Encuentros

Dani Llamas, todo arte es político en los tiempos que corren

Y Daniel Llamas sabe a la perfección lo que es maridar a la perfección dos disciplinas como la militancia social y el arte. Ya desde el inicio de su carrera con G.A.S Drummers, el músico jerezano y sus compañeros se hicieron un hueco en la nutrida escena independiente de nuestro país haciendo gala de un sonido crudo y con muchas reminiscencias del espíritu de Ian McKaye y Jello Biafra en sus letras y en sus composiciones. Los años noventa españoles, con la preponderancia de un indie despolitizado y autocompasivo, mecido, además, por la mano de una industria que necesitaba desesperadamente imitar las nuevas tendencias norteamericanas, necesitaba de músicos que revitalizaran el espíritu del do it yourself. Daniel Llamas fue uno de ellos, y se puede comprobar en declaraciones como “también lo político es un cliché, o un fetiche meramente mercantilista. Creo que la politización en el arte debería estar más presente en el funcionamiento, en lo estructural, en lo económico, en las condiciones de trabajo que solamente en el mensaje, en el atuendo, o en la representatividad”.

Con el paso del tiempo, cambió el registro musical: la crudeza del punk dio paso al arrobo melódico y la sinuosidad de The Ships: su proyecto de power-pop. Su carrera en solitario, en cambio, reivindica el legado de los grandes songwriters norteamericanos —Elliot Murphy, Kris Kristofferson, John Hiatt o, actualmente, Ryan Adams—, dando preponderancia a un enorme caudal lírico en el que no sólo hay referencias políticas, sino también a ese hastío producido por el paso del tiempo y ante una industria que poco y mal se compadece del músico como artista. En su último trabajo, Dead Labor —“trabajo muerto”, en castellano—, encontramos referencias explícitas a Marx y a El capital y, sobre todo a la lucha del hombre ante los avatares de su existencia diaria. Charlamos con él en para que nos cuente todo acerca de su último álbum, de la posición política del artista a día de hoy y lo difícil que es para un artista a día de hoy ser independiente.

Dani, si algo he podido comprobar escuchando tu último disco es que es simple en cuanto a las formas, pero complejo en el fondo. ¿Era lo que buscabas?

Creo que es una especie de máscara mortuoria que define a la perfección lo que soy a mis casi 40 años de vida: simple en las formas y complejo en el fondo.

¿Qué me puedes contar del proceso de grabación? ¿Te has encomendado a tus viejos amigos de siempre?

No, esta grabación ha sido la primera en mis 20 años de andaduras discográficas en las que he tenido banda, productor y estudio distintos a los que he tenido en todos los discos anteriores. Por un cúmulo de circunstancias, al final acabé en “La Mina” de Raúl Pérez, a las afueras de Sevilla, y producido por mi amigo Ramón Rodríguez (The New Raemon), que es lo único claro que tenía para esta partida de canciones, hacerlas con él.

La ayuda de Ramón es vital en este disco, y su aporte a las canciones. La banda la completan Ricky Lavado, Javi Vega, Miguel Caturani y Pilar Angulo. La grabación fue especial, unos cuantos amigos trabajando en una casa alrededor de estas canciones, escuchando discos y dejándonos llevar por lo que nos iban pidiendo.

Las canciones son muy elegantes y los arreglos muy cuidados. ¿Un álbum de madurez? A mí me recuerda mucho a Ryan Adams, pero también un poco a John Hiatt, Kris Kristofferson, los Jayhwaks,

Llevo casi una década recogiendo el guante de aquello de “la madurez” en mis discos en solitario. No me importa, aunque suelo confrontarlo dialécticamente a los estilos de GAS Drummers o The Ships, sin embargo no me gusta decir que hay músicas maduras y otras no. Defiendo que el punk rock o el power pop, o casi cualquier música puede ser resultado de la madurez de un creador.

¿Por qué se publica el disco sólo fuera de España?

Esa pregunta me duele. No encuentro muchas razones que justifiquen que solo un sello americano (OneWeek Records) y uno francés (Kicking Records) hayan sido los valientes en editar Dead Labor. Contacté con varios sellos españoles y ninguno se decidió a sacarlo. Y, para qué engañarnos, fue un poco decepcionante.

Dani, ¿cómo te sientes cuando tienes que defender tus canciones en directo en solitario?¿Notas mucho la diferencia entre tu trabajo en The Ships y G.A.S DRUMMERS?

Cuando tienes que tocar solo con la ayuda de una guitarra existe una sensación bastante confusa. Por un lado de indefensión y de vulnerabilidad. Imagínate que estás tocando en una sala y escuchas perfectamente las conversaciones interesantísimas de aquellos que están allí por otras razones distintas a escucharte. También eres muchísimo más consciente de si estás haciendo un buen concierto o no es tu día.

