El planteamiento no puede ser más sencillo. Fran Nixon sale de casa al volante de una furgoneta y armado de su guitarra para una serie de actuaciones en escenarios modestos, a ras de suelo, a veces sin amplificar. Durante la semana aprovecha para visitar a amigos y artesanos de todo tipo (aceite, ropa, diseño gráfico…), hasta llegar a la fábrica de vinilo también casi artesanal que fabricará Lo Malo que nos Pasa, su último disco. La relación entre su oficio de compositor y el resto de procesos artesanales subyace en todo el documental pero, en realidad, el viaje es una excusa muy bien hilvanada por David Trueba para retratar a un músico plenamente consciente del lugar que ocupa tras la exposición mediática de Australian Blonde, que reflexiona sobre el éxito demasiado temprano en talleres y bares (los ruidosos bares españoles, coprotagonistas imprescindibles), la pesadez de las jornadas en furgoneta pasados los 40 o las desdichas del cantante ya veterano que tiene que encargarse de todo en un negocio cada vez más pequeño. Los encuentros son pequeñas celebraciones entre supervivientes y apenas hay quejas, ni siquiera en esas actuaciones acústicas en las que el ruido del público siempre está presente, y de las que Fran Nixon sale triunfante a base de cercanía, buen humor y confianza en sus canciones, como un Jonathan Richman castizo y menos excéntrico.
CARLOS REGO