La estela del gallo se temía difícil de traspasar. Aquella fue una opera prima casi perfecta que nos cogió a todos por sorpresa: canciones directas de crujiente y sencilla piel pop. Pero Far from the Echoes la agujerea y sin contemplaciones. Salto se aleja de ese cristalino mar turquesa para adentrarse hacia densas y oscuras arenas movedizas. Composiciones, esta vez no tan afiladas, que levitan en el barroquismo y crecen alrededor de estructuras complejas que permiten que el disco narre mejor. Que destile unidad, a la vera holística de un hermoso corpus melódico lleno de fragilidad, melancolía y pura orfebrería. En palabras de Salto: ‘’Nos pusimos más exigentes y ambiciosos y creo que gracias a ello ha quedado un disco mucho más creativo. Tanto los productores como la banda aportaron ideas magníficas sin parar y así fue mucho más fácil. El resultado es un disco hecho por amigos pasándolo bien y entregados a tope y eso se nota’’. Este es el feeling que supura el disco. Salto como declarado y reconocido connaisseur, gourmet y arqueólogo musical se ha rodeado de un equipo que le permite apuntar a la excelencia. En él destacan Rams y Marti, con una de las mejores producciones que un servidor haya escuchado jamás, a la altura de los clásicos. La banda tiene el groove del silencio y Salto está pletórico en la interpretación vocal, con ese tremolo a lo Tim Hardin, esa dulzura de Pete Dello y esa delicadeza de los Sagitarius de Gary Usher. Podría decir que Far from the Echoes es el sueño de Salto, el ultimo gran quijote de la nueva inteligentsia pop.
ANDREU CUNILL CLARES
