Que la voz de Angelica Rockne pueda sustituir mentalmente a la de Grace Slick en Jefferson Airplane no es algo casual. Para nada. De hecho, solo con esa referencia y el título del disco puedes hacerte a la idea de por dónde van los tiros de estas ocho canciones. Ver la portada con Angelica montada a pelo en un caballo con un vestido amarillo de flores lo confirma. Laurel Canyon en vena y country cósmico por un tubo. Grabado con calma. Durante seis meses en los estudios de Tim Green en Grass Valley, esta joven de 28 años buscó desde el primer momento que el álbum fuera más allá que un disco de una solista, e hizo partícipes del mismo a la banda que la acompañan: Blake Severn (guitarra y bajo), Neil Layton (batería y pianos) y Peter Grant (pedal steel). Encerrados en plan comuna, cómo si no, han dado forma a un disco que reúne todos los calificativos que pueden esperarse a un trabajo del estilo. Desértico, psicodélico, hipnótico, arrastrado, sensual… Ella es el centro, pero la banda convierte sus canciones en paisajes cargados de adictiva simbología. Temas que los amantes de Judee Sill, Gram Parsons o Gene Clark no deberían pasar por alto.
EDUARDO IZQUIERDO
