Encuentros

Luther Russell: El Rock es un estado mental

No se puede decir que la carrera como compositor de canciones resultara una sorpresa en su casa. Luther Russell nació en una familia de letristas de los días del Tin Pan Alley, y tanto su abuelo materno como su tío abuelo están en el Songwriter’s Hall Of Fame. “Para mi familia,”, nos cuenta Luther, “una buena rima, y el sentimiento que la acompaña, era tan apreciada como las buenas notas o mantener los dientes limpios, era el oficio familiar. Fui consciente de eso desde muy pequeño, y de su influencia en nuestra vida diaria.” Quizá no el estilo, pero la larga carrera de Russell refleja esa aproximación casi artesanal al oficio, capaz todavía de extraer pepitas de oro de una mina hiperexplotada. Nos visita este mes en: 17 Dabadaba-Donosti, 18 Colegio Abogados-Bilbao, 19 Café Berlín-Madrid, 20 Winter Indie City-Segovia, 21 Biblioteca-Poblete (Ciudad Real), 27 Casa del Loco-Zaragoza, 28 Loco Club-Valencia.

Ha llovido mucho desde que a principios de los 90 The Freewheelers intentaran despegar desde una compañía como Geffen sin encontrar el premio que su roots rock con agallas merecía. Paradójicamente, tras el estrepitoso fracaso de Federale, un proyecto mimado con Marc Ford que no llegó ni a estrenarse discográficamente, Russell fue encontrando una voz propia, menos rota y más rica melódicamente, en discos como Spare Change y Repair, austeros, tristones en el fondo pero brillantes en la forma, que desembocaron en el ambicioso doble The Invisible Audience, rutilante compendio de sus virtudes.

Hace poco nos visitó con Jody Stephens, presentando el disco que grabaron como Those Pretty Wrongs en conciertos tan íntimos como emotivos, y ahora se le nota encantado de que Hanky Panky edite Selective Memories, una desbordante recopilación que resume y arroja nueva luz sobre sus casi cuarenta años de carrera.

Llegaste a Los Ángeles cuando tenías 17 o 18 años. ¿Ya tenías en mente tu carrera musical?

Creo que sí. Me afectó muchísimo la muerte repentina de un camarada musical muy cercano a mí, y me vine a LA a casa de un primo. Allí conocí a algunos músicos con los que compartía gustos, como Jakob Dylan. Sabía que podía escribir canciones y quizá cantarlas mientras tocaba guitarra o bajo, y estaba desesperado por intentarlo. Esa extraña determinación me ayudó a soportar muchas noches solitarias lejos de casa, y no estoy seguro de que mi perspectiva musical y como letrista haya cambiado tanto hasta el día de hoy.

En las primeras grabaciones de los Bootheels, el grupo que formaste con Jakob, hay mucho de The Replacements.

The Replacements eran enormes para mí. Paul Westerberg era un dios. Otros, como Hendrix, escucharon a Dylan y creyeron que quizá ellos también podían componer, y a mí me pasó lo mismo con Westerberg. Algo hizo clic cuando oí Let It Be y Tim, algo que me dio un empujón hasta la línea de salida y también un espacio que compartir con otros músicos. Siempre quise tener un grupo, desde muy chaval, y por fin grupos como The Replacements me proporcionaron algunas herramientas y un modelo para hacerlo.

Creo que tus discos sólo empiezan a sonar “bien” en la segunda parte de tu carrera, y no hablo del aspecto técnico. Lo digo porque en Selective Memories se nota que siempre fuiste muy bueno grabando maquetas. Todas las del primer CD suenan “mejor” que tus discos de aquellos años, a pesar de los grandes productores.

Estoy de acuerdo. Siempre supe que podía convertirme en productor. Aprendí muchísimo del caballero que produjo el debut de The Freewheelers, John Fischbach. Había trabajado con leyendas como Carole King y Stevie Wonder, y se tomó su tiempo para enseñarme y ponerme en el buen camino. Tuve muchísima suerte. Aprendí mucho de todos los ingenieros y productores con los que trabajé. Pero lo cierto es que prácticamente me crié en estudios, porque mi padre empezó a componer en los 70 y me llevaba a sesiones de grabación. Cuando tenía 14 años empecé a manejar grabadoras de cuatro pistas y ya no paré. Todavía pienso que se puede hacer magia con esos aparatos, y de hecho en Selective Memories hay montones de grabaciones en cassette.

Chuck Prophet contaba que Jim Dickinson le dijo a algo así como “todo lo que grabo es un disco. Sólo es una maqueta si la cinta tiene mucho ruido de fondo”.

En mi opinión en una gran grabación influyen muchos aspectos, de los más importantes el sentimiento y la intención, que tienen que estar presentes tanto si estás en un estudio de un millón de dólares como en uno más barato. Creo que estoy con Dickinson, una grabación es un disco, pero me llevó mucho tiempo darme cuenta y aceptarlo. Siempre lo supe, pero creo que sólo me convencí a base de conseguir mejores resultados en casa y deshacerme de parte del ego. Si tienes una buena canción, una buena toma y una generosa dosis de inspiración, puedes conseguir una gran grabación.

«Little Miss Fortune» es una mis favoritas de The Freewheelers. Tiene un inconfundible aire Faces, y sería ideal para Rod Stewart. No sé si te parecerá una locura pero, viviendo en LA, grabando para una compañía grande locura, ¿a nadie se le ocurrió enviársela?

Esperábamos que alguien lo hiciera. Sabíamos que tenía ese toque Rod. Una vez escribí una para Ringo. Los Posies, que fueron compañeros de sello, consiguieron colocarle una. Llegué a escuchar que The Replacements intentaron hacerle llegar «Sixteen Blue» a Rod. Hubiera sido la leche.

The Freewheelers vivían en LA al mismo tiempo que Nirvana y el grunge arrasaron con todo. ¿Quizá no era el momento y el lugar adecuado para un grupo como vosotros?

No tengo ni idea. Puede que no tuviéramos el sonido grunge, pero sí la actitud punk rock. Muchas bandas de aquella época no encajaban en ese molde y les fue bien, The Jayhawks, Mother Hips, muchas que ficharon por American como nosotros y siguieron su propio camino, más rootsy. Nosotros pasamos desapercibidos por distintas razones, como el auto sabotaje. No cooperábamos, creíamos que hacer un video era venderse, y en realidad entonces lo era. Cutre y ridículo. Así que vives y aprendes.

Por lo menos The Freewheelers publicaron dos discos. ¿Qué pasó con Federale? Parecía que lo teníais todo muy encaminado y ni siquiera llegasteis a debutar.

Ahí sí que no tuve culpa. Hicimos lo que teníamos que hacer, tanto yo como Marc Ford ya habíamos aprendido de errores pasados. Teníamos grandes canciones, y una banda impresionante, pero todo el mundo buscaba fichar al próximo Limp Bizkit y la industria pasaba un momento de incertidumbre. Innerscope se tragó a Geffen cuando firmamos, y nos dejaron escoger productor. Escogimos al puto Steve Albini, ¡y accedió! Entonces el sello cambió de opinión y yo tuve la nada envidiable tarea de cancelar lo de Albini. Una mierda. Por fin escogimos a Jack Douglas de una lista que nos dieron. Las canciones estaban ahí, el lo sabía, nos adoraba e intentó ayudarnos pero al final Innerscope canceló todo. Aquello no tuvo ni pies ni cabeza. Eran los primeros días de internet, nos habíamos ganado muchísimos fans a base tocar y la grabación con Jack tenía muy buena pinta. Fue devastador y nos dejó destrozados, sin fuerza para seguir. La verdad, ni siquiera me gusta recordarlo.

¿No es un poco extraño empezar tu carrera en solitario con dos discos tan diferentes entre sí como Lowdown World (1997), acústico y con trazas de blues, y Down at Kit’s (1999), r’n’b instrumental de ramalazo funk comandado por el órgano?

No para mí. Tras años de tratos con el negocio musical, sólo quería coger mi cuatro pistas y hacer lo que me diera la gana. Y en Portland, donde vivía por entonces, todo el mundo me apoyaba. Sólo publiqué Kit’s porque se lo pasé a algunos bares y no dejaban de ponerlo. La cosa fue creciendo y me convencieron para editarlo. Pero Lowdown fue el que me dio a conocer en la ciudad y me ayudó a entablar algunas amistades que todavía se mantienen, como la de mi buen amigo Fernando Viciconte.

Has grabado un buen número de discos que nunca llegaron a editarse. De todas maneras, parece que para ti es como sí lo hubieran sido, e incluso influyen en la dirección musical de los siguientes.

Sí, la verdad es que “hago discos” desde que era un adolescente. Algunos encuentran salida y otros no. Por ejemplo, grabé uno instrumental en 2012 titulado How I Won The West. Un tema aparece en la recopilación de Hanky Panky, y quizá lo suba este año a Bandcamp. Tal vez un proyecto influya en el siguiente, pero la verdad es que no pienso mucho en ello. Así como me gustaría grabar algo instrumental al estilo de John Fahey, lo siguiente puede ser un disco de rock and roll simple y directo, como Medium Cool.

Has trabajado con grandes nombres, y recibido elogios de ellos. ¿No te cansa que todo el mundo hable maravillas de ti y que eso no se refleje en tu carrera?

¡Nunca me canso de recibir elogios! Es broma. No veo lo que hago como una “carrera”. Simplemente hago música hasta que ya no pueda más, o no me apetezca. Lo creas o no, creo que he tenido mucho éxito. Dedicarme a un tipo de música que no es precisamente comercial y haberme ganado la vida con ella durante 25 años creo que es la definición de éxito. Hago los discos que quiero hacer. Puedo hacer música con héroes personales como Jody Stephens o Robyn Hitchcock. Si alguien me hubiera dicho a los 17 años que iba a publicarse una retrospectiva de mi música me habría quedado estupefacto. El reconocimiento tiene muchas formas, y la fama no es la que yo he buscado.

Has pasado por todo tipo de situaciones discográficas. ¿Cómo ves la debacle de la industria? Desde el punto del artista, ¿ha cambiado para mejor o para peor?

¿Prefiero el “viejo” sistema, en el que un grupo como los Beatles tuvieron que pelear con uñas y dientes para alcanzar la grandeza, y llegar a esa posición a base de determinación, trabajo duro y sí, un poco de suerte ¿Un sistema en el que los mejores llegaban arriba? Por supuesto. Mejoraba el panorama musical. ¿Hay demasiada gente haciendo música en la actualidad? Ese no es el problema. El problema, si es que lo hay, es que se tiene a la música por una afición sin un futuro claro. Por eso hay tantos “aficionados”. Antes se necesitaba una cierta audacia para no desfallecer, si creías que tenías el talento y las condiciones necesarias para silenciar una sala. ¿Disminuye la saturación el impacto de la música? Es difícil de decir. Lo mejor siempre destacará y siempre habrá música de mierda. Presto mucha atención a lo nuevo, especialmente al mundo del rock and roll, y hay unos cuantos artistas ahí fuera absolutamente brillantes, gente como Michael Rault, The Cairo Gang, Zen Mother. Y con algunos de ellos he podido trabajar: Fever The Ghost, Luke Rathborne and Ned Roberts.

Desde que empezó el SXXI tus discos suenan más pop, más melódicos y con más armonías. Parece que encontraste tu voz y tu estilo definitivo a la altura de Repair.

Es cierto. Spare Change (2001) fue muy personal, pero era sólo yo con mi guitarra acústica. Sabía que para Repair (2007) quería algo más cercano a un disco de pop. Recuerdo que mientras lo planeaba con Ethan Johns, acordamos que Let It Be sería un buen punto de partida, porque era un gran disco de rock and roll, pero básicamente acústico y con partes muy crudas. Ethan me hizo cantar todo el disco en directo, y eso lo hizo muy personal. Desde entonces he intentado grabar buenos discos de rock and roll melódico, es lo que me gusta escuchar. En ese sentido, no soy tan diferente de gente como Jeff Tweedy, aunque siempre he tenido un raro toque personal porque he sido un artista bastante aislado. Otras influencias han sido Sly Stone, Marvin Gaye o Stevie Wonder, pero también Gene Clark, Doug Sahm, Harry Nilsson y Randy Newman.

No sólo esos, sino que Big Star parece una gran influencia en tus discos más recientes, tanto su parte más melódica como la más oscura.

También es cierto. Se nota tanto porque fueron una influencia enorme desde que era un chaval, aunque no fuera la dirección que seguí cuando empecé con The Freewheelers. Debería haberlo hecho, pero en aquellos días intentaba luchar contra mis primeras intuiciones. Si hubiera seguido mis instintos habría sonado más a Big Star, Neil Young y The Byrds, pero escogí la dirección Dylan/Band/Waits. Gracias a algunas maquetas, Selective Memories corrige algo esa imagen de mi primera época. Por fin, creo que ahora hago lo que debería haber hecho desde el principio.

Por cierto, te vi acompañando a Jody Stephens y disteis un concierto muy especial. ¿Es siempre así?

Siempre es muy especial tocar con Jody. Nunca te aburres y es todo un desafío. Nos consideramos tipos afortunados por poder hacer lo que hacemos y tener un público al que le interesa. El disco que grabé con él es una de las cimas de mi vida. Y ahora mismo casi tenemos escrito uno nuevo, así que estad atentos.

The Invisible Audience suena como un resumen de los diferentes estilos que llevas manejando todos estos años. ¿No crees que eso puede haber jugado en tu contra comercialmente?

En realidad, no considero que tenga una carrera como tal. Cuando se publicó The Invisible Audience, pensé que me iban a machacar por indulgente, pero creo que meterme en algo ambicioso era lo mejor para mí. No es que el contenido sea tan arriesgado, es cómo se mezcla. Es un viaje muy personal. Se podría decir que si me hubiera centrado en un estilo me habría ido mejor, pero el haber tocado tantos estilos y grabado discos tan diferentes, me ha permitido ganarme la vida por varios medios. Vivimos una época en la que los músicos ganamos más dinero colocando música en anuncios, películas o TV. Me ha ido muy bien en ese sentido, así que, al contrario que Brian Wilson, creo que yo nací para estos tiempos.

Selective Memories se cierra con «The Sound of Rock & Roll» que suena exultante, casi un himno al poder curativo de una música para muchos cada vez más irrelevante.

Me alegra que digas eso. «The Sound of Rock & Roll» trata de lo que me llevó a meterme en todo este lío. No estoy de acuerdo con esa opinión que desprecia la importancia del rock and roll. Sólo tienes que fijarte en sellos como Burger Records, o en otros como Hanky Panky y Omnivore que rescatan el material de archivo menos conocido. Es algo underground, pero el apetito existe. El rock and roll no se va a morir, porque es humano y tiene que ver más con una actitud que con un sonido. Kendrick Lamar es rock and roll. Ice Cube es rock and roll. Coltrane es rock and roll. Para mí, por lo menos. Dylan todavía alcanza el número 1. El último disco de Bowie fue su mayor éxito y tan arriesgado e innovador como el que más. Nadie puede matar al rock and roll, porque es un estado mental, no un sonido.

¿Qué nos espera ahora?

Medium Cool ya está terminado, sólo falta la masterización. Es un disco clásico, rock and roll simple y directo muy en el estilo de Radio City y Sincerely de Dwight Twilley. Hay un par de momentos oscuros, pero para variar he intentado hacer un disco animado. Espero que se edite pronto, aunque soy algo perezoso para mandárselo a la gente que pudiera estar interesada.

 

Texto: Carlos Rego

 

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Contacto: jorge@ruta66.es
Suscripciones: suscripciones@ruta66.es
Consulta el apartado tienda

Síguenos en Twitter