Siempre proporciona una sensación de felicidad escuchar un nuevo disco de Los Chicos, pero también da mucho gusto hablar con ellos. Una de las bandas más ruteras que existen, faltaría más, estarán presentes en la edidión de este año del Motorbeach (Playa de la Espasa, Caravia, Asturias) del 19 al 22 de julio junto a los míticos glam-rockers Slade. Electrizantes, asalvajados y devotos del mejor punk’n’roll, como está mandado. Sube el volumen y estalla, amigo. Los Chicos publican nuevo elepé con El Segell del Primavera, By Medical Prescription, y parecen tener la receta de la eterna juventud y el interminable cafrerío. Llevan dándole desde el año 2001, pero siguen tan rozagantes e hirsutos como el primer día. Charlamos con Rafa Suñén (voz, sombrero y botas) y Gerardo (guitarras junto a su hermano gemelo Antonio) sobre sus desopilantes nuevos temas.
Lo que sí ha mejorado el brebaje este que hacemos es que ya sabemos hacer lo que queríamos hacer al principio, rock’n’roll crudo. Nunca nos hemos planteado hacer otra cosa
Podemos poner en letras mayúsculas que cada trabajo de Los Chicos tiene un mensaje directo. En este By Medical Prescription, ¿qué pócima nos recetáis?
Gerardo: Pues lo que ya dice la misma canción, ‘’Al bar todo el mundo por prescripción médica’’ [risas].
Rafa: Sobre todo, creo que pasarlo bien y disfrutar. Al margen de la ocurrencia del título pues igual es algo que podrían recetar los médicos, irse al bar, al campo o a donde te salga del culo, a pasárselo bien con los amigos y escuchar rock’n’roll.
G: Ha habido mucha gente que nos ha dicho, ‘’estaría muy bien un concierto semanal o mensual de Los Chicos porque me pone las pilas y me hace sentir bien’’.
R: Siempre intentamos hacer un poco de chiste con los títulos pero, al igual que las letras, surgen por algo que tiene que conexión con nuestra realidad. Y el título de ‘’por prescripción médica’’ no es solo por el público sino también por nosotros, porque también lo necesitamos.
G: Ha habido algún momento en el que a alguien del grupo igual no le apetecía tocar, pero el resto necesitamos tocar, yo no puedo estar tres meses sin tocar. Es algo que necesito, mental y físicamente.
R.: Y si no tocamos, yo me engordo.
Siete trabajos os contemplan, de puro garage-rock y derivados, como pub-rock, punk, rock’n’roll, blues, etc. Pero ¿cómo habéis pensado este disco, de principio a final?
G: Realmente tampoco lo hemos pensado… Las canciones iban saliendo y tenían en común que sonaban un poco más punk australiano. Nunca hemos pensado hacer un disco así o asá, es como nos vienen.
R: Las dos primeras canciones que nos salieron sí que se apartan un poco de la tónica general del álbum, son dos canciones un poco más rock’n’roll punk a lo Crypt, pero a mí me sorprendió que, cuando luego Gerardo tocó las burradas que llevaba él en la guitarra, era exactamente el rollo en lo que yo estaba metido otra vez. Nunca nos hemos ofuscado, hemos conectado bien, esta vez teníamos la intención de hacer algo con muchas pelotas. Cada uno siempre aporta canciones, melodías o partes de guitarra pero no sé qué pasa que siempre aportamos justo lo que cabe en treinta minutos, nunca hemos dejado nada sin grabar, quizás haya solo una canción inédita.
¿Ha sido intención del grupo que este disco parezca un directo en toda regla?
G: No era nuestra intención. Un disco en estudio nunca se va a igualar a uno en directo. Que suene como un directo es súper jodido, aunque llevamos ya casi veinte años y siete discos y poco a poco te vas acercando a lo que buscas.
R: Johnny Casino ha sido clave para que esto haya ocurrido. Hendrik es un tío al que queremos mucho y a quien tenemos mucho respeto, es uno de nuestros dioses, y también uno de los responsables de lo que ha ocurrido. Ya teníamos los amplis a cierto volumen y Johnny nos los hizo subir más. Los teníamos a todo volumen. Hendrik nos permitió grabar varias tomas para luego quedarnos con la que más nos gustara. Y aún así hay varias canciones que son una primera toma.
