El arte, o sus recreaciones, puede ser entendido como un laboratorio en el que moldear y trabajar con las sensaciones humanas, más todavía cuando estas se presentan de manera torrencial y con signos contradictorias. El nuevo disco de Dana Fuchs ha llegado teñido por los mayores sinsabores (la muerte de familiares) y a la vez por resplandecientes novedades (el nacimiento de su hijo). Luces y sombras del destino que han orientado a la estadounidense hacia un camino reflexivo manifestado en una sonoridad más brillante y copiosa, reduciendo por contra la amplitud de su tono crudo. Una controlada pomposidad instrumental que encontrará en el blues roqueado a lo Susan Tedeschi («Backstreet Baby»), bajo una definición más estándar del género («Same Sunlight») o principalmente en una excelsa y visceral «Sad Solution», el acomodo óptimo. Su faceta soul quedará esparcida entre aires a Otis Redding y Janis Joplin en un notable tema homónimo que nos partiría el alma de contar con una elaboración más sucia, en la íntima religiosidad de «Faithful Sinner» o sobre la brillante desnudez de «Fight My Way». Demostración de los contrastes de la vida, de la música.
KEPA ARBIZU
