Encuentros

Rafa Cervera: ficción y realidad, sonido y visión

Rafa Cervera (Valencia, 1963), que firmó biografías de Lou Reed, Nirvana, Sonic Youth y Alaska, debuta como novelista. Colaborador de esta revista desde sus inicios, el periodista valenciano debuta como novelista con Lejos de todo, donde imagina a David Bowie exiliado, no en Berlín, sino en El Saler y sus playas. Una lectura apasionante.

Lejos de todo (Jekyll & Jill) se sirve de un icono del pop para volver sobre un pasado que se recuerda tanto por lo vivido —juventud y madurez, amigos y amantes, aventuras y desventuras— como por lo escuchado e interiorizado. Hablamos con su autor, viejo conocido de esta casa.

¿Qué disco te generó una conciencia a nivel musical? ¿Qué momento fue clave para sentir la llamada del periodismo musical?

Empecé a escuchar rock probando y descubriendo cosas muy dispares, casi todas relacionadas con la película Tommy. Descubrí a The Who, Elton John, Rick Wakeman, Eric Clapton. Deep Purple también me gustaron mucho durante una temporada. Pero el primer disco que sentí que estaba hecho para mí fue Berlin de Lou Reed y no mucho después, y tras haberlo imaginado mucho leyendo artículos en Popular 1 y Vibraciones, The Velvet Underground & Nico. Me pasé muchos años leyendo revistas de música porque era la única manera que tenía de saber qué pasaba y de conocer aquella música que cada vez me atraía más. La televisión ofrecía poca cosa y la radio era territorio de mi madre así que nunca me dio por investigar girando el dial. Leía mucho y, cuando llegó el momento, empecé a escribir sobre música de una manera natural.

Desde tus comienzos en Estricnina pasando por Rock Especial, Ruta 66, Diario 16, El País y terminando en Primera Línea o GQ, ¿cómo ha sido tu evolución profesional?

Quisiera pensar que lo que he ido escribiendo durante estos 35 años refleja mi evolución personal. Empecé siendo un crío airado y petulante que quería parecerse a los críticos que leía. Después aprendí que el periodismo no era solamente hablar de lo que te gusta y que, además, para ejercerlo bien, hay que atenerse a unas cuantas normas. Con el tiempo fui siendo consciente de que a mí me gusta escribir, así, en general. Casi siempre lo he hecho sobre música pero se puede decir que eso en realidad ha sido lo que me ha dado la excusa y el impulso para escribir, que es la manera que tengo de expresarme. Todos estos años de periodismo musical y no musical me han enseñado un oficio. Y he tenido mucha suerte porque he podido hacer lo que me gustaba y las experiencias vividas han sido muchísimas, muy divertidas algunas, entrañables otras. He podido conocer a gente como Lou Reed, y darle las gracias porque sin él, seguramente, nunca habría sido lo que soy.

                                            (Cervera con Bowie y Remi Carreres)

Si algo he admirado de ti es la forma estudiosa y rigurosa con que has construido un artículo musical. ¿Qué piensas del actual periodismo musical?

A partir de cierto momento me di cuenta de que no quería hacer siempre lo mismo, y eso es algo aplicable a cualquier otra faceta de mi vida. Necesito tener retos y, si no, yo mismo me los pongo. Llevo muchos años haciendo este trabajo así que, si me piden que escriba sobre algo que ya he escrito en varias ocasiones, tengo que sentir que estoy aportando algo nuevo, a lo que he dicho yo y a lo que han dicho los demás. Si no es así tengo la sensación de que estoy mintiendo porque para mí es muy fácil juntar palabras y si se trata sobre temas que domino, es más fácil aún. Y no. No quiero eso porque tampoco lo quiero como lector. Quizá por eso cada vez que puedo soy más narrador que periodista; en los artículos largos creo que se refleja, los de Cuadernos Efe-Eme y Ruta 66, por ejemplo. En cuanto al momento actual del periodismo musical, ha cambiado mucho respecto al del siglo XX. Intento estar atento a las cosas y las firmas que encuentro interesantes, e intento no dormirme en los laureles. Veo firmas que me gustan mucho, gente que sabe cómo contar las cosas. Hoy, con Internet, todo el mundo puede saberlo todo, por eso mismo hay que hacer las cosas con estilo y diferenciarse del resto.

Más que un crítico musical te consideras un divulgador. ¿Me puedes razonar esa idea?

Es cierto. Empecé a escribir de música porque quería hablar de lo que me gustaba, que en muchos casos no eran artistas o grupos que encajaran en los gustos mayoritarios del momento. Hablamos de cuando el punk, el pospunk y la nueva ola aún estaban siendo asimilados por el público español. Era crítico contra lo establecido, pero reconozco que no es el espíritu crítico lo que me mueve a escribir. Cada vez menos. Es algo que he aprendido a ejercitar a medida que esto se convertía en mi profesión. Lo he aprendido sobre todo colaborando para El País, trabajando para la prensa generalista. Ahí no puedes decir que solo quieres escribir sobre lo que te gusta, hay que mojarse. Dicho esto, insisto en que prefiero hablar de lo que me gusta y hacerlo si puedo de una manera cada vez más narrativa.

Siguiendo tus textos, comentarios y razonamientos musicales me he dado cuenta de que eres un libertario, nunca te han importado las modas, has ido muchas veces a contracorriente, con un concepto muy personal de lo quieres.

Es cierto y te agradezco la observación, Julio Valdeón también dijo algo parecido en Facebook hace unos meses. Dijo que siempre he ido a mi bola, como un elogio. Es así. A medida que me he ido desprendiendo de los prejuicios, que son absurdos, he aprendido a disfrutar de la música sin preocuparme de las etiquetas. La música te gusta o no te gusta, y eso es lo primero. Se trata de eso, de si te emociona o no. Y a continuación, es importante saber qué es lo que nos emociona, discernir entre una canción de Scott Walker y una de Camilo Sesto, saber qué las diferencia y aceptar lo que ofrecen ambas sin ningún miedo. En España siempre hemos sido muy mojigatos con esos asuntos. Hay mucho miedo al qué dirán, y yo lo achaco a la falta de seguridad, de personalidad, a discursos lanzados desde el postureo. Cuando tienes claro quién eres y de dónde vienes, no hay que justificar nada. Muchas veces falta sinceridad en el discurso de los especialistas. Esa obsesión por ser cool, guai, moderno… Esas cosas no se aprenden; se es así o no se es. Punto. Y cuando eres así, te importa un pimiento si a alguien le molesta que escribas indistintamente sobre Javier Krahe, Lou Reed, Pet Shop Boys, Lydia Lunch o Chico Y Chica.

También tenemos que destacar tu faceta en programas de radio, desde Los bailes de Marte pasando por La conjura de las danzas hasta el actual Nada especial, en los dos primeros junto a Jorge Albi. ¿Que destacarías de tu periplo radiofónico?

No soy una persona de radio. No tengo buena voz y si consigo comunicar algo quizá sea porque me rindo ante la evidencia de que, o gusta lo simple que soy, o no hay manera. Jorge sí es un excelente comunicador. Da igual lo que diga porque te hipnotiza con su voz. Si yo hiciera radio con alguien, ahora en la madurez, quizá eso me ayudaría a sacar lo que, por otra parte, sé que tengo. Pero yo ante el micro solo tengo mi gusto, mi curiosidad y una cierta capacidad de improvisación para salir del paso.

En el terreno de la literatura musical ya has publicado diversas biografías para ahora sacas una obra de ficción. ¿Cuál fue el punto de reflexión interior que dio paso a la idea de hacer una primera novela?

Hace mucho que escribo ficción, pero como ejercicio. El objetivo era una novela y ya la he conseguido hacer. Cuando salió Alaska y otras historias de la movida, en 2002, fue bastante bien a nivel de ventas. Mi editor me dijo que estaba abierto a más ideas pero yo no quería escribir más libros sobre personajes reales. No tenía ganas, y sigo sin tenerlas, de escribir ensayos ni biografías. Quería hacer ficción, así que me hice el Bartleby y contesté: “Preferiría no hacerlo”. Tres lustros después, aquí estoy, con mi primera novela, una ficción sobre la adolescencia, la soledad, el deseo, la tristeza, la belleza, la identidad…

¿Es una novela de sensaciones adolescentes reales de tu vida?

Es una reconstrucción de cosas que viví con mis amigos de la pandilla cuando tenía 14 o 15 años, de otras que viví en soledad en mi cuarto, rodeado de pósters de Lou Reed y Nico. Es una ficción que habla de mí pero no es mi vida. Los detalles más autobiográficos los pueden reconocer algunos familiares o amigos, pero no son los que parecen más evidentes. Es una narración llena de guiños y secretos, hay mensajes codificados a algunas personas. Y los fans de Bowie también encontrarán un nivel de lectura extra. Las alusiones a Low, por ejemplo. Y a Eno. Es una especie de rompecabezas gigante que, una vez construido, forma una figura que se parece mucho a la que tendría el autor en una dimensión paralela.

Una novela que iba a tener tres historias y al final se quedo en dos, ¿cómo fue ese cambio?

Porque uno de los protagonistas acababa montando un grupo de rock y en esa tercera parte contaba su ascensión y caída. Pero no funcionaba, esa historia era un lastre por muchos motivos. Así que desparecieron unas 150 páginas y todo empezó a fluir. El desenlace de esa historia se mantiene en la versión final.

Como eje central musical esta la figura de David Bowie en la época de grabación del disco Low. ¿Por qué elegiste ese periodo musical?

Porque Low es mi álbum favorito de Bowie y esa desesperación de la que nace, esa crisis personal y artística que refleja, se parecía mucho a lo que yo sentía cuando empecé a escribir la novela. La famosa crisis de los 40 me impactó de lleno. De repente me vi solo, perdido en una burbuja adolescente, sin pareja, sin hijos y empezando a ser mayor para ejercer mi trabajo. La tristeza que inunda a Bowie es la que sentía yo en esos momentos así que lo usé para contar todo eso. Como he tardado tanto en acabar el texto, cuando lo retomé hace casi dos años, esa tristeza original ya estaba curada, pero había otra, que era la generada por la inesperada muerte de Bowie. Eso y el hecho de haber cumplido ya por entonces 52 años. Por otra parte, siempre que se ensalza a Bowie sale a relucir la etapa glam y la canción «Heroes». Así que de rebote me propuse darle protagonismo a un tramo de su trayectoria y su discografía que es fascinante por todo. Low fue un desplante. Un disco lleno de piezas instrumentales hecho por un cantante, que cuando canta, lo hace con letras brevísimas. Low apenas tenía rock, era experimental. Es el disco que empezó a hacer que muchos músicos británicos comenzaran a mirar hacia Europa.

Una novela de amistad, primeros amores y en el medio Bowie. ¿Como trataste de entrelazar las dos historias?

Al principio cada una discurría por su lado, no estaban entrelazadas. Había un momento en el que ambas se conectaban, algo que se mantiene en la versión final. Solamente cuando retomé el texto en primavera de 2016 me di cuenta de que funcionaban bien alternando capítulos de ambas historias. Porque inevitablemente, Bowie parece como el gran protagonista de la novela, pero en realidad son los tres adolescentes los más atractivos porque de ellos no sabemos nada, vamos aprendiendo quiénes son a medida que leemos. Son elementos necesarios porque le dan sentido al Bowie de la narración, lo convalidan. Y él los convalida a ellos.

La muerte de Bowie fue clave para escribir la novela.

Como te decía, ya estaba escrita. La primera versión la terminé en 2009. La muerte de Bowie fue decisiva porque activó los mecanismos para que sacara el manuscrito del cajón del olvido y volviera a trabajar en ella.

¿Te veré en algún concierto o festival algún día?

Voy a más conciertos de los que hago creer que voy. Le he cogido gusto a construir ese personaje y me hace gracia sacarlo a pasear y exagerarlo. No obstante, es cierto que en los conciertos no estoy cómodo por cuestiones físicas. Tienen que atraparme por completo para que me olvide del cansancio y del infierno que supone tener a tanta gente cerca. El último en el que me ocurrió eso fue el que dieron León Benavente en el Deleste, no tengo palabras. Lo de los festivales es más complicado porque me supera. Muchas cosas para ver, mucha gente. Yo necesito saber que cuando todo acabe me voy a casa o al hotel y me olvido de todo. Esas maratones no son para mí. No obstante, Profe, si tú me dices ven, lo dejo todo.

 

Texto: El Profe

 

 

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