Discomático

Wooden Shjips – V (Thrill Jockey-Pias!)

Ripley Johnson ha adoptado velocidad de crucero. Está claro que su producción actual ya no provoca el revulsivo de antaño, pero mantiene su impronta indeleble frente al mercantilismo impermeable de las grandes bandas de retro rock contemporáneas. Tanto los devaneos sonoros con Moon Duo como sus logros con Wooden Shjips son el ejemplo perfecto de un conservadurismo bien entendido, un continuismo cuya visibilidad quizás no devenga lo que bien merece su militancia, pero desde luego que sí que coloca al guitarrista y a sus compañeros de correrías en una posición de privilegio. No tener que soportar todas las miradas desde esta cómoda situación de banda intermedia aporta a Wooden Shjips cierta libertad de acción que les permite moverse en círculos sin salirse del carril. Nada de riesgo, ahora es el momento de explorar hacia dentro y actualizar lo acumulado durante años como para recrear una obra clásica.

Tras el proceso de revitalización kraut que generaron discos como el debut homónimo de Wooden Shjips, el crepitante Dos o aquel Back To Land con el que consiguieron sus mejores críticas, el cuarteto californiano regresa con un sólido ladrillo psíquico en el que drones y loops mutan en templadas armas arrojadizas. Ya el título y la portada son toda una declaración de principios, el mensaje positivo de una banda capaz de imprimir todo el groove del mundo a un puñado de composiciones nacidas de una manifiesta tensión social. V es un disco reactivo y tiene swing. También es expansivo, pegajoso y replica la sensación planeadora marca de la casa hasta niveles cuasi experienciales. El álbum fue mezclado por Cooper Crain (Cave), con quien la banda estrechó lazos durante su última gira. Las instrucciones de Ripley fueron simples: «Le dijimos a Cooper que lo mantuviera muy gordo, pero que se sintiera libre para jugar con los otros elementos, hacer una buena mezcla de auriculares con mucho movimiento. Quería algo flotante porque ahí precisamente es donde me encontraba yo en aquel momento».

El resultado suena como si Neil Young (muy presente en «Ride On», el corte que cierra V) hubiera decidido rendir homenaje al verano del amor con un disco atávico y minimalista. Con apenas siete cortes, V es un auténtico bálsamo, una obra de inclinación jam con la que los de San Francisco consiguen enfocar sus tics habituales en una misma y relajada dirección, rebajando los niveles de fuzz y proyectando los sempiternos arreglos de teclados más allá de la atmósfera terrestre. Si The Black Angels pueden llegar a personificar la luna chunga de Altamont, lo de Wooden Shjips supone el mejor proceso de emancipación para la nueva generación de adoradores de Woodstock.

 

Emilio R. Cascajosa

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