Igual que otros artistas de su generación Neil lleva un tiempo desempolvando archivos y poniendo al alcance del público viejas grabaciones. En este caso se trata de un álbum que no llegó a ver la luz en su momento ya que a los jefazos de su discográfica no les acabo de hacer el peso. Alegaron que parecía una colección de maquetas, un esbozo de canciones más que un disco en toda regla, asunto en el que dejando aparte otras valoraciones es posible que no fueran demasiado errados en un primer juicio a la hora de ver como se podía vender y buscar el rendimiento comercial. Las diez canciones fueron registradas en una sola noche, la del 11 de agosto del 76, entre cervezas y hierba tal y como el propio autor ha explicado. No estamos ante una joya perdida, solo dos de los temas los podríamos considerar “inéditos”, sin embargo, escuchado en la actualidad, es el fiel reflejo de la muy fructífera etapa que el canadiense atravesaba por entonces, tocado por la varita de las musas paría composiciones de altos vuelos una detrás de otra, sin esfuerzo aparente, un genio en pleno y efervescente febril estado creativo. Es una gozada poder situarse mentalmente en esa madrugada de verano en el Indigo Ranch y saborear a un Young desnudo, solo acompañado por acústica, piano y armónica, desgranado una tras otra perlas como «Pocahontas», «Powderfinger», «Human Highway», «The Old Country Waltz» o «Hawaii» en una secuencia histórica.
MANEL CELEIRO
