Dicen que disfrutar la vida es exprimir los pequeños momentos, aprovechar las contadas treguas que la mísera existencia nos otorga. Trazando un paralelismo con el mayoritariamente gris devenir de la música contemporánea, las contadas obras de este británico casi setentón han sido pequeños oasis donde los sibaritas ahítos de pop de calidad han podido saciar su sed y regocijar sus oídos. Muy escasas y dispersas en el tiempo desde que debutara en el 69 con el exquisito The Nightmare of J. B. Stanislas, el que ahora nos ocupa sube a su exiguo tanteador el número tres en lo que a elepé se refiere. Esta rala actividad no ha atrofiado en modo alguno su talento, bien al contrario se muestra en notable nivel compositivo y manteniendo esa voz que aúna calidad y calidez, reportándole estos haberes una magra pero fiel parroquia de seguidores en su gremio: desde Wilco a Teenage Fanclub pasando por Ladybug Transistor han caído atrapados por sus encantos interpretativos. Gary Olson de los últimos citados ha proveído de candorosos arreglos a un preciosista cancionero que bascula entre la sutileza de «Lois’s Diary» (que gran historia) al clasicismo que encarna el tema titular, también por «Music from a Broken Violin», luciendo su versatilidad en «Bacardi Samuel» que parece prestada por John Sebastian, así mismo en esa preciosa chanson que es «Ma Petite Catherine». Talento y variedad, debería cotizar al alza en el depauperado parqué del IBEX musical.
MANUEL BORRERO
