Rutas Inéditas

NRBQ: Dime qué canción quieres escuchar

 

Habitaron una dimensión paralela donde el rock era gozosa variedad, estimulante lozanía. El siempre jovial Terry Adams recuerda a la más infravalorada saga americana: The New Rhythm & Blues Quartet… YA disponible su más completa antología, el boxset High Noon: A 50-Year Retrospective (Omnivore-Promola!).

 

Pongámonos en situación. Imaginemos las correlativas distancias que van de Billy Joel a Jad Fair, de Carla Bley a Lovin’ Spoonful, de los Rockin’ Rebels a Johnny Mercer. ¿Hecho…? Ahora adornemos dicha telaraña con una plétora de músicas autóctonas —R&B, jazz, rockabilly, pop, country—, brochazos de chanante sentido del humor, empatía entre instrumentistas virtuosos en fraternal emoción más que en mera técnica, inefable actitud anteponiendo diversión y sentir llano a seriedad o vanidad… y, oh, aparece la más infravalorada banda americana.

Finiquitado el New Rhythm&Blues Quartet en 2004 tras 35 años de servicios, su impulsor debuta en nuestro país con una rejuvenecida formación, The Terry Adams Rock&Roll Quartet. Tienen álbum, el oxigenado y simpático Holy Tweet. Y habrá quien se pregunte si el teclista y cantante se aprovecha de la marca. ‘’Bueno, debo recordar que todo lo que aporté a NRBQ sigue siendo mío’’, se defiende un tanto irritado vía telefónica. ‘’Todas las canciones que compuse, todas las versiones que elegí, fueron cosa mía, los otros no sugerían temas ajenos. Todo eso soy yo. Me preguntan si tocamos versiones de NRBQ, pero son mis temas. Dime cuales quieres escuchar… y trataré de tocarlos’’.

No lo pondremos en duda —y menos ante esa oferta que distingue al generoso músico total—, pero la ausencia del guitarrista Al Anderson, el bajista Joey Spampinato y el batería Tom Ardolino (fallecido en 2012), será difícil arrinconarla. Fueron décadas de carretera y tugurios, de congeniar y pasarlas duras y maduras, de llegar y partir dejando al público no solo con una sonrisa de oreja a oreja, sino revalidado en sus intensidades vitales y enjabonado en su amor propio, el de un americanismo simplón pero entrañable.

Fueron NRBQ la banda americana por excelencia: ¡si hasta les representó el wrestler Captain Lou Albano, al que dedicaron un chistoso himno! No había en ellos la arrogancia e impostura de muchos coetáneos, sino frescura y naturalidad, amor sin límites a la música por la música. No representaban el publicitado sueño americano, sino al más prosaico ciudadano medio, muy probablemente votante demócrata. Ese que vive en la zona suburbial venida a menos de una ciudad secundaria, sumergido en un mundo de estética, chillona o industrial, vencida por el pragmatismo capitalista. Tipos que beben la localista RC Cola y devoran gigantescas pitanzas, que tienen en el béisbol y la tele su única pretensión cultural.

¿Cómo sino explicar que, una de sus cimas, la candidata a canción pop perfecta «Ridin’ in my Car» —autor, Al Anderson; sorry, Terry—, cristalice en el estribillo: ‘’Y no encuentro amor verdadero, oh nena, es tan duro / Y todavía pienso en ti cada vez que conduzco mi coche’’? Imposible reflejar aquella cultura con mayor acierto, menos retórica. Otra firme candidata, esta vez sí de Adams, la deliciosa «Rain at the Drive-in»: ¿qué ocurre cuando llueve en el autocine…? ¿Pisamos el acelerador?

BUEN ROLLO

‘’La idea era hacer música lo mejor que pudiésemos’’, responde Adams cuando le agradezco esa capacidad para hacerte partícipe de un festejo donde todos son bienvenidos y pueden bailar, reírse, emocionarse, sentirse parte del evento. ‘’A veces el público detestaba lo que hacíamos, otras les encantaba… o eso esperábamos’’.

‘’Para convivir tantos años en la carretera tiene que haber amistad’’, prosigue cuando reitero que NRBQ siempre desprendieron efusivo buen rollo. ‘’Estaban también los Whole Wheat Horns —la sección de viento liderada por la trompeta de su hermano Donn Adams—, pero nunca hubo problemas. Todos los miembros, incluidos los actuales, somos buenos amigos’’.

ÁBRETE DE OREJAS

¿Había receta para tanto eclecticismo? ‘’Proviene del modo en que escuchaba música cuando era un crío’’, explica Adams. ‘’Mucho antes de tocar un instrumento, escuchaba música a todas horas. Luego decidí que tenía que tocarla, y me gustaban toda clase de estilos. Jamás me lo planteé de otro modo. Como adolescente ávido de información, veía en la música mucho más de lo que se me ofrecía en Louisville, Kentucky. Surgían del altavoz muchas posibilidades vitales y espirituales que en mi barrio desconocíamos. Adoro a Thelonius Monk y a Link Wray por igual, ambos me influenciaron. Cuando empezamos a ensayar como NRBQ en 1966, ya tenía esa filosofía. Ya trabajaba en ese sonido antes de que apareciesen los otros. Era algo constante, así que decidí hacerme profesional al mudarnos a Miami en 1967, y llevar aquel sonido a escena’’.

Eran él con su baqueteado teclado Hohner y el guitarrista Steve Ferguson, colega en los Merseybeats USA allá en Kentucky, más el cantante Frank Gadler, el batería Tom Staley y el bajista Jody St. Nicholas, alias de Joey Spampinato. Pronto se mudan a New Jersey y llaman la atención de Columbia, para quien graban en 1969 un elepé homónimo cuyo inicio, versión de Eddie Cochran seguida por otra de Sun Ra, delata a genuinos excéntricos.

Pero NRBQ, el álbum, sirve únicamente como tarjeta de presentación; no ha cuajado todavía la afable idiosincrasia de su formación clásica. Esta se materializará cuando, tras acompañar a Carl Perkins en el álbum Boppin’ the Blues (1970), Ferguson es reemplazado por Al Anderson, Gadler abandona y, ya en 1974, Staley entrega las baquetas a Tom Ardolino.

RA/MONK

‘’Aprendí de los maestros’’, sentencia Adams. ‘’Si veo que hay algo que puedo disfrutar y de lo que puedo aprender, voy a por ello. Un buen día, cuando tenía 16 años, decidí viajar para ver actuar a Thelonious Monk y pasé todo el tiempo que pude con él, absorbí todo lo que pude del maestro. Es importante para un músico seguir aprendiendo; a veces creen que lo saben todo, pero no es así, debes seguir aprendiendo. Monk y Sun Ra eran grandes músicos a los que admirar y emular, de los que aprender. Es lo que hice yo. Y pude tratarles personalmente’’.

PLÁSTICOS SELECTOS

Con una veintena larga de elepés, hubo tiempo para todo, la sublime excelencia y el cajón de sastre. Se considera la etapa de 1972 a 1980, la que va de Scraps a Tiddlywinks, la edad dorada de NRBQ. Pese a que Adams se resista a esa apreciación (‘’para mí son también muy especiales Grooves in Orbit o el último, Dummy. Siempre buscábamos mejorar…’’), basta reescucharlos para rendirse a la evidencia.

 Scraps (1972), para empezar, donde están el tontorrón pero contagioso «Howard Johnson’s Got His Ho-Jo Working», las preciosas «Magnet», «Only You» e «It’s Not So Hard»… Workshop (1973), con el clásico blues «C’mon if You’re Comin’», la autobiográfica «RC Cola and a Moon Pie» o la delicada «Mona»… All Hopped Up (1977), hogar de las entusiastas «Rocket in my Pocket» y «Help Me Somebody», las inmortales «Ridin’ in my Car» y «Things to You»… Kick Me Hard (1979), por su oda al fumeteo ilegal «Wacky Tobacky» y la pegadiza «It Was an Accident»… O Tiddlywinks (1980), resaltando la musculosa «Me and the Boys» y la sutil «Never Take the Place of You».

Por su calidad y rareza, todos ellos deben ser capturados sin demora al ser avistados. Lo mismo obras posteriores como Wild Weekend (1989), más visible gracias a un efímero acuerdo con Virgin, o el todavía admirable NRBQ (1999), donde estrenaban guitarrista, Johnny Spampinato, tras la renuncia de Anderson.

¿Un clásico? Sin duda, At Yankee Stadium (1978), única aportación al catálogo Mercury. Más concentrados de cara al mercado, afeitando chanzas y experimentos, entregan un álbum cohesionado y rumboso que debiera haberles encumbrado. Adams aporta la memorable «I Want You Bad», Spampinato esa tierna maravilla que es «I Love Her, She Loves Me», Anderson «It Comes to Me Naturally» y una rescatada «Ridin’ in my Car». La proteína la sirven jugosas adaptaciones de «Get Rhythm» y «Shake, Rattle and Roll». Suenan dejadamente conjuntados, gloriosamente intuitivos, en su punto.

SPAMPINATO, JOEY

Distinguido bajista, dotado compositor y aplicado vocalista, entre sus otras actividades se cuentan colaboraciones con Keith Richards —le llamó para respaldar a Chuck Berry en Hail! Hail! Rock’n’roll— y Eric Clapton. Estuvo casado con la cantante country Skeeter Davis, la del pizpireto «The End of the World». Adams escribió en su honor «Spampinato» para el álbum Message for the Mess Age (1994).

EN EL ESTUDIO

‘’Me llenaba de orgullo que la gente disfrutase tanto de las actuaciones, pero para nosotros no eran más importantes que los discos’’, concede Adams. ‘’Nos gustaba hacer buenos discos y trabajábamos muy duro para conseguirlo’’.

Siendo magnética atracción en vivo, ¿entraban a grabar con ideas preconcebidas o lo dejaban al azar?: ‘’Era un poco lo que salía. Empezábamos grabando las mejores canciones que habíamos compuesto. Si yo tenía un arreglo para una versión, igual la grabábamos antes para calentar motores. Pero no había un plan de lo que finalmente sería el disco. Se valoraban los mejores temas de tres excelentes compositores’’.

SIR RINGO

‘’Los sesenta pueden ser muchas cosas: Chubby Checker y «The Twist», o de 1964 a 1967, un periodo extremadamente creativo, encabezado por Beatles y muchos otros’’, detalla Adams indignado porque aún no hayan nombrado Sir a Ringo. ‘’Pero, a finales de la década, las cosas se reblandecieron; algo como Woodstock tiene para mí escaso mérito musical. Cuando debutamos aquella escena empezaba a decaer, por eso cuando me preguntaban mis influencias, solía responder Sun Records y Sun Ra. Ambos nombres usan el sol y, como nos formamos en la soleada Florida, creo que la energía solar guarda relación con nuestro sonido. También la idea de que hay muchos tipos de música interesantes; no entiendo porqué alguien escoge un estilo de vida determinado, una imagen o un modo de tocar, cuando hay tanto que disfrutar en el planeta’’.

LEYENDA URBANA

Durante décadas, sus actuaciones fueron toda una institución americana. La ‘’mejor banda de bar del mundo’’ ofrecía un impredecible espectáculo en nombre del más entusiasta gozo musical, el que no sabe de pretensiones conceptuales o actitudes estiradas. Dicen sus fieles acérrimos que, si no has asistido a uno de sus conciertos, mezcolanza de populismo y trascendencia, no sabes nada de NRBQ. Los repertorios cazados al vuelo, la bonhomía de los tipos en escena, les hacía invencibles.

‘’Si no te mantienes interesado en lo que suena, la gente lo rechaza’’, dice Adams. ‘’En un sentido académico podrán pensar que les gusta, pero el espíritu lo rechazará. Se le debe dar más crédito al público, al aficionado, pues siente que algo es auténtico en contraposición a esa actitud show-business tan prevalente hoy, generada por la industria y el exceso de televisión. Si te tomas la molestia de escuchar música, quieres un evento especial, no algo continuo y homogéneo. Percibes la diferencia entre lo real y lo falso’’.

Tan pasmosa facilidad generó verídica leyenda urbana: la ‘’magic box’’