Podría despachar fácilmente este nuevo disco de Kacey Musgraves con cuatro o cinco tópicos que ocuparían toda la reseña y pasar a la siguiente sin darle más vueltas. Kacey ha abandonado el country por el pop…la factoría de hits de Nashville la intenta convertir en una nueva Taylor Swift o Kate Perry…otra víctima-triunfadora de ese country pop truquero que nos venden como sucedáneo del original… Tal vez todo eso sea verdad, pero la verdad debería estar siempre en las canciones. ¿Y qué nos cuentan las canciones? Pues, salvo un par de resbalones, lo que nos cuentan es la historia de una artista inspirada, con una voz privilegiada, inquieta, con ganas de evolucionar y que está pasando por un momento vital dulce que quiere reflejar en su música. «Slow burn» es una manera espléndida de abrir un disco, con un evocador toque acústico que suena a Nick Drake o Elliott Smith hasta que empiezan a entrar instrumentos y arranca la fiesta. Una fiesta que se va de las manos en los dos o tres temas siguientes, pero que se recupera a tiempo para entregar otro par de piezas memorables («Space cowboy», «Wonder woman») junto a alguna bonita balada («Rainbow»). Con demasiado azúcar, pero no deja de ser una golosina.
Fidel Oltra
