Ser tan inclasificable tiene pros y contras. Y Ariel Pink no sé si ha tenido momentos de duda al respecto, si realmente era bueno seguir con esa campaña o si hubo un momento en el que, de haber dirigido sus tiros hacía una diana concreta, su estatus ahora sería otro. Pero, al fin y al cabo, lo importante es sentirse seguro de uno mismo, y a veces, dinero y portadas no dan la felicidad, y en cambio haciendo lo que te apetece en cada momento, sí la obtienes. Es curioso porque en los dos o tres últimos años han muerto unos cuantos músicos, y algunos son nombres que han marcado la historia de la música popular, pero él se ha fijado en uno en el que casi nadie reparó, en Bobby Jameson. Y a su héroe underground le dedica un disco que no hay por dónde cogerlo, y que por eso mismo, tiene encanto (a ratos). Si antes se empapaba de pop, de psicodelia —precisamente el estilo favorito de Jameson—, de pospunk, de rock colorista en múltiples variantes, e incluso en Pom Pom tocó la tecla de los sonidos caribeños, ahora arranca con una pieza en clave kraut, «To Meet your God». En el resto, el popurrí habitual, pero esta vez más desordenado que en su brillante disco anterior, y entonces había más razones de peso para defender su postura. Ojalá que con tanto excentricismo, no se pierda inspiración por el camino.
TONI CASTARNADO
