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Los Enemigos, Festival Altaveu (Sant Boi de Llobregat)

 

Como única fecha en Catalunya durante esta temporada se presentaban los madrileños (aunque Josele es catalán de adopción desde hace unos años) dentro del festival Altaveu. Evento que en aras de ampliar sus horizontes y de atraer a un público más diverso ha abierto su programación al rock después de transitar por una línea claramente identificada con el sector cantautor y las propuestas más intimistas. Es evidente que esta nueva orientación, junto a novedades en el ámbito de las actividades paralelas, puede suponer un notable cambio en su oferta. Con la plaza del Ajuntament bien nutrida de personal Los Enemigos demostraron, por enésima vez, que son una de las mejores formaciones que ha dado el género en el apartado nacional.

En la actualidad suenan como un tiro, tan engrasados que resbalan, y con una profesionalidad a prueba de bomba. Atrás quedan los años salvajes, de ellos y de su público, y su cancionero clásico es igual de efectivo que cuando fue compuesto. Reforzado además por un último álbum, Vida Inteligente (2014), editado después de su reunión y que aporta temas que encajan de maravilla junto al resto. Además se les ve felices, disfrutando de los conciertos que ofrecen y de esa conexión con sus seguidores que no solo conservan si no que se ve aumentada por el paso del tiempo.

Escogieron un repertorio equilibrado donde no faltaron himnos celebrados convenientemente por la audiencia, «Me Sobra Carnaval», «Septiembre», «Desde el Jergón», una aplastante «No Amanece en Bouzas», «Yo, El rey», «An. Tonio», «John Wayne», «Ser Humano», «La Cuenta Atrás», «La Otra Orilla», y composiciones más recientes en las que no pierden fuelle, caso, por ejemplo,  de la fantástica «Cementerio de Elefantes».

Josele y Manolo cruzan sus guitarras, excelentes durante todo el concierto,  con el entendimiento y la compenetración que dan los años mientras Fino (con sonrisa permanente) y Chema tejen el entramado rítmico que sostiene el edificio. Y esas letras, irónicas, secas, cortantes, que trazan en pocos versos la vida misma, sabiduría callejera hecha poesía con la mano maestra de Santiago, sin perder nunca el norte.

Tras casi dos horas sobre las tablas se despiden de un público rendido  a sus pies, “solo somos una banda de rock que sin vosotros no sería nada”. Claro, pero como escribía al principio, son una banda como la copa de un pino. Incombustibles.

Manel Celeiro

Foto: Xavi Mercadé

 

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