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Roger Waters – WiZink Center (Madrid)

 

En plena era audiovisual y para un tipo que, muy a su pesar, se ha criado en ella, poder asistir a un concierto de Pink Floyd o de cualquier cosa que se relacione con ellos debería ser a lo máximo a lo que se puede aspirar. El hecho de que la banda pueda ser considerada como el grupo con mayor aura mayestática -y por supuesto, psicodélica- que ha existido dota al evento de una calidad que ningún otro conjunto podrá alcanzar jamás, y eso se nota no solo en los maravillosos efectos visuales, sino en el público que ha asistido esta noche a él.

Comandado por un fondo animado en el que una mujer observa sentada en una playa el horizonte, el protagonista absoluto de la noche, que para algo es el único que usa su nombre de pila, se hacía de rogar mientras Speak To Me ejercía de cuenta atrás, ante el público expectante que esperaba comprobar si de verdad Us + Them es la mejor gira que el artista ha hecho nunca. A la postre quedaría claro que quizá la mejor no, pero sin duda la más política, algo que, dados los tiempos que corren, se antojaba tan seguro como un coche con cristales antibalas.

De repente, el cielo apacible de la pantalla se vuelve rojo y alguien a mi lado grita “¡tsunami!”, una metáfora quizás excesiva, dado que lo que nos espera es más como la legendaria ola que todo surfero espera coger. Porque presenciar -en estado normal y sobrio- un concierto así es un cúmulo de sensaciones que mecen a uno hasta llevarle a una fase R.E.M. aún estando despierto. Hay conciertos que pueden explicarse en pocas y certeras palabras, pero este no es el caso.

Nanas insuperables como Breathe o Time mezcladas con portentos como Welcome to the Machine o Great Gig in The Sky o composiciones de Waters como solista como The Last Refugee o Picture That -mención especial a la paradójica escena en la que Waters clama contra la autoadulación de sacar fotos a todo mientras parte del público levanta sus teléfonos- sirven de antesala para el plato fuerte de la primera parte: Un Wish You Were Here que, no nos engañemos, sin la voz de Gilmour es como ver House of Cards sin Kevin Spacey y la infalible Another Brick In The Wall comandada por un grupo de niños vestidos de presos que no han tenido tiempo de aprenderse la coreografía. Un aplauso a estos niños de Madrid, rogaba Waters para, sacarles del apuro de su improvisada performance.

Tras veinte minutos de pausa, comienza a brotar en medio del WiZink la famosa portada de Animals, cerdo hinchable inclusive, y suenan los primeros acordes de Dogs para, una vez ejecutada, dar paso a Pigs y rienda suelta a todas las lindezas que el bajista dedica día sí y día también a Trump. Us and Them, Brain Damage y Eclipse enfrían un poco al insurgente público, cuya gran ovación ha sido para el enorme puerco hinchable que, conducido por un dron, merodeaba por el cielo del pabellón con un enorme “stay human” pintado.

Con Waters en su salsa y antes de cerrar con dos himnos, el británico ofrece un discurso agradeciendo el amor recibido e instando a los presentes a que no se conviertan en una nación sin alma y a que eviten construir fronteras. Desde luego, el organizador de la gira se merece una medalla por el oportunismo de su visita a España.

Para cerrar, la increíble Mother actúa de preludio de esa ensoñación llamada Confortably Numb, para que lenta y confortablemente todos vayamos bajando de esa inmensa ola de la que solo queda el ruido de la espuma contra la arena.

 

Texto: Borja Morais

Foto: Salomé Sagüillo

 

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