Discomático

LCD Soundsystem – American Dream (Columbia, Sony)

 

James Murphy siempre ha sido muy astuto a la hora de llamar la atención de fans y medios. Sin duda, su mejor jugada de márquetin, aunque no fuera orquestada como tal (¿o sí?), fue la de separar la banda organizando una despedida con bombo y platillo nada menos que en el Madison Square Garden, para acabar volviendo tan solo cinco años después; cosa que puso mosca a buena parte de su parroquia. El resultado inmediato, toda vez anunciada la sorprendente vuelta, fue una larga gira de resurrección por casi todos los festivales del planeta. Pero sabedor de que su leyenda merece algo más que eso, James Murphy también se ha puesto manos a la obra preparando nuevo material.

American Dream, cuarto disco de LCD y primero en siete años tras el mencionado parón, aglutina buena parte de los vicios y virtudes que han acompañado a los de Nueva York en su periplo anterior. Esto es, grosso modo, rock, disco, sintetizadores y un cuidado apartado compositivo y de producción, siempre inspirado en los cientos de referentes que maneja Murphy, melómano y freak donde los haya. El disco empieza rocoso y poco amigo de los hits, con un cuarteto inicial en el que destacan las muy Talking Heads «Other Voices» y «Change Yr Mind», ambas dotadas de un elegante y sofisticado sentido del punk-funk más cosmopolita.

En el núcleo del elepé, emerge «How Do You Sleep»; una larga y oscura celebración cuyo primer tramo gustará a los fans del primer Nick Cave, para después arrancarse en una suerte de epopeya disco sombría. «Call the Police» es el momento “arena rock” del álbum. Un homenaje a la épica de estadio que aúna tics propios de Bowie, U2 y Brian Eno, todo llevado en volandas por un tándem bajo/batería inapelables. El otro gran hit es «Tonite», tour de force para la pista que une el molde sintético de The Human League con el clásico patrón rítmico de la música disco. Tanto «American Dream», la canción, como la inicial «Oh baby», se adivinan dos bonitos homenajes a Suicide, en los que la aparente jovialidad musical contrasta con un contenido lírico harto menos amable, donde se abordan las dudas existenciales de un hombre que afronta su madurez. En «Emotional Haircut» retoman la pegada del rock, alcanzando interesantes cotas de intensidad eléctrica y mala leche, haciendo un guiño al Harry Nilsson de «Jump Into the Fire».

Por ultimo, «Black Screen» es un sentido homenaje a Bowie en el que James Murphy se sincera, explicando lo importante que fue para él compartir amistad con el genio británico durante la última etapa de su vida. Un homenaje también musical, que suena inequívocamente a ese último y sabio Bowie; el que escribió sus últimas canciones a sabiendas de su trágico destino. Bonito y cósmico cierre para un disco que crece a medida que le damos oportunidades, hasta erigirse una obra mayúscula, enciclopédica en lo musical y detallista en su acabado.

Texto: Daniel González

 

 

 

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