Rutas Inéditas

Joan Jett, La eterna quinceañera

Joan Jett y sus Corazones Negros son uno de los atractivos máximos del próximo Azkena. Rescatamos el reportaje que un infiltrado Ignacio Julià publicó en 1984 a raíz del accidentado debut de la Runaway en nuestro país. Eran otros tiempos…

Para empezar, una aclaración. Aunque su debut español fuese como telonera de los insufribles Scorpions, Joan Jett NO es heavy-metal. Por lo menos para mí. Y el hecho de que algunos cretinos —por calificarles de algún modo— abortasen su actuación barcelonesa [Palacio de los Deportes, 14 de noviembre, 1984] al cuarto tema bombardeándola con monedas, frutas, botellas rotas y hasta un transformador eléctrico que por poco le acierta en plena cara, no va a evitar que os informe de que Joan, su grupo los Blackhearts y su manager y colaborador musical Kenny Laguna, me demostraron claramente que no merecían ese trato y que son gente tan amable como apasionada por lo que hacen: rock’n’roll sin más, con todo el sabor, la simpleza y el espíritu festivo que esa música poseía cuando fue inventada.

Lo malo es pensar en la gente que acudió al concierto —y pagó su entrada— para verla a ella y solo a ella. Y comprobar de nuevo la cobardía de esos francotiradores que lanzan objetos dañinos a escena y se esconden entre la multitud después de hacerlo, fastidiando a los cientos de espectadores que aullaron de placer al escuchar los primeros acordes de «Bad Reputation» y dejando en mal lugar a la gente legal del heavy, que me consta la hay. Pero olvidemos el desgraciado incidente y la frustración que la pobre chica vomitó en su camerino después del mismo, porque Joan Jett es otra cosa: una chica de veinticinco tacos, normalota y simpática, que se dio a conocer en todo el mundo cuando su canción «I Love Rock’n’Roll», toda una declaración de principios, escaló hasta el primer puesto de las listas estadounidenses y se mantuvo en esa posición durante ocho semanas.

Antes, por supuesto, Joan había estado en las Runaways: tocando la guitarra y componiendo canciones en el grupo apadrinado por Kim Fowley. Dice la chica: ‘’Cuando las Runaways se separaron, en el 79, empecé a buscarme la vida por mi cuenta, porque quería estar en una banda, quería seguir en la música. Y me fui a Londres, en donde me camelé a Steve Jones y Paul Cook, de los Sex Pistols, con los que grabé tres canciones con ellos tocando y produciendo’’. Su pasión por el rock había nacido muchos años antes, cuando Joan era todavía una quinceañera y se volvía majara escuchando a Chuck Berry, los Stones, los Who, Jimi Hendrix y el glam británico de baja estofa. Algunos de los grupos punk del curso del 77 también captaron intensamente su atención. No es extraño, pues, que la chica siga afirmando categóricamente que el rock debe ser, ante todo, diversión.

De hecho, no le sabe mal confesar que lo que hace con su grupo los Blackhearts —Ricky Bird a la guitarra, Gary Ryan al bajo y Lee Crystal a la batería— ‘’es música para teenagers, pero también para todas las edades y públicos. Pienso que nadie debería perder ese espíritu adolescente. Leo siempre que me es posible las cartas de mis fans y a veces hago canciones con ellas. Leyéndolas me he dado cuenta de que no soy diferente de mis fans, tengo el mismo tipo de sentimientos y frustraciones que ellos. Todavía pienso sobre muchas cosas lo mismo que pensaba cuando tenía quince años. ¡Dios!, todo el mundo debería conservarse adolescente mentalmente, por lo menos hasta donde les sea posible’’.

Su talante juvenil y una imagen muy de chica-que-hubiese-querido-ser-chico le otorgan una considerable fuerza escénica. Pero ella se considera ‘’tan solo una persona. No me gusta separar a los chicos de las chicas, todos somos iguales salvo por las diferencias físicas obvias. Una guitarra no suena de otra manera porque la toque una chica. No tengo imagen, lo que ves es lo que soy, todo el tiempo. Hay gente que se disfraza para actuar, que se convierte en alguien diferente, pero yo soy yo, lleve unos tejanos o unos pantalones de cuero. Cuando salgo a escena, evidentemente, algo cambia en mí, me convierto en una extensión de mi propia personalidad, pero nada más. Lo malo es que hay gente que no está acostumbrada a ver una chica tan agresiva sobre un escenario. Mucha gente no acepta que una chica haga rock’n’roll, pero yo creo que eso es algo completamente natural’’.

