Antes de escribir esta crítica se pone uno a buscar en Internet como definen a este caballero y se encuentra etiquetas tan diferentes como rock alternativo, blues o dark-folk. Se me antoja esa una prueba de lo personal de la propuesta que lidera Jonathon Linaberry y que llega con esta a su tercera entrega. Lo cierto es que de todas las definiciones la que más me encaja es la que cita al blues. Concretamente este neoyorquino de adopción se va hasta los sonidos más primigenios, aunque trasladados a la actualidad, algo que no puede sino recordarnos a unos primerísimos The Black Keys. Y es que este disco tiene que hacer por necesidad las delicias de aquellos que disfrutaron con las primeras entregas de Auerbach y Carney. Aquí hay crujidos, percusiones a contratiempo, gruñidos, emoción y mucho sabor a whisky añejo. De ese que los barman tienen escondido bajo la barra y que solo ponen a sus clientes más escogidos. Con la guinda de la intervención de una Nicole Atkins que borda «Put your Burden on Me». Sonando clásico y tremendamente contemporáneo. Por algo es su mejor disco hasta la fecha.
EDUARDO IZQUIERDO
