Como artistas no podrían resultar a priori más alejados entre sí. Uno con su Fender Mustang del 67 sacando humo, actitud de punk encabritado y apretando los dientes hasta el rechine, el otro con su Guild acústica al cuello, cadencia sosegada y una eterna sonrisa de verde pradera. Crecido en Lubbock Texas y voz aguda de pinza en la nariz Gilmore, Dale nacido en Downey California y voz grave de actor de doblaje, un “wild blue Blaster from a southern California town” y un «old Flatlander from the great High Plains”, ambos con un común denominador, su amor por la música country de Texas, el folk de la costa oeste y el rock and roll más primitivo. Mimbres suficientes para forjar una amistad de más de tres décadas y un respeto artístico mutuo que les llevó a embarcarse en una gira compartida por doce ciudades el pasado año, para acabar viéndose grabando de forma espontánea en un estudio en Los Ángeles habiendo desechado previamente la idea de un disco en directo, el que supone el primer trabajo conjunto de dos amigotes con la única pretensión de prolongar el divertimento. Dos partituras originales de Alvin incluyendo el petardazo inicial que da título y el western “Billy the Kid and Geronimo”, y diez clásicos de country-folk, blues y rock ‘n roll desde Lightin’ Hopkins y Johnny Guitar Watson hasta Woody Guthrie y Lloyd Price, seleccionados y cantados para mayor encaje estilístico de cada uno permitiendo un acople la mar de natural entre los dos y resultando en un mero pasatiempo, sin pretensiones pero de mucha enjundia.
Frank Domenech
