La contención no es la mejor manera de atraer atención, y tal vez por ello han permanecido los autores de Newness Ends en una asumida nebulosa que tiene en sus elecciones musicales la más coherente de las traslaciones. Sobrios, escuetos y prístinos, asimismo intensos y secos, el hecho de que los hermanos Kadane —junto a sus acompañantes Chris Brokaw y Mike Donofrio— solo hayan publicado cuatro trabajos desde 2001 refleja bien su meticulosa atención al detalle, su voluntad de operar desde cierta marginalidad, como si nunca se hubieran ido del todo o nunca estuvieran mucho tiempo cerca. En su primera grabación desde 2008, retoman y amplían nuevamente los antiguos Bedhead los postulados de aquel grupo seminal, axiomas basados principalmente en el trenzado de guitarras eléctricas que, dado su gusto por lo tenue, se detienen apenas un paso antes de una euforia eléctrica que trocaría sutileza por mera efectividad. Pero de manera casi imperceptible, pues son canciones que demandan paladeo reposado, atención y respeto, desvela Snow su primorosa edificación —desarrollando apuntes ya perfilados en el anterior disco; por ejemplo, ese piano eléctrico que en «The Last Fall» fructifica con juguetón guiño al pop barroco de los sesenta— que no recarga su vaporosa condición. Que sus cuarenta minutos hayan sido grabados y reelaborados durante toda una década, y solo cuando unas prosaicas obligaciones profesionales lo permitían, esclarece perfectamente su concentrado temperamento.
JOSÉ LUIS TORRELAVEGA