G: Como «Nothing», la grabamos en una primera toma, la acabamos y nos dijo: ‘’Anda, pensaba que estabais ensayando’’. Es una canción que cuando la escucho me pone la carne de gallina.
R: Llevaba dos años queriendo escupir las canciones y sabiendo lo que no quería que pasara con la voz y lo que sí quería meter: un montón de energía. Me acordaba de Chingaleros y de los conciertos de Los Chicos. Hay muchas voces que también son primeras tomas y eso se nota. Estábamos todos juntos tocando a la vez. La magia de los vinilos y de los elepés es así y se nota. «Nothing» pone la piel de gallina justamente porque transmite la emoción.
¿Por qué Los Chicos siempre queréis ir de fiesta con sonidos frenéticos y arrolladores?
R: Creo que tenemos demasiada energía. Tuve la suerte de encontrarme con este par de adorables cenutrios cuando teníamos veinte años. Yo estaba allí, con Cerebros Exprimidos en la sala Revólver, y en las calles y bares de Malasaña.
G: Nosotros aún teníamos pelo. Nos unió la fiesta, Neil Young y MC5, y las calles
R: Somos diferentes pero lo más importante es el cariño y la filosofía de vida, en eso somos exactamente iguales. Creo sinceramente que después de haber visto que esto es un matrimonio muy bien avenido de muchos años, y de tenerlos tatuados en las piernas, eso es lo más importante para conservar la amistad. Y la fiesta juega un papel muy importante en esto, chavales [Risas].
¿Cómo se desarrollaron las sesiones de este disco en los estudios Guitar Town?
G: Llegamos allí, tocamos una o dos tomas de las canciones y ya está. La verdad es que llevábamos las canciones súper verdes [Risas].
R: Tampoco queríamos preocupar a Hendrik, porque acabábamos de terminar las canciones. El ensayo general del día anterior fue un desastre.
G: Acabamos grabando como trece canciones en un día, y Hendrik decía: ‘’Hostia, con vosotros no voy a salir de pobre, que os cobro por horas, cabrones [Risas]’’. Estuvimos dos días pero en un día ya teníamos ventiladas las canciones, joder, si son temas de dos minutos.
R: Si es que parece un disco de Bad Religion…
¿Qué resultado ha tenido el tándem formado por Los Chicos y Johnny Casino?
R: Excelente, porque Johnny es como un padrino y un hermano a la vez, siempre pendiente de lo que hacíamos. Ha llorado de risa en varios momentos. A mí me ha dado mucha confianza. La letra de la canción que tú decías, la que es más australiana, va sobre el tema de hacerse mayor y darte cuenta de que hay mierdas en el mundo y en la vida que no van a cambiar, y eso es un palo pero forma parte de lo que significa madurar. Hacer esa letra y cantarla con esa intensidad para mí ha sido bestia. Y Johnny me animaba diciendo que estaba muy bien, nos ha dado mucha confianza. Y por encima de todo está el sonido que ha conseguido y los arreglos, algunas partes de guitarra y coros que ha metido. Le admiramos mucho.
G: Nos habían salido canciones que sabíamos que sonaban australianas, y qué mejor que tener a Johnny para la grabación. Para mí es un genio a todos los niveles: tocando, cantando y componiendo. El sonido australiano siempre ha estado porque somos muy fans de esa escena pero ¿cómo pasas eso a un disco? Pues teniendo a Johnny Casino.
Es un disco lleno de excelentes guitarras rítmicas y unos estribillos pegadizos y fulgurantes.
R: Muchas gracias. Es una ambición desde hace muchos años.
G: Todo el mundo que compone una canción quiere un estribillo perfecto.
R: Escuchamos un montón de música no estrictamente pop, sino también rock basado en estribillos. El estribillo de «The Price» se me ocurrió en el metro, volviendo de tocar.
Una de las características de este disco es la velocidad que conseguís tema a tema.
R: Nos volvemos tarumbas para conseguir el orden perfecto de las canciones de cada disco. Y creo que ahora nos ha quedado un orden que es el que haríamos para un concierto.
G: El orden de las canciones te puede cambiar la impresión de un disco entero.
¿Qué os ha aportado la colaboración de Spencer Evoy (MFC Chicken)?
G: Spencer es muy amigo nuestro. Queríamos una sección de vientos entera y acabó haciéndola toda él solo [Risas]. Era rollo, ¿tocas la trompeta? No, pero ya meteré tres saxos, no te preocupes.
