Encuentros

New Bomb Turks, lenguas afiladas & sesos derretidos

Foto: Jay Brown / Jfotoman

Abril de 1992. Después de ver a New Bomb Turks “derramar la furia de su punk rock inflamable en Bilbao”, nuestro colaborador Igor Cubillo se sienta en un bordillo junto a Eric Davidson, cantante, y Matt Reber, bajista, para charlar sobre el revuelo causado por esa rodaja de destrucción underground que es su álbum de debut Destroy-Oh-Boy!   En un momento de la entrevista, localizable en el Ruta 86, Cubillo les pregunta “¿Os importa a vosotros la fama?”, a lo que Matt responde que “solo aspiramos a divertirnos; tocar, grabar discos y pasárnoslo bien”, idea que Eric apuntala afirmando que “tenemos asumido que nuestra música es para minorías, no va a repetirse un movimiento punk tan extendido como el del 77, y no nos importa en absoluto. Nos lo pasamos bien con lo que hacemos y eso es todo.”

Esa misma furia y esa misma lucidez fueron los raíles sobre los que circuló desbocada como un cohete la trayectoria de la banda de Cleveland, Ohio, hasta que en 2003, poco después del último álbum de estudio The Night Before the Day the Earth Stood Still y el recopilatorio Switchblade Tongues & Butterknife Brains, decidieran parar su frenética actividad como “banda en activo”. Dejaban tras de sí un reguero de grabaciones rico en metralla, perfecto para inmolarse en casa o en la plaza del pueblo con una sonrisa de oreja a oreja. Todos hemos tenido alguna vez esa necesidad, uno de esos días. Pero los Turks también estuvieron, y siguen estando, siempre disponibles cuando lo que deseas es sentirte más vivo que nunca, haciendo el majara beodo con tus colegas, en uno de sus conciertos. Difícil expresar en palabras cómo es su directo, mejor quedamos en el Fuzzville!!! de Benidorm este fin de semana y los gozamos juntos, ¿no crees? [Cartel completo al final de la entrevista]

¿Cuál ha sido vuestra experiencia más salvaje o divertida en un festival?

Mmmm… Ha habido muchas, pero recuerdo cuando tocamos en uno en Kasterlee, Bélgica, y vimos a algunos de los seres humanos más borrachos que jamás hayamos visto. Había una pareja que, con la ropa completamente mugrienta y sentada en un charco de barro, estaba besándose a lo loco. Poco a poco ambos empezaron a desvanecerse hasta caer inconscientes, pero con sus labios pegados. Otro chaval estaba sentado en el techo de su tienda hablando consigo mismo, totalmente ido. Impagable.

2018 marca el 25 aniversario de Destroy Oh Boy!, álbum que ya puede considerarse un clásico moderno del punk. ¿Cómo recuerdas las sesiones de grabación con Mike Mariconda en los Coyote Recording de Williamsburg, Brooklyn, un barrio muy distinto por aquel entonces?

El estudio estaba en North 6th St., una calle que en agosto de 1992 estaba bastante desolada pero que ahora tiene algunos de los alquileres más altos de toda Nueva York. Recuerdo un día que Miriam Linna (A-Bones / Norton Records) nos señaló una cabina telefónica al otro lado de la calle donde habían apuñalado a alguien que conocía. A pesar de ello, era el tipo de vecindario industrial que no asustaba porque no había apenas rastro de presencia humana, estaba realmente muerto. No fue hasta 1996 que la gente comenzó a mudarse allí.

La grabación fue muy rápida porque estábamos todos un poco nerviosos al ser la primera vez que nos metíamos a grabar en un estudio real; hasta entonces todo iba directo al cuatro pistas que teníamos en nuestro sótano. Respetábamos a Mike por su trabajo con Devil Dogs, pero no nos conocíamos tan bien. El primer día sirvió para tomarle el pulso a su actitud despreoucupada 100% Noo Yawk y para que él se acostumbrara a nuestro estúpido sentido del humor. Grabamos a piñón diecinueve canciones en ocho o nueve horas y luego nos tragamos siete cajas de cervezas y unos bagels. Al día siguiente metimos algunos golpes de guitarra y bajo y tal vez un par de overdubs vocales, pero básicamente lo hicimos todo en un mismo día. Entre que estábamos un poco nerviosos, que pensábamos que Crypt Recods estaba pagando por las sesiones y que teníamos que hacerlo en tres días, creo que tocamos mucho más rápido de lo que solíamos hacerlo. Y, de repente, ese sonido de garage hiperveloz se convirtió en nuestro estilo.

Cuando entrevistamos a Tim Warren (jefe de Crypt, busca la charla en el Ruta 352, n.d.r.) nos habló de la excitación que sintió al escuchar el disco por primera vez y de cómo se convirtió en el más vendido de la historia del sello. ¿Cuán importante fue contar con su apoyo?

No estaríamos hablando ahora si no fuera por Tim y Crypt Records. Sentíamos mucho respeto por su trabajo y Crypt era nuestro sello favorito de EEUU, así que imagínate cuando nos dijo que nos quería con él. También nos inspiró a permanecer juntos más tiempo del que jamás hubiéramos imaginado y, por encima de todo, a mantenernos como un grupo de amigos. Para el tercer disco Tim nos dijo que nos sintiéramos libres de buscar otras opciones porque él no sería capaz de lanzar 30.000 copias, que es lo que decía que nos merecíamos por todo el trabajo y las giras que estábamos haciendo.

Disteis el salto a Epitaph para grabar tres potentes álbumes: Scared Straight (1996), At Rope’s End (1998) y Nightmare Scenario (2000). ¿Qué valoración haces de vuestra etapa en el sello de Los Ángeles?

Hicieron lo que dijeron que harían y nunca nos sugirieon cambios en la música, las mezclas o los diseños de los discos. Habrá quien diga que eran así de enrollados porque desde el principio sabían que no íbamos a ser un grupo de grandes ventas ni una prioridad para ellos, pero mirándolo con perspectiva me quedo con esa actitud enrollada que siempre tuvieron con nosotros. Solo nos pidieron masterizar Scared Straight en un lugar de Los Ángeles que eligieron; aceptamos, nos presentamos ahí y lo cierto es que estuvimos más pendientes de contar chistes y beber cervezas que de prestarle atención al máster. Con cada álbum aprendes algo nuevo y con ese aprendimos cuán importante es el máster.

De todos modos, en esa época Epitaph tenía bandas geniales como Cramps, Red Aunts, Humpers, Zeke o Gas Huffer, lo que nos ayudó a decidirnos porque hasta entonces no había nada en el sello que me gustara más allá del debut de L7. Supongo que lo hicieron lo mejor que pudieron con nuestros discos teniendo en cuenta que éramos más crudos y garajeros que sus bandas habituales, de ahí que las emisoras, las revistas o fanzines que cubrían los lanzamientos de Epitaph no siempre pillaran nuestro rollo.

En 2002, cuando The White Stripes y The Hives lo petaban en medio mundo, sacasteis un disco, vuestro último, al que le tengo un cariño especial por su perfecta mezcla de desmadre punk y chulería r’n’r, The Night Before the Earth Stood Still. ¿Cómo encajasteis que los chavales que se entusiasmaban con el neo-garage-rock no le prestaran la atención que merecía?

No esperáramos ser arrastrados por esa moda y que de repente las radios fueran a pinchar nuestro nuevo disco a lo loco. Quizá suena cursi, pero cuando hubo esa explosión sabíamos que algo de influencia habíamos ejercido en esas bandas, especialmente en los Hives, buenos amigos nuestros desde sus inicios. Eso para nosotros ya era más que suficiente porque, si lo piensas, verás no tiene sentido preocuparse por eso del «debería haber sido más grande». Fuimos una banda currante y sólida durante más de una década, pude pagar mi alquiler durante la primera mitad de esa década, giramos por todo el mundo unas sesenta veces, estuvimos en Crypt Records y hasta el día de hoy siguen pidiéndonos que toquemos en festivales europeos. Así que si alguien me hubiera dicho cuando tenía 21 años que todo eso sucedería lo hubiera descrito sin dudarlo como un auténtico «éxito».

Foto: Jay Brown / Jfotoman

En 2004 te mudaste a Nueva York y te metiste de lleno en el periodismo musical independiente, llegando a ser editor sentior del prestigioso CMJ. ¿Cuál es tu opinión sobre la rápida transformación que han vivido estos últimos años tanto el consumo de música como el periodismo musical?

Soy incapaz de darte una respuesta breve al respecto, pero es evidente que la crítica musical, como la del arte en general, se ha diluido porque hay millones de reseñas y comentarios de discos circulando por Internet y porque el concepto de un “álbum” es cada vez menos importante. Por otro lado, se consiguen más clics con una imagen llamativa que con textos largos y articulados; sin duda los días en que te podías plantear hacer carrera escribiendo sobre música es cosa del pasado. Incluso grandes medios como el New York Times ni siquiera tienen críticos de cine a tiempo completo entre su personal. Bienvenido a la «era creativa», niños. Con todo, aún somos libres de escribir lo que queramos y que nuestras ideas se escuchen. ¡Así que adelante!

Tu libro We Never Learn. The Gunk Punk Undergut, 1998-2001 es un profuso y sentido homenaje a una manera de vivir el rock’n’roll que dudo si sigue siendo de interés para las nuevas generaciones. ¿Cómo ves el estado actual de esa escena en Estados Unidos?

Nunca creí ese rollo de que el rock’n’roll es cosa de jóvenes. Si físicamente estás en condiciones de darle a tu instrumento o de berrear tu canción, seguro que todavía puedes dar un conciero de vez en cuando y grabar todo lo que te apetezca hasta que la palmes. Siempre que realmente quieras y te diviertas haciéndolo, claro. Pero en lo que se refiere a mantener a una banda unida de forma constante, escribiendo, grabando y haciendo giras sin parar, esa sí es una dinámica para la gente joven. Una constancia parecida a la de estar atento a las nuevas bandas que surgen y salir cuatro noches a la semana hasta las tres de la mañana. Así que no voy a pretender ser un experto en el estado actual del trash rock.

Pero, ojo, no hay nada malo en no salir tanto como antes. Mi punto de inflexión fue a los 42 años. Una noche tenía planeado ir a ver a una banda local, uno de esos bolos a los que sientes que debes ir, pero yo no lo sentía para nada, estaba agotado del trabajo y sin pasta. Y pensé “¿será este concierto mejor que la primera vez que vi a Hüsker Dü en 1985? ¿O a Prince en la gira de Purple Rain? Mmm, puede, pero seguramente no.” Y no fui. Y recuerdo perfectamente que en ese momento pensé que definitivamente me estaba haciendo mayor. Pero, repito, no hay nada de malo en eso. Dicho lo cual, sigo yendo a unos tres bolos al mes y comprando vinilos cuando puedo. ¿Nuevas bandas que me gustan?  Heavy Times, Boytoy, Baby Shakes, Ezra Furman, the Monsieurs y Archie & the Bunkers. Jim y Matt tienen una nueva banda increíble llamada Mixed Deuce y permíteme que haga un poco de promo de mi nuevo grupo, Livids, cuyos 7” puedes buscar por ahí si te apetece.

En el libro hablas del fallecimiento de Kike Turmix en estos términos: «el mundo del punk ha perdido a su mejor embajador en uno de los últimos bastiones de la siesta europea (…) No volveremos a conocer a gente como Kike. Con todo, seguro que aún nos debe algo de dinero…»¿Cómo recuerdas las giras que os organizó en nuestro país?

¡Oh! Siempre fue jodido e hilarante. Te pongo un ejemplo: son las 11h de la noche y Kike nos lleva a un restaurante para que nos peguemos un festín. Le digo “¡Kike, tengo que saltar al escenario en una hora!». A lo que él me responde «Oh, hay cambio de sala, pero no te preocupes, todo irá bien». “¿¡Qué?!”… Pero, efectivamente, llegábamos al club sobre la 1h de la madrugada y el sitio estaba a reventar de chavales hasta arriba de coca que ya estaban enloquecidos con los teloneros. ¡Siempre lo pasamos a lo grande en España! Una vez Kike me desafió a un concurso de beber café expresso y le gané al beber seis tragos seguidos más rápido que él. Raramente me pavoneo con orgullo, pero me golpeo en el pecho como King Kong siempre que recuerdo esa victoria.

Foto: Xavi Mercadé

Dos de tus ídolos, Mike Hudson de los Pagans y Fred Cole de Dead Moon, fallecieron el pasado mes de octubre. ¿Por qué eran especiales para ti?

Oh, Dios mío, estás hablando de dos de mis bandas y dos de mis cantantes favoritos. Conocí un poco a Mike estos últimos años; era un tipo complicado, que tenía sus problemas, pero fue siempre muy amable conmigo y todo un referente. Los Pagans son una de las principales influencias de New Bomb Turks y en mi opinión una de las diez mejores bandas de punk de la historia. Dead Moon, por su parte, habitan en una categoría propia, es imposible expresar con precisión lo únicos que eran. Volviendo a mi libro, otra cosa que me alegra es haber tenido la oportunidad de hablar largamente con Fred cuando le entrevisté. Recuerdo cuando bajamos del escenario después de nuestro concierto en el Las Vegas Shakedown del 2000 y Dead Moon tocaban a continuación. Fred me agarró del brazo y me dijo: «¡Qué bolazo más cojonudo, tío!». Ese fue un punto culminante de mi vida. Siempre que les vi en directo me dejaron sin habla y como personas eran humildes, maravillosos e inspiradores.

Desde vuestra disolución en 2003 habéis dado conciertos esporádicos, sobre todo en festivales de Europa donde mantenéis una base de fans leal. ¿Cómo te sientes al reencontrarte con Jim, Sam y Matt y ver que sigue habiendo chavales y no tan chavales con ganas de liarse en el pogo de vuestros conciertos?

Siempre es divertido, claro. Conforme te haces mayor creo que aprecias más lo afortunado que eres de seguir teniendo la oportunidad de hacer esto. Por eso en los festivales nunca dejamos escapar la posibilidad de llamar la atención de los chavales que simplemente están paseando por delante de nuestro escenario. Aunque ya no seamos una “banda en activo” creo que seguimos montando un show divertido; así que hasta que el cuerpo aguante vamos a continuar pasándolo en grande, ¡en el centro de Bélgica o donde sea!

DESPIPORRE GARAJE-PUNK-ROCK EN LA VILLA DEL FUZZ

El cartel del Fuzzville!!! de este año es una gigantesca pancarta luminosa que anuncia cegadoramente: “No vais a recuperaros de esta en una semana”. Y nosotros, como aleladas polillas que hacen oídos sordos a su conciencia y a su hígado, acudiremos a la llamada para hacer crujir nuestra mollera en los bolos de, agárrense, Detroit Cobras The Stems, Downtown Boys, Jacuzzi Boys, Nuevo Catecismo Católico, King Khan Louder Than Death, Sex Museum, Depressing Claim, Los Chicos, Lie Detectors… Y los putos Turks, claro. Este año, además, la Villa del Fuzz se ubica en un resort / mundo de fantasía llamado Magic Robin Hood. Haremos el cafre, ¡por Lady Marian! Aprovechamos para preguntarle a Eric Davidson cuál es su parque de atracciones favorito: “Subirse al Ciclón de Coney Island es siempre increíble. Es muy viejo y de madera, va muy rápido y te zarandea de forma demencial. Hablando de Coney Island, en 1992 tocamos allí con los Devil Dogs, en un pequeño teatro ya desaparecido situado en medio del agua. Había una trampilla en el escenario y de vez en cuando, durante el concierto, me colaba por ella para darme un chapuzón. Hace poco un buen amigo que creció en Brooklyn me dijo que estaba esa noche y ​​que todos sus amigos de la vieja escena hardcore de la ciudad acudieron porque habían escuchado que éramos ‘la nueva sensación’. Parece ser que a la mayoría les confundió nuestro sentido del humor, pero disfrutaron igualmente del concierto.

Texto: Roger Estrada

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