Por otro lado, vuelves a tener sensaciones que creías olvidadas con el paso de los años: las giras, el ruido acumulado en tus orejas con los amplis al 10 y un batería que golpea la caja como si estuviera matando a un dragón. Y es como renacer. Es maravilloso tener la oportunidad de renacer en la música.

Sé que llevas tiempo con tu carrera en solitario, pero ¿en qué momento decides llevarla a cabo? ¿Buscabas una huida hacia delante respecto de lo que hacías con G.A.S DRUMMERS?

Llevaba varios años “colando” algún tema acústico en los discos de GAS Drummers. Temas que nunca se tocaban en directo, y que a mis compañeros les daban un poco igual. Llegó un momento en que tenía bastantes temas por mi cuenta, y me ofrecieron tocar con Ken Stringfellow en Málaga. Cuando acabé el concierto, al entrar en el camerino, Ken me dijo: “¿Esos temas que has tocado eran tuyos o versiones?” Le dije que eran míos y, a los pocos meses, estábamos grabando mi primer disco en casa de Paco Loco. De esto hace ya 10 años.

El título del álbum lo has extraído de El capital de Karl Marx. De hecho, Dead Labor significa “trabajo muerto”. ¿Alguna vez te has sentido derrotado, muerto, en los más de veinte años que estás haciendo canciones?

La cita de Marx es impresionante. Marx tenía un sentido de la ironía muy fino. “El capital es trabajo muerto, que solo vive de chupar, como el vampiro, trabajo vivo”. Quise llamar a este disco “trabajo muerto”, no tanto en términos laborales o económicos, sino como reflexión a lo que es un trabajo artístico. Tengo muchas reservas respecto al trabajo artístico, al profesional, y a mi relación con el mundo como artista. En ese sentido me siento, y lo digo mejor en presente continuo: me sigo sintiendo muerto, derrotado muchos días, pero al mismo tiempo tenemos una capacidad descomunal para ser capaces de levantarnos, y volver a la vida con un empeño radiante en cada proyecto.

A fin de cuentas, y parafraseando a Marx, “la desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas”, ¿no crees?

Esa frase de Marx cobra más sentido con Lukács y sus teorías sobre la alienación, y eclosionan en el pensamiento del gran Guy Debord, cuando nos apunta que el “espectáculo” —el tiempo paradigmático en el que vivimos, el tardo-capitalismo— no es siquiera la cosa, sino la representación de la cosa, lo que rige nuestras vidas. Así estamos: perdidos en un mar de etiquetas y representaciones… En un baile de máscaras.

Tú eres un férreo defensor de la politización del arte. ¿Si lo despolitizamos, qué nos queda? No hay nada peor que la indiferencia. Y más ante la industria musical.

Lo veo como un camino natural en los códigos universales del arte, de la misma manera que lo son otros elementos que compartimos los seres humanos, tristeza, amor, soledad, compañerismo. El arte como herramienta para cambiar a mejor nuestra sociedad, como inspiración, como canal, para mí es válido. Pero te seré sincero: dentro del neoliberalismo, dentro del espectáculo, de la industrial, también lo político es un cliché, o un fetiche meramente mercantilista. Creo que la politización en el arte debería estar más presente en el funcionamiento, en lo estructural, en lo económico, en las condiciones de trabajo que solamente en el mensaje, en el atuendo, o en la representatividad.

¿Cómo te afectó la muerte de Grant Hart? Para ti era uno de tus músicos favoritos y, además, giraste con él.

Me ocurrió algo muy curioso, casi paranormal. Mi amigo Servando Rocha, el escritor, que fue batería de Muletrain, me pidió escribir para su revista Agente Provocador un artículo sobre mi gira con Grant en 2011, donde tuvimos varias aventuras bastante intensas. Así que me pasé varios días recordando a Grant y escribiendo sobre nuestras andanzas por la piel de toro. Al día siguiente de entregar el artículo, que fue bastante extenso, me enteré de su muerte. Quedé impactado, pero tuve la sensación de haberlo celebrado en vida.

Después de su muerte, he tenido la oportunidad de intercambiar algún mensaje con su viuda, y he rescatado parte de la correspondencia que llevamos por email hasta pocos meses antes de su enfermedad. Grant era un tipo muy interesante y con gran sentido del humor. Ante los rumores de reunión de Hüsker Dü, hace pocos años, le escribí emocionado y su respuesta fue para enmarcarla: “Querido Dani, la única razón por la que lo haría sería por dinero, y no hay suficiente dinero en este mundo para convertir a Greg —el bajista bigotudo— en músico otra vez”.

 

Texto: Alejandro Zambudio

 

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