Aunque no siempre está justificado, ahora casi todo es motivo de reedición, cualquier disco que cumpla diez, veinte o treinta años tiene en perspectiva una nueva replica, con más o menos adornos, con extras aquí y allá. En ese sentido el Record Store Day tiene un papel fundamental, con esta fiesta del disco como pretexto es más fácil caer en la tentación de rescatar según que obras, que en algunos casos, no se encuentran en catálogo. Muchas veces no es necesario que sea el mejor disco de una carrera, incluso puede que valga más por la anécdota o la circunstancia que por el valor de su contenido. Y con Miracle Mile prima más el momento, lo singular del proyecto —ya sin Christopher Franke en el barco y a punto de emprender otro viaje más plácido—, poner música a una película en que la tensión —impedir que un ataque nuclear destruya Los Angeles— y la intriga —saber si lo conseguirán— son los argumentos principales, y por tanto la música debe ir acorde. Con sintetizadores, combinados a cuentagotas con alguna guitarra, cuando la electrónica no tenía el peso de ahora, a medio camino de la vanguardia y del progresivo, Tangerine Dream trazaron líneas que después otros han copiado con un acierto discutible.
TONI CASTARNADO
