El pop progresivo está de moda, damas y caballeros. Los freaks que aún erramos hambrientos por los desiertos y neblinosos páramos del sinfónico, bien lo sabemos. Las señales estaban ahí desde hace un tiempo, pero muchos no querían reconocerlas. Porque, entre nos, con referencias al rey carmesí, al cordero de Broadway o al generador del holandés errante uno siempre podía darse cierto pisto y quedar mínimamente bien. ¡Pero pobre de ti si osabas nombrar a Alan Parsons, Supertramp o la E.L.O! Fuera de la logia del prog esos nombres te dejaban a la altura de un fan de Bricomania, aunque no se crean, intramuros tampoco recababan mayor comprensión.
Pero ¡ah!, ahora resulta que San Esteban Wilson se sube al púlpito, se sacude la toga y mientras se marca unos pasos de claqué nos dice que el pop sinfónico mola mucho. Y que para el próximo domingo, lleguemos con la lección aprendida. ¿Y quien somos nosotros para contradecirle? Nadie, obviamente.
Así que si quieren asistir al próximo sermón con un mínimo conocimiento de causa, nada mejor que agenciarse el último disco de Clouds Can. El dúo formado por Thomas Thielen and Dominik Hüttermann se tomó un pequeño descanso (veinte años, un suspiro como quien dice) desde que se hicieran un –minúsculo- hueco en la escena con Moon (1995) y Per Aspera (1998), pero han vuelto en una forma espectacular. Leave es un disco que hará las delicias de todo aficionado a las melodías pop revestidas de orquestaciones sintetizadas; desde el inicio con «This Dream of Me»-referencias a Lewis Carroll incluidas-, el oyente advertido sabe que se inicia un viaje afectado y melodramático que transitará entre pasajes calmadamente pastorales y crescendos lacrimógenos –deliciosa «Life Is Strange», infalible «A Change of Heart»-, aleteos post rock y disonancias cercanas a lo experimental (ojo a ese «Insomnia» en penúltima posición, canela en rama oigan).
Un disco de notable muy alto, que no sólo les conseguirá la bendición del reverendo Wilson a la salida de la iglesia sino que, aparte del obvio deleite sonoro que encontrará en él cualquier prog fan sin complejos, puede servir para pasar un buen rato usándose como arma secreta: pínchenlo cuando les visite ese colega más true que una sobredosis en zeno beach y observen cómo, antes de terminar el primer tema, su rostro se derrite cual nazi abriendo la puta arca de la alianza.
Eloy Pérez