Descubrir ciertos enigmas supone un riesgo no siempre calculado, y más si hacen referencia a un personaje singular como Waits. Encumbrado como visionario de nightclub, poeta de hígado y corazón troceados y garganta desgarrada, acumula un buen número de álbumes para enmarcar. Superado un primer estadio en el que parecía destinado a quedar enclaustrado, radical y minoritario, fue capaz de dar el gran salto mortal y caer de pie. Todo quisque le conoce, las entradas de sus conciertos cotizan a precios sonrojantes y se le ríen todas, o casi todas, las gracias. Publicar a estas alturas dos CDs, editados de forma simultanea pero independiente, podía arrojar luz sobre los cimientos sobre los que ha construido su carrera: lo que ahora se ofrece son las maquetas que grabó dos años antes de que apareciera Closing Time, su primer elepé oficial. ¿La conclusión, una vez escuchado lo que ocurrió en un estudio de Los Angeles entre julio y diciembre de 1971? Que hizo bien en dejar pasar el tiempo, madurar las composiciones, su desarrollo, su dinámica interna y el modo de interpretarlas. Porque hay madera de la buena, sin duda, pero el resultado carece de gancho, su apego a la guitarra le resta potencia y su intento de entonar cual cantautor al uso juega en su contra. Ahí estaban «Ice Cream Man», «Midnight Lullabye» o «Grapefruit Moon», y piezas que reservó para The Heart of Saturday Night (1974) como «Diamonds on My Windshield», todas ampliamente mejoradas posteriormente.
ALFRED CRESPO
