Ni «Murdered Out», el single que Kim Gordon editó hace dos años, ni «Refute», su palpitante colaboración con Stephen Malkmus, han pasado de falsas señales del hipotético reingreso de la ex Sonic Youth en un concepto más o menos secular de la canción rock. The Switch es elocuente al respecto: obstinados en la faena de improvisación con guitarras eléctricas que ella también ejecuta con su otra banda actual, Glitterbust —allí, y quizás de manera más distendida, junto a Alex Knost, célebre surfero y miembro de Tomorrows Tulips—, el dúo que completa Bill Nace no cede ni un ápice en lo propuesto en sus dos previos elepés, Coming Apart, un disco vibrante y misterioso, o el directo No Waves, un plato particularmente espeso, si bien fundamental, para comprender la naturaleza siempre inconclusa de sus creaciones. Honesto documento de un sistema de trabajo en el que, al parecer, la comunicación entre sus miembros es puramente musical y el trabajo en vivo o en el estudio se plantea sin diferencia alguna, las cinco nuevas piezas afianzan el enconado carácter del proyecto. Tal vez no haya notables sorpresas, más allá de la mayor persistencia en un noise a veces bronco —la opresiva «In the Dark Room», por ejemplo—, otras fantasmagórico y casi en duermevela, o incluso con lejanos ecos de un blues chatarrero desprovisto de todo gancho rítmico. Y «Change My Brain», un largo viaje al centro del ruido guiado por las invocaciones de la cantante, es ciertamente impresionante.
JOSÉ LUIS TORRELAVEGA
