Vini, vidi, vinci. El Loco agotó entradas 10 días antes del concierto, y eso en sí ya creó expectación. Sant Jordi Club tiene tiene un aforo de 4.600 personas, una cifra nada despreciable… y todos ellos estaban coreando y levantando los brazos en la primera canción, “Salud y rock and roll”. Se notó la reciente incorporación del rockabilero Mario Cobo en temas como “Piratas” o “Quiero un camión” con influencia western y aportes de Steel guitar y contrabajo que le daban un toque más añejo, con más detalle, fino, elegante. Igor Paskual sigue siendo el torbellino que pasea su “espagar” por todo el escenario e invita a que el respetable se mueva con él. El Loco no se quedó atrás, se marcó sus pasitos de baile enfundado en su traje de cuero con canesú de piel mientras cantaba su “Ritmo del garaje”.
Emotivo fue el homenaje a Alfredo Calonge, mítico miembro de Los Negativos, y fue Roberto Grima, compañero de Alfredo en los inicios del combo y presente en muchos terrenos de la carrera de Loquillo, quien subió a tocar en su recuerdo. (foto). El grupo estuvo en todo momento unido, cuadrado, impecable, mientras que su vocalista los apoyaba continuamente recordando sus nombres, ensalzando sus figuras, y ellos mostraban sus habilidades de escenario. Se ha criticado mucho el que no sea un Pavarotti, pero pocos artistas han sido capaces de encumbrar otros talentos que a su vez los encumbrasen a ellos y todo junto hiciera un producto tan creíble, tan roquero en esencia aunque sea a nivel comercial paralelamente. Mis respetos, José María Sanz y familia musical.
Texto: Diana CF.
Foto: Xavier Mercadé