Sus discos, desde el primero hasta el reciente Glorious Results of a Misspent Youth (1984), pasando por el fantástico I Love Rock’n’Roll (1981) y el inédito en España Album (1983), son pedazos de vinilo negro que despiden relámpagos de rock puro, melodías del mejor pop clásico y hasta destellos de bubblegum, que por algo Kenny Laguna, productor y coautor de todos ellos, empezó su carrera fabricando píldoras descaradas para grupos tan chicleteros como Ohio Express. Sin embargo, su estilo no encuentra un lugar propio en el sonido de los ochenta. ‘’Actualmente, la música se ha polarizado demasiado. Haces heavy o haces tecno-pop, pero no parece haber nada intermedio, salvo Joan Jett y los Blackhearts. Lo que hacemos es solo rock’n’roll, no entiendo por qué la gente se empeña en clasificarlo de una u otra manera’’.

Entre las canciones —siempre básicas, siempre tan atractivas y faltas de complicaciones como una gominola— que Joan y Kenny componen, hacen su aparición clásicos del pasado como «Crimson and Clover» (Tommy James & The Shondells), «New Orleans» (Gary U.S. Bonds) o «Do You Wanna Touch Me» (Gary Glitter), oldies que ‘’a veces son canciones que me gustaban cuando era adolescente, aunque generalmente acudo a los discos de Kenny, que es coleccionista y tiene verdaderas maravillas. Siempre escogemos canciones que puedan acoplarse a nuestro estilo y a las que podamos aportar algo. Nos gusta hacerlas nuestras’’.

Haber obtenido un éxito tan sonado en su país como el logrado con ese número uno en listas no ha endiosado a la quinceañera eterna, como bien lo demuestra el hecho de que esté actuando por Europa como telonera y perdiendo una fortuna en la expedición. Como explica Kenny: ‘’En nuestro caso, actuar es la única manera de que nos tomen en serio. Por ejemplo, si no hubiésemos venido a España, CBS no se hubiera molestado ni en publicar nuestro último disco. En América es distinto, claro, porque Joan tiene muchos fans, gente que la sigue desde la época de las Runaways y que la han visto en directo muchas veces’’.

En efecto, incluso cuando «I Love Rock’n’Roll» escalaba fulgurante las listas de ventas, los Blackhearts se movían por Estados Unidos sin un dólar de más, de ciudad en ciudad, de club en club, en una vieja furgoneta y con únicamente el equipo y personal imprescindibles. ‘’Fue increíble’’, me cuenta Joan. ‘’A la que la canción empezó a sonar por la radio, la gente se volvió literalmente loca. Estábamos en el centro del país y nos decían que teníamos un hit, pero nosotros no lo creíamos. Cuando alcanzó el número 17 empecé a ponerme muy nerviosa, y me di cuenta de que era verdad, íbamos a tener un hit’’.

Después del desastre jeviata y de un par de horas en el camerino tranquilizándole los ánimos —al entrar por la puerta, Joan, enfurecida, me enseña la pieza metálica que le han lanzado soltándome: ‘’¿Esto es lo que los españoles entendéis por rock‘n’roll?’’— Kenny organiza una pequeña fiesta en el autobús de gira para relajar el disgusto y mostrarnos su nuevo video-clip, un estreno mundial, ya que ni Joan lo ha visto todavía. Después subimos a las habitaciones del hotel en busca de la clase de combustibles que uno necesita urgentemente a partir de medianoche. Entre copa y copa, quemando hashis como quien quema gasolina, todos, ellos y este cronista, olvidamos un poco el mal trago. Todavía no entiendo cómo la gerencia del hotel no envió a sus gorilas, pues cuando el bueno de Kenny decidió que no podía pasar un segundo más sin que escuchásemos el todavía inédito remix de «Cherry Bomb», uno de los cortes más potentes del nuevo elepé, lo cierto es que la fiesta adquirió tintes insospechados.

Joan no había olvidado el incidente, pero cambió el enfado por un cuelgue más que divertido, aspirando hashis de una lata de Coca-Cola a la que había hecho unos pequeños orificios a modo de pipa, pues no fuma tabaco. Kenny, con la vista perdida y una lógica que solo alguien que ha sobrevivido tanto tiempo en el negocio musical norteamericano puede exhibir, hablaba de Bruce Springsteen y reconocía que sus canciones favoritas eran los hits primerizos de los Who y los Stones. Y concluía en tono nostálgico: ‘’Ya nadie hace cosas como esas’’. Detalle revelador, uno de los Blackhearts me aseguró que era la primera vez en su carrera que no terminaban un concierto. Por desgracia, siempre hay una primera vez. No pasa nada: ella ama el rock’n’roll.

 

Texto: Ignacio Julià, publicado en Disco-Express, 1984

 

 

 

 

2 Comments

  1. Pasados ya todos estos años desde que se escribió el artículo, estoy seguro de que el Sr Ignacio Julià, a quien realmente admiro y respeto, sabe que «I Love Rock And Roll» es una versión (The Arrows) y no un tema original de Joan Jett.

  2. Qué vergüenza de público de la época …

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