Que Ryan es el último gran innovador dentro del rock norteamericano es una verdad como un templo de grande. Igual que su conflictivo carácter y su incontinencia creativa. Así como su irregularidad a la hora de subirse sobre las tablas. Por lo menos en las dos visitas a la piel de toro en las que un servidor estuvo presente. Aquel beodo e incoherente concierto en la sala Bikini de Barcelona a principios del 2002 y su posterior inclusión en el cartel del Azkena Rock 2004, un pase fallido y caótico que queda en el histórico del festival como uno de los peores recitales que se han visto en Mendizabala, convertían su regreso a la ciudad condal, ¡quince años después!, en toda una incógnita. Y pese a que los comentarios del día anterior en Madrid hablaban de que estaba en forma un servidor no pudo evitar plantarse frente al escenario Time Out con los interrogantes sobrevolando en la cabeza. Interrogantes que empezaron a encontrar respuestas tras el inicio, vibrante y arrebatador, con «Do You Still Love Me?». Era evidente que aquello sonaba, sus acompañantes expelían la solera de décadas de rock desde sus instrumentos, y Ryan, arrogante, desatado, comunicativo, parecía encontrarse en su salsa. Así se sucedió un repertorio suculento, combinando temas de diferentes etapas, sazonado con certeras interpretaciones de «New York New York», «Cold Roses», «Stay With Me», «Two», «Gimme Something Good» o «When the Stars go Blue», que iban creando un crescendo culminado en una parte final de traca con una impresionante «Come Pick me Up» y las guitarras desbocadas de «Shakedown on 9th Street» con Ryan alejándose de esa imagen de timidez y desconcierto que lo rodea enfrentándose desafiante al público, pie en el monitor, guitarra al aire, pose de estrella de rock, antes de poner el broche de oro en solitario, acústica en mano, con una sentida «My Winding Wheel». A la tercera fue la vencida y, por fin, pudimos presenciar un concierto digno de su talla como artista.
Texto: Manel Celeiro
Foto: Cruïlla Oficial
