Encuentros

Marina Gallardo, el infinito en sus manos

La cantante y compositora de El Puerto de Santa María publica su cuarto disco, el excelente The Sun Rises in The Sky and I Wake Up. Un trabajo más luminoso en cuanto a sonoridades y en el que los sintetizadores ganan más protagonismo que en sus anteriores discos. Gallardo se ha encerrado en su estudio casero para experimentar, para trabajar las canciones, transformarlas y dejarse llevar por ellas, para el final dirigirlas exactamente hacia donde ella quería. Con la idea clara de lo que quería conseguir, Gallardo ha facturado un disco redondo, de esos que se escuchan absortos en la música. Hace ya más de 10 años que decidió dedicarse a la música, que sintió que la necesitaba para expresarse. La guitarra fue su primera compañera de viaje.

Empezaste a tocar cuando eras niña, pero hasta hace diez años no volviste a coger la guitarra y componer. ¿Qué fue lo que te llevo a querer expresarte a través de la música?

En aquel momento estaba en Madrid viviendo y pasando una etapa muy difícil a nivel personal. Me llevé mi guitarra española que tenía en El Puerto, la misma que tenía desde pequeña. La usé, como arma y armadura, para expresar a través de ella todo lo que sentía, y empecé a componer canciones. Para mí era un alivio y un refugio. ¡Lo sigue siendo!

¿Cómo nace una canción de Marina Gallardo?

De varias maneras. No tengo una forma fija de componer, a veces estoy tocando y me sale una melodía sobre la que voy trabajando. Otras veces esas melodías resuenan en mi cabeza y las voy liberando. Y voy trabajando mentalmente también en el desarrollo de esas canciones. Digamos que nunca paro. Puedo estar construyendo arreglos durante horas y horas en mi cabeza. Me imagino sonidos también, le doy muchas vueltas a las cosas. Pero normalmente mi base y lo importante es la voz, todo lo demás responde a eso. Normalmente voy escribiendo las letras a medida que voy componiendo la melodía también.

¿Qué hay de la Marina de aquellos primeros años componiendo en la Marina de ahora? ¿Cómo ves tu evolución musical?

Bueno, han pasado 10 años. Empecé con 23 y ahora tengo 33. He cambiado mucho. Si bien es cierto que mi forma de relacionarme con la música sigue siendo exactamente la misma: es mi refugio, es mi hogar, es donde me siento totalmente libre. Ahora con la madurez que tengo siento que tengo más control. Siempre me he considerado alguien que no tiene una etiqueta fija ni se mueve por géneros cerrados, me gusta experimentar, ver qué hay dentro de mí y sacarlo, sin prestar atención a si lo que estoy haciendo es un género en concreto. En cuanto a mi evolución, veo que ahora estoy en campos más cercanos a la psicodelia, el dreampop o la electrónica. Pero claro, teniendo en cuenta todo lo que te he dicho antes.

Tus anteriores discos parecían más oscuros. Este parece tener un tono más luminoso. No sé si estarás de acuerdo y si es así, ¿por qué crees que es?

Estoy totalmente de acuerdo. Creo que es un disco mucho más luminoso. Durante la composición he vivido cosas muy bonitas que quería transmitir. Es cierto que hago uso de la música muy a menudo para encontrarme mejor, para liberarme, y quizás de ahí que mi música tienda a ser oscura. Es mi basurero particular, donde van mis miedos, mis torturas, pero también donde hablo del amor, del sexo, de los amigos, de las joyas que esconde el mundo. Aunque en This Is The Sound ya hablaba de una dualidad luz-oscuridad, creo que en este disco es donde más profundizo en ese camino. Es prácticamente un mensaje de alivio donde recuerdo que a pesar de la oscuridad, siempre hay una luz al final esperando.

¿Qué significa para ti The Sun Rises in the Sky And I Wake Up? De que hablan las letras del disco.

 Hay un punto en común que es esa dualidad que he comentado antes. Creo que la que mejor lo representa es «White Glare», la que abre el disco, para mí la más luminosa. Esa luz puede ser el amor, la amistad o simplemente hacer música, lo que nos haga sentir bien. También es un homenaje a ese momento en el que nos despertamos, vemos el sol y nos sentimos despreocupados. Un poco como cuando éramos niños y jugábamos. Pero bueno, también planteo cosas como esa sensación de haber alcanzando un poco esa luz y sentirte más feliz y a su vez sentir que eso tampoco dura siempre. El miedo a esa quiebra es de lo que habla un poco «Flowers». Y canciones como «Sparkle Eyes» o «Beach Sand» son un poco más sexuales, más misteriosas.

Tu primer disco Working to Speak lo grabaste en cinco días y este has tardado cuatro años en sacarlo. Has grabado en casa tú sola. ¿Cómo ha sido el proceso de grabación de este y ha diferido mucho de tus discos anteriores?

Efectivamente, he grabado en casa sola. Cuando tuve claro que quería hacer un disco con sintetizadores me encerré en casa a crear sonidos y experimentar con ellos. Este disco ha tenido un trabajo muy de estudio en casa, de trabajar por capas, incluso crear mis propios samples. También sabía que quería darle a la guitarra otro tipo de sonido, más vaporoso, menos de base y más como instrumento de respuesta a otros arreglos. Cada vez que he publicado un nuevo disco he sentido más la necesidad de tener más control sobre lo que hago y hacerlo sin prisas. Es la primera vez que he compuesto de esta manera, también ha colaborado en un par de canciones Jesús Bascón, a quien aprecio muchísimo y tiene una sensibilidad para la música electrónica apabullante.