R: Queríamos esa conexión con los Stooges: meter un saxo en una canción cañera.
Hablemos de algunos de los temas: «Restless Noise».
R: Quedamos en casa de Antonio, que es granjero y vive en el campo con ovejas, burros y gallinas. Solemos preparar allí las canciones. Y una mañana, desayunando, pusimos como cuatro veces seguidas Prehistoric Sounds de los Saints. Y al llegar a casa, en Madrid, me vino la canción. La letra habla de mí cuando era un chaval, me escapaba de casa, ponía un muñeco en la cama y me iba a la sala Revólver.
«Nothing».
G: Rafa tenía una melodía y buscamos un riff de guitarra que entró bien y tiramos millas.
R: Para mí fue flipante porque tenía una melodía y un estribillo pero no estaba del todo convencido. La tocamos juntos y pensé en cambiar el estribillo pero Antonio, que es cabezón como Gerardo y como yo, dijo: ‘’Una mierda, el estribillo tiene que ser ese’’. Y metió un rollo Flamin’ Groovies, que conecta con todos esos grupos australianos que nos flipan.
«Tell Me How You Like It».
G: Rafa vino con un estribillo que era como de Mojo Nixon [Risas], y la variamos un poco para que no fuera un plagio.
R: Queríamos que fuera una ceporrez. Teníamos el estribillo y la estrofa y vimos que sonaba a Mojo Nixon, pero dijimos: ‘’Esto le pasa a todo el mundo, le pasa a Dylan, tío, y un Nobel de medicina o de no sé qué’’. Así que alteramos un poquito el tono y a pasarlo bien. También fue muy importante como me influenció un concierto de Joe King Carrasco.
¿Cómo habéis evolucionado desde vuestros comienzos hasta ahora?
G: No hemos evolucionado lo más mínimo [Risas].
R.: De hecho, seguir haciendo lo mismo con dieciocho años más es involucionar [Risas].
G: Todos nuestros coetáneos han ido tranquilizándose, haciendo un rollo más folk y cosas así. Y nosotros al revés, somos igual de garrulos que al principio pero ahora sabemos hacerlo.
¿Y cómo serán entonces Los Chicos de aquí a diez años?
R: A lo mejor haremos country black metal [Risas]. Lo que sí ha mejorado el brebaje este que hacemos es que ya sabemos hacer lo que queríamos hacer al principio, rock’n’roll crudo. Nunca nos hemos planteado hacer otra cosa, aunque la puerta está abierta a hacer algún día un mini-álbum con algo diferente, porque nos flipa el country o el cajun, por ejemplo. Pero hicimos una vez un par de conciertos acústicos y yo no lo aguantaba, eso iba a dos por hora. Y pensaba, ¿qué hago, muevo el tobillo un poco? [Risas].
Cuando empezasteis, en 2001, formasteis parte de la segunda o tercera oleada del garage estatal. ¿Qué recordáis de esos principios?
R: Pues recuerdo unas cogorzas muy gordas [Risas]. Sí que había una escena, los Fumestones, los Hollywood Sinners, aunque nosotros éramos los que sonábamos más yanquis. Estábamos obsesionados con Nine Pound Hammer. Todos eran buenos chavales, buena gente. Nos unían las cogorzas, era un nivel de beber hasta caer [Risas].
¿Cuál es la clave de seguir en la carretera, de salir de fiesta a todo tren después de dieciocho años?
R: La primera, la amistad entre los gemelos y yo. La segunda, la gente, la sonrisa de todo el mundo, hay mucho contacto con el público. En las fotos la gente sale siempre sonriendo. ¿Cómo voy a dejar de hacer esto, si tengo salud, etc.? La tercera es la música, el rock’n’roll para mí es lo mejor que hay en la vida.
G: La intención es pasárselo bien. Nos vaciamos en cada concierto y eso se transmite al público.
+INFO
El mismísimo Beck es fan de Los Chicos, como lo somos todos los que hacemos esta revista. Tanta bonhomía, a ritmo de guitarrazos y chanzas escénicas, les ha llevado a sobrepasar fronteras y girar por Reino Unido y Australia, donde son recibidos como raros marsupiales llegados de Iberia. Conocerles es amarles, nunca mejor dicho, pues ofrecen un vibrante antídoto a The Age of Stupidity, como bautizaron a su anterior elepé.
Texto: El Profe
Fotos: Juxe (J.A. Areta Goñi)