Hay algo que siempre le distinguió del resto de compañeros de farra: el sentido del humor, las variantes en las canciones de tan solo tres minutos, el factor sorpresa, pero sobre todo, esa forma de conducir la música. La virtud de llevar al oyente hasta el otro plano, sorprender sobre lo que ya no es sorprendente. Porque seamos realistas, cuesta descubrir una nueva fórmula. Se me antoja prácticamente imposible. No es que uno sea pesimista, es que no ya no hay forma, lo vendan como lo vendan. En cuarenta años la gente verá el rock como el que ve un cuadro de Picasso en la actualidad y dirá: ‘’Esto era alucinante’’. Alice sigue pintando su cuadro. Lo hace sobre las tablas —como demostró en el fascinante concierto ofrecido bajo el marco del Rockfest barcelonés— y lo hace con su vigesimoctava obra de estudio. Paranormal es un capítulo emocionante, refrescante, bello. Hay un Alice por cada canción: el psicodélico («The Sound of A»), el listillo con olfato callejero («Holy Water» y «Dead Flies»), el maestro de ceremonias («Fireball»), el perfecto compositor de melodías («Private Public Breakdown»)… Dios, hasta tener a Larry Mullen de U2 a la batería ha sido un acierto, pues despoja de cualquier elemento metalero al concepto de las canciones. En el CD extra se incluyen dos canciones nuevas junto a los camaradas del viejo Alice Cooper Group. Pero intuyo que se han guardado lo más creativo para el año que viene, su quincagésimo aniversario. Sea como sea, Paranormal es lo mejor que han hecho Alice y Bob Ezrin desde Dada. Respecto a los últimos 25 años, en el podio junto a Dirty Diamonds, The Eyes of… y Last Temptation. Larga vida a Alice, una vez más. Remember The Coop. Siempre.
SERGIO MARTOS
