Vivos

Roger Waters – Palau Sant Jordi (Barcelona)

La memoria humana es intransigente con el paso del tiempo. Lees cosas como «el mejor concierto de Waters en Barcelona» y te paras a pensar: algo se ha perdido. La inmediatez con que vivimos los acontecimientos recientes me parece inaudita. Antaño el efecto demoledor de un gran concierto duraba semanas, meses. Los discos, libros y películas se convertían en clásicos, ya fuese a nivel mediático o abajo en el culto del underground, porque perduraban si su valía era real. Recientemente le recomendé un álbum de 2011 a un conocido y me miró como si le estuviese hablando de In-A-Gadda-Da-Vida. Si miramos atrás no fue éste el mejor show de Roger Waters en Barcelona y he ahí donde creo que se tiende a olvidar con facilidad. El mejor espectáculo visual fue el que presentó en la gira de 2011, donde recreó el fastuoso The Wall. En lo musical debo retroceder a la parada anterior, la de 2007.

Algo en lo que todos estaremos de acuerdo es en el impacto del cancionero Floyd. Eso sí sigue siendo relevante. El golpe es profundo y devastador. «Eclipse», «Us And Them», «Pigs» (¿para cuándo una gira temática de Animals?), «Welcome To The Machine», «Breathe»… Jamás otro artista llegó tan lejos y marcó a tanta gente haciendo algo tan ensimismadamente retorcido y paranoico. Porque ese es el mayor logro de Roger Waters. Seamos honestos, el tipo jamás ha sido un buen frontman, con o sin bajo. Si Floyd y/o Waters no hubiesen dispuesto de esa capacidad visual luminaria, como banda de directo hubiesen dejado bastante que desear. Pero la mezcla de todo ello convierten esta experiencia en un viaje alucinante del que no quieres apear. ¿Dos horas y media descontando el descanso? No importa, hubiesen sido cuatro horas y el público hubiese estado flotando todo el tiempo.

Algo que me gustó esta vez fue la parte ‘presente’ del hombre. Está muy bien recrear un álbum clásico en su integridad, pero un artista debe sentirse valido, defender ‘algo’ que vaya más allá del mero ejercicio de nostalgia. Is This The Life We Really Want? no se acerca a logros pasados, pero mantiene el nervio y el pulso. Las canciones expuestas no bajaron el nivel de intensidad, lo cual es ya en sí todo un logro. A la edad que firma el hombre empiezo a dudar de si habrá muchas otras ocasiones de verle presentando álbum, pero en cualquier caso, si vuelve a la rueda será valiente por su parte si decide rescatar algo del interesante Amused To Death, el desfasado pero entrañable Radio K.A.O.S o mi favorito, el olvidado The Pros And Cons Of Hitch Hiking. Se le ve muy cómodo con Jonathan Wilson y Dave Kilminster en la banda. ¿Quién sabe? La tercera generación del rock sigue viva y no se atisba un final a la misma.

Roger Waters no es Pink Floyd, pero ningún otro miembro de la banda tiene el derecho a cargar con el legado y hacer de ello el espectáculo rotatorio más importante de la música actual. Waters sí. Lo siento por Gilmour. Del pobre Nick Mason nadie se acuerda cuando entra en vigencia esta máxima. Aunque estaría bien tener la oportunidad de acceder a uno de sus shows actuales, presentados como Nick Mason’s Saucerful Of Secrets, en los que el batería atacará principalmente canciones de los dos primeros discos de Floyd. Waters ha conseguido ser el evento más importante de cada ciudad que pisa. Y lo ha logrado con sus normas y un discurso propio y pertinaz. Al tipo se le ve guerrillero, dispuesto a encabezar una batalla que no dará por perdida. A sus casi 75 años se le ve incluso sonreir. El viejo aprendió que no es más peligroso pasando las 24 horas del día malhumorado, sino conviviendo en tu interior, un estado en la mente. Jódete Trump.

Texto: Sergio Martos

Fotos: Sergi Fornols

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Contacto: jorge@ruta66.es
Suscripciones: suscripciones@ruta66.es
Consulta el apartado tienda

Síguenos en Twitter