Luego también estuvo conmigo mi amigo Isidro, mi bajista, que vino a casa a hacer algunos bajos conmigo y fue un poco al que le fui enseñando todo lo que estaba haciendo. Su apoyo también fue muy importante. Uno de los momentos que más he disfrutado ha sido haciendo el arreglo de guitarra para «White Glare», que Isidro toca en el disco. Vino a casa y le enseñé el tema con casi todo montado, tenía la pedalera encendida y le dije que quería hacer una guitarra que sonara como un saxo y que me estaba volviendo loca. Él no paraba de reírse cuando intentaba explicarle lo que quería hacer. Le dije que hiciera una figura como si fuera un saxo y así mientras yo iba buscando el sonido con la pedalera. Nos lo pasamos muy bien y al final salieron cosas maravillosas. De ahí creé algunos samples que usamos en el disco finalmente, porque era literalmente imposible tocarlo igual en La Mina. O bueno, como él decía: “Marina puedo hacerlo, pero vaya infierno”.

El sintetizador adquiere un gran protagonismo en el disco. ¿Porqué este instrumento?

Recuerdo que al final de la gira de This is the sound me quedé muy cogida con el Replicas de Gary Numan. Fue escuchar esos sintes y enamorarme. Yo siempre he escuchado mucha música electrónica, soy muy fan de Kraftwerk y de Brian Eno, por ejemplo. Y llevaba ya un tiempo experimentando con ciertas atmósferas en directo donde empezaba a sentirme muy bien. Mi historia con los sintes fue que vi como el infinito en mis manos. La idea de poder crear sonidos desde cero me excitaba, poder manipularlos a mi antojo. Simular que podía hacer sonar algo como si fuera unas cuerdas pero también que sonara a viento.

Crear bajos a mi antojo. Recuerdo que estaba muy obsesionada con cómo sonaban los bajos de Michael Jackson en Off The Wall y Thriller (Risas). Me pasaba horas y horas, días y días, encerrada en el estudio creando sonidos y tocando. En ningún momento me ha interesado usar patrones de sonido, lo que me interesaba era crearlos. La verdad es que es un proceso precioso. Recuerdo que tenía metida en la cabeza el bajo de «White Glare», y estuve dos semanas cada día trabajando el sonido para que quedara exactamente como quería. Fue un poco tortura, pero luego cuando lo saqué fui la persona más feliz del mundo. Los sintes, a pesar de ser electrónica, me parece que generan sensaciones muy físicas y orgánicas.

Has ido tomando las riendas de tus discos, siendo cada vez más consciente de lo que haces. This is the Sound fue un disco en el que trabajaste más con banda pero que ya avanzaba un poco el cambio de dirección. ¿Qué te impulsó a querer grabar en solitario?

Al final de la gira empecé a tener ganas de componer nuevas cosas y sentí la necesidad de hacer un trabajo más de estudio en casa, no tanto de local de ensayo. Quería cocerlo todo a fuego lento, crear sonidos, trabajar de otra manera. Empezaba a tener muy claro el sonido que estaba buscando y muchas ideas de arreglos, así que me monté un estudio propio, me compré Ableton, sintes y empecé a aprender a grabarlo yo todo. Allí mismo tenía emuladores de amplis, baterías que podía tocar, millones de cosas. Me sentía muy cómoda componiendo y trabajando así las canciones, me llenaba.

Has vuelto a contar con Raúl Pérez a la coproducción. ¿Por qué y qué aporta a tu música?

Raúl Pérez es el mejor productor que conozco. Aparte de lo técnico, que es un genio, es una persona con una capacidad de empatía increíble. Da lo mejor de sí mismo en todo momento y en mi caso, da en el clavo cada vez que le hablo de lo que busco. Lo admiro muchísimo. El proceso de grabación con él ha sido precioso. Yo le mandé la maqueta con mi mezcla y sobre eso fuimos grabando los bajos y las baterías en el estudio, con todo ya sonando como guía.

Luego fuimos grabando todo lo demás en el estudio, aunque quedaron algunas cosas que se grabaron en mi casa, algunas segundas voces o sintetizadores. Luego estuve componiendo algunos arreglos allí mismo de guitarra y de sintes, y él fue validando todo a medida que se iba haciendo. Los dos estamos muy emocionados con el resultado y ha sido mi persona de confianza absoluta. Le hemos dedicado muchos meses. Y a nivel de sonido, creo que es lo mejor que ha hecho nunca.

Finalmente, ¿cómo se traducirá este disco en los directos?

Pues aunque es un disco complejo estoy muy contenta y emocionada con cómo está sonando en directo. Llevamos dos sintetizadores, bajo sinte y bajo eléctrico, batería electrónica y batería analógica y dos guitarras eléctricas. Y tenemos a Ale, que es técnico de Tote King, que nos acompaña en el sonido. Cinco personas en el escenario. Creo que estamos haciendo algo muy especial.

 

Texto: Anabel Vélez

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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