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Black Rebel Motorcycle Club – La (2) Apolo (Barcelona)

El poder curativo de la música es uno de esos temas que afloran con recurrencia cuando afrontamos la trayectoria de infinidad de artistas. La profunda y desoladora sensación de pérdida que puede generar un desengaño amoroso o una muerte, los extraños e ilógicos caminos que puede tomar la mente ante un desorden mental, la asfixiante ansiedad que provoca una grave enfermedad o el estropicio cerebral y espiritual que conllevan casos de abusos sexuales pueden tener un resquicio de paz y esperanza al amparo de las musas. Millares de creadores lo han corroborado y expresado con unas canciones que suelen ir más allá de lo inmediato y ante las que el espectador no suele quedar indiferente.

Si en los primeros discos de Black Rebel Motorcycle Club ya percibíamos una oscuridad un punto impostada pero atractiva en su propuesta que otras bandas de su generación como The Strokes no poseían, con el paso de los años y los acontecimientos, este poso de negror ha ido tomando cuerpo y sentido y parece ser el motor de sus directos y la razón de su existencia.

La muerte del padre de Robert Levon Bean (ex miembro de The Call, ingeniero de sonido y espíritu en la sombra de la banda) en los camerinos del Pukkelpop mientras la banda estaba en escena marcó un antes y un después en la trayectoria de este glorioso trío y si a eso le sumamos la operación cerebral a la que tuvo que ser sometida su batería Leah Sapiro de la cual parece que se ha recuperado satisfactoriamente, este poso de dolor y angustia parece ser que les persigue y condiciona su día a día. Quedan ya lejos esos tiempos en que el trío circulaba por los escenarios exhibiendo inmediatez, juventud y poderío; mostrando que ellos eran lo más, que habían llegado para quedarse.

Hoy en día afrontar un concierto de Black Rebel Motorcycle Club significa mucho más que ir a escuchar unas cuantas canciones que puedan ser de nuestro agrado. Verles es encararse a una especie de liturgia eléctrica que circula entre el garaje, el góspel y el punk. Abrirte a ellos es compartir su furia, su dolor y su voluntad de empatía. Tal vez las canciones de siempre, las incontestables de sus dos primeros discos estén tocadas a la misma velocidad e intensidad, pero nos afectan de otra manera, calan mucho más hondo. «Love Burns», «Spread Your Love», «Stop» o «Six Barrel Shotgun» nos entran por los oídos y la vista y se nos clavan en el cerebro y en el alma.

Coreamos hasta la afonía «Ain’t No Easy Way» y la versión acústica de «Shuffle Your Feet» del glorioso Howl para acompañarles en su inspiración, nos llevamos en la piel «Beat the Devil’s Tatoo» y lloramos con Robert la estremecedora versión de The Call «Let The Day Begin». Dos horas de hermandad, intensidad y oscuros sentimientos que desembocan en la extraña versión punk de su clásico de clásicos, «Whatever Happened to My Rock and Roll» y que hacen factible que un día más el sol salga y vuelva a brillar para una de esas bandas que merecen la pena.

Un rato después unos cuantos afortunados pudieron disfrutar en la calle de un par más de canciones perpetradas por Robert Levon Bean y Peter Hayes y es que como decíamos en un principio, la música y el calor de la gente combaten los demonios internos y Black Rebel Motorcycle club están decididos a acabar con ellos.

Texto: Ruben Garcia Torras

Fotos: Sergi Fornols

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