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Gijón Sound Festival: Rebosando la ciudad

El Gijón Sound Festival comenzó debatiendo sobre las posibilidades, y los peligros, del uso de la industria musical a la hora de hacer ciudad, incluso de construir un modelo económico de ciudad, y lo puso en práctica en tres salas dinstintas, escenarios en la calle y entornos ajenos a la música popular como la sala de pinturas de la Universidad Laboral. Predicando con el ejemplo.

En la Subterránea comenzaban a gestarse los primeros acordes, lo de Fantástico Mundo de Mierda y Losone, dos perlas bien cultivadas de nuestra región, en la Sala Acapulco estaba esa maravilla que se hace llamar Glen Hansard (lo de este tipo es de escándalo), acompañado de Javier Mas para homenajear a Leonard Cohen, y en la Sala Albenis fluyeron las melodías de Julieta Venegas así, como ese tequila que te bebes por hacer la gracia y te hace bailar como en una verbena al ritmo de la ex Tijuana No (escuchen, escuchen a los mexicanos), hasta con Manel se bailó, y mucho.

Para el sábado quedó el vermú desquiciado de Joe Crepúsculo, la belleza inquietante de Isasa y Elle Belga, la fuerza descarriada de Las Potras o Los Bengala, el polvo del camino DePedro, la sonrisa desbocada de Bumaye! (con el enorme Iñigo Cabezafuego) y la orfebrería viva de Alberto & García, el huracán apasionado de Max Gamuza y la explosión de unos Novedades Carminha que reivindican la diversión sudorosa, el baile como transgresión, y el calor como hábitat pegajoso que saciar con un suplemento añadido, esa mezcla del punk con cerebro ochentero, electricidad hedonista e himnos que llevan en su actitud el significado ¿cómo no va a entrar en ebullición la sangre mientras desgañita “Jódete y baila” o el clásico revisitado de Los Saicos “Democión?.

Es imposible no arder en la danza frenética, tribal, de un público heterogéneo unido por las calles de una Ciudad-Festival que se enfrió en las calles y en el cierre con Ten Fé, que demostraron su idea clara, su sonido perfecto y lo bien que les sienta soltarse un poco y decidir mover más la cadera que suavemente la cabeza, dejando caer los aires de un disco que es un debut brillante con atisbos de la voz propia que es la que debería llevarles a donde quieren estar, baile sosegado, técnica impecable, un concierto plácido con picos y guiño cinematográfico al ritmo de Underworld, esa banda sonora de la Escocia a ras de calle y wáter que no se cuela en Manuela, la banda del Ex Franz Ferdinandz que pecó de cierto inmovilismo escénico al inicio y demostró la fuerza latente que saben dejar explotar.

Además de todo eso una ciudad que aceptó la apuesta ecléctica del festival, que se relajó para recibirlo y constató que no, que no vienen los bárbaros cuando se sueltan las riendas, que los bárbaros no son ellos, que somos nosotros.

Texto: Jorge Alonso

Fotos: Arriba!

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