflictivo sobre la masculinidad a través de los mensajes que me han ofrecido los modelos que he tenido a lo largo de mi vida. En la canción el protagonista mira hacia atrás y reflexiona sobre su vida, se arrepiente de cosas. Me identifico con esa figura.

En una entrevista que te hice cuando editaste Love me comentaste que hay mucho de autobiográfico en tus canciones. Y veo que en Freedom sigues con la misma dinámica.

En este disco hay mucho material en el que me he inspirado pero la principal influencia ha sido el procesamiento que he experimentado en torno a la relación que mantengo con mis padres. «Blue Rose» es un buen ejemplo. En esa canción traté los sentimientos que he mantenido con mi padre.

También encuentro un regusto doloroso, ¿me equivoco?

Para nada, tienes mucha razón. El dolor está en todos los cortes de Freedom, solo que cada uno tiene un sabor diferente.

¿Hubo algún momento en tu vida en el que te diste cuenta que querías comenzar una carrera musical profesional, algún tipo de inflexión, o todo sucedió de manera casual?
Desde el primer momento en el que intenté escribir una canción tuve plena conciencia de que aquella era mi única vocación. Nunca me ha interesado ser un músico en un sentido interpretativo tradicional y orientado a las reglas, pero siempre me ha atraído el ritmo, la melodía y las palabras. De manera literal me considero un cantante y un escritor de historias.

Freedom plantea un cambio absoluto en el sonido respecto a discos como Love. Es más directo, brillante y accesible. ¿Quieres llegar a más oyentes?

Era consciente de este giro cuando empecé a componer las nuevas canciones. Desde el primer momento tuve claro que quería llegar a un público más amplio. Me di cuenta de que para hacer bien mi trabajo tenía que abrirme y exponerme mucho más. También llevaba años escuchando mucha buena música mainstream, pero en el sentido comercial que pueden tener Marvin Gaye, Michael Jackson o Bob Dylan. Todos ellos tienen ritmos increíbles, me han inspirado mucho. Una buena forma de conseguirlo fue darle más importancia a la fidelidad del sonido, algo que nunca supe trabajar adecuadamente hasta ahora. Este disco es una mezcla de rock, pop y electrónica. Conecta igualmente con cosas que ha hecho Tom Petty o los Nirvana desenchufados y el tipo de electrónica de artistas como Massive Attack o Aphex Twin. Me obsesioné con discos como Thriller e intenté entrar de lleno en ese tipo de sonido. ¿Quién no querría algo así?

¿Cómo compones? ¿Tienes toda esta música en la cabeza antes de entrar a grabar?

Honestamente no puedo recordar cómo pasan las cosas cuando grabo las canciones. Normalmente estoy de muy mal humor cuando entro en el estudio. Las canciones simplemente vienen a mí y yo las sigo. La composición y escritura sin embargo si es un proceso bastante claro en mi caso: noto como un impacto de energía, llámalo inspiración, y luego me siento a tocar algunos acordes y empiezo a crear una melodía con la voz. Suelo permanecer así entre treinta minutos y dos horas. Soy un pesado estudiando la obra de los mejores compositores. Interiorizo patrones y los asimilo dentro de mi propia maquinaria creativa.

Foto: Salomé Sagüillo (Villamanuela 2014)

Freedom es un disco texturizado, con muchas capas y sintes y el bajo está muy presente.

He crecido escuchando música en clubs de hip hop y también he asistido a muchas raves, de manera que el ritmo siempre ha sido muy importante para mí. Quería que en este disco hubiese mucho más ritmo que en los anteriores.

¿Cómo se tomaron este giro en Sacred Bones?

Bien, la gente del sello es genial

Freedom arranca con una intro donde puede escucharse la siguiente declaración: “I don’t have any ideas myself/I have a vacant mind”. ¿Cómo descubriste el trabajo de la expresionista Agnes Martin? Tengo entendido que la obra de esta pintora canadiense está muy presente en estas canciones.

Fue una pura coincidencia. Si te soy sincero, no tengo ni puta idea sobre arte visual. Di con ella a través de un amigo. En mitad del proceso de composición un colega me envió una entrevista de una hora con ella y me pareció una locura. Me obsesioné. Fue en plan: “Dios mío, está loca y me he enamorado”. Cuando escuché sus palabras descubrí que conectaban directamente con todo lo que yo había estado explorando y experimentando a lo largo de mi vida. Yo apenas sabía nada de ella pero fue como si ya formara parte de mi gente, como si estuviéramos predestinados a conectar. Luego, cuando enfermó mi madre, me pregunté: ¿por qué no empezar con esta frase suya? Y así lo hice.

Para acabar, me gustaría que me comentaras dónde te encajas como músico. Aunque editas los discos con un sello en alza como Sacred Bones, te mueves de una manera muy particular, al margen de la mayoría de tus compañeros de generación.
Definitivamente me veo como una anomalía. Estoy influenciado por un montón de cosas pero no me siento conectado a ninguna escena. Tengo afinidad con gente como Alex Chilton, Chrome o Talk Talk. Y aunque hay un millón de músicos más con los que conecto, realmente me siento yo mismo, un filtro de diez millones de bandas que me gustan.

 

Texto: Emilio R. Cascajosa

 

 

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