En el cumpleaños de Elvis, hoy hubiera hecho ochenta y tres primaveras, Manel Celeiro recuerda su figura como icono rock en el especial televisivo del 68. El mítico Comeback Special.
Todos tenemos en mente objetos, figuras, prendas de ropa, películas o fotografías que asociamos de manera automática con el Rock & Roll. Las Harley Davidson, las Norton inglesas, las Lambrettas cromadas, Fonda y Hooper en Easy Rider, Marlon Brando en The Wild One, el malogrado James Dean en Rebelde Sin Causa, autopistas como la Ruta 66 estadounidense, las playas de Brighton, ciudades como Nashville, Memphis, Atlanta, Detroit, Chicago, Seattle, Liverpool, Manchester o Berlín, marcas como Fender, Gibson, Marshall o Jack Daniels. Conservamos en la retina a Jerry Lee quemando su piano, la socarrona sonrisa de locaza de Little Richard, el paso del pato de Chuck Berry, Hendrix pulsando en su guitarra las notas del himno norteamericano ante el desolado paisaje de Woodstock, el molinete de Towshend y el micro volador de Roger Daltrey, Jagger y Richards envueltos en mil pañuelos multicolores aunando sus voces ante el micrófono, la leonina melena de Robert Plant y la guitarra de doble mástil de Page, la vanidad de Freddy Mercury paseándose con corona y capa de reina, Alice Cooper y la serpiente rodeando su cuello, los pantalones de colegial de Angus y unos cuantos cientos de ejemplos más. Pero si una sola efigie pudiera definir el Rock & Roll de una manera rápida y al primer vistazo, sería aquella figura, mitad ángel y mitad demonio, atractiva y desafiante que pudieron ver millones de espectadores de la NBC el 3 de diciembre de 1.968. Un animal enfundado en cuero negro de los pies a la cabeza, seductor, sensual, arrogante, y volviendo a sus raíces musicales más primarias. Una imagen con tanto magnetismo y tanta fuerza que todavía hoy provoca miles de sensaciones al contemplarla. Elvis, El Rey, en su máximo esplendor.
MC