Ni alternativo, ni marginal, ni punk chachipiruli, lo que el madrileño Kike Turrón ha encerrado en los diez temas que conforman el segundo álbum de Turrones es la justa perspectiva de la madurez. Mitad junto a Kike Babas del dúo de reporteros dicharacheros Buitre No Come Alpiste, que sin duda recordarán los lectores más viejóvenes, y ejecutor de electrizante roña undergrún en los desaparecidos Kink Putreak, aquí se ve en lo alto de la colina y mira hacia atrás, a esa madre que se deslomó para sacarle adelante («Los Caminos de la Vida»), oteando al otro lado un presente que ya se está haciendo futuro y aprestándose a ponerles GPS en la boina a esos jóvenes obligados a emigrar («Mis Hijos Se Marchan Fuera»), a los que de ningún modo debemos traspasar nihilismo, si no la necesidad de aprender y hacerse fuertes. Acompañado de un rumboso combo —Carlos Saurón (guitarra), Sergio Mayo (bajo) y Fernando Moreno (batería)— el cantautor urbano puede bañarse en costumbrismo, banjo y violín incluidos, en «De Tripas Corazón», y luego retomar el pálpito roquero en «La Garganta Rugirá» o «Calientes y Crujientes», donde le echa una mano Rosendo. Hay pintoresca crónica social en «La Fauna», sentido homenaje en «Janis Winehouse», y un tango que haría bizquear a Tom Waits, «Tentados». Pero sobretodo la voluntad de que ‘’las canciones que eran chivatos inoportunos de las esquinas sombrías de la vida’’ den paso a una actitud más serena. Los caminos vitales no serán los que imaginamos —y el ‘’ser o no ser’’ del bardo es solo un contrato que garantiza el final— pero… qué bien despertarse cada mañana, ¿eh?
IGNACIO JULIÀ