Aparecer en la portada de un disco country de título I Rode the Wild Horses pertrechado con un sombrero vaquero pasaría por un recurso habitual en busca de su poder simbólico.
En el caso de Ross Cooper, otro de esos encomendados a liderar el género en la actualidad, es diferente, ya que toda esa iconografía refleja parte de su biografía, siendo la de cowboy su dedicación en la vida cotidiana. Una peculiaridad que puede incluso desorientar si se le supone la significación de un acercamiento musical estrictamente ortodoxo, algo que desde el inicial tema homónimo queda descartado, escogiendo una ambientación contemporánea y envolvente para sustentar un ritmo tradicional. La electricidad será un compañero fiel de estas composiciones y culpable de otorgar épica a la estupenda «Cowboys and Indians» o configurar una emocionante «Damn Love». Su filiación clásica se materializará en melódicos episodios («Lady of the Highway», «Living’s Hard, Loving’s Easy»), demostrando que las raíces marcan su identidad tanto como la necesidad de expresarlas desde su propia idiosincrasia. Ajustar esas piezas del todo le harán sobresalir con rotundidad.
Texto: Kepa Arbizu
