Ese glamour al que el grupo madrileño alude está sito en Burlada, Navarra, y hace mención al desaparecido Josetxo Bitxo, líder de una de las bandas clave del rock en España, y del que Garikoitz Gamarra, cantante de Ornamento Y Delito se declara fan total. Esta inquietud hacia el ídolo musical, como las continuas referencias a lo vasco y a lo bilbaíno desde Madrid, al capitalismo imbricado en las relaciones humanas y a los pensadores del siglo XX han cosido una carrera musical que repite patrones y que, ergo, les ha otorgado una impronta con la que se les distingue desde varias millas. El cuarteto madrileño deja el lado más agresivo de Adorno (2011), ya cribado en el Espíritu Objetivo (2014) para ‘’sintetizar’’ el pop de guitarras en un nuevo ejercicio de reflexión donde las letras sobresalen de nuevo entre dobles sentidos; economía de medios para un cinismo que lacera los surcos del disco y que paren, simplemente, unas canciones redondas enmarcadas en pop mayúsculo. OYD son delicatesen, y van camino, valga la paradoja, de convertirse en esos ídolos malditos a los ellos mismos persiguen en forma de unos temas que se infiltran por los rincones de tu existencia.
ÁLVARO FIERRO
