Aquí andaba, esperando a que creciesen unas setas alucinógenas, escuchando novedades discográficas verdaderamente deprimentes cuando, de pronto, pincho el último 10’’ de los Schizophonics; zambomba sónica que esputa puro Detroit en estado de milagro sudoroso y en formato bomba de relojería funde-botines. ¡Esto sí, joder! Un disco que en los sesenta habría sido el terror de los estupas es, en la era del trap, un rifle killer de sonido brutal y autenticidad desparasitada. Abanderados por derecho sonoro de las amplificadas burradas de los MC5 más mostrencos y frenéticos, Schizophonics han llegado a clavar ese sonido rebelde y dinamitero de los 5 de la Motor City. Sí, cavernícolas, ¡los 3 de San Diego son unas putas máquinas de rock asno y sexy! Ooga Booga no tiene ni una canción que siembre la más mínima duda; todo atufa a desenfreno prehistórico, psicodelia, garaje y punk triturado con una maestría contemporánea a la altura de los campeones de los géneros pretéritos que manejan. Uno se pregunta si no es justo eso lo que habría que hacer: cagarse en todo, retomar la cruzada guitarrera en su momento de plenitud y restaurarla en el siglo XXI a base de hostias estruendosas y voces flamea-testículos.
RAFA SUÑÉN
