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James Leg, Planta Baja (Granada)

En vísperas de Halloween, apareció por la ciudad este caballero sureño, y en poco menos de una hora crispó pelos y ánimos del numeroso público que atendió a su tremebunda liturgia, acompañado de un monaguillo/batería que no dejó títere con cabeza, parche ni baqueta sana. Mucho más estremecimiento produjo que toda esa caterva de cipotes que se pone la calabaza por cabeza el día de difuntos, con el añadido que con Leg no hay trato ni mucho menos truco que valga. Enfrentados física y musicalmente los dos oficiantes, alterados los nervios del público, que tenía la sensación que cada uno representaba una locomotora de la Union Pacific lanzadas a un tremendo choche frontal, el set list arrasó cual tornado los polvorientos caminos del rhythm and blues más bastardo y las letanías de las iglesias menos ortodoxas, entonadas por un cantante en permanente riesgo de ictus vocal. Los bajos proporcionados por el Hammond, dejando sitio para que un baqueteado Fender Rhodes arrasara con sus riffs tímpanos y extremidades, el huracán escénico no tuvo contemplación alguna con el cancionero de su último “Blood On The Keys”, cual apropiado título, y si las teclas no manaban sangre sí que estaban empapadas del sudor producido por una aberrante entrega escénica que dota a su show de una veracidad insólita en los tiempos que corren. De postre, versión del clásico “Fever”, que debió dejar a su tándem de compositores, Davenport/Cooley, en el limbo en que se hallen, renegando su autoría de tamaño aquelarre musical.

Texto: Manuel Borrero

Foto: Eva Fraile

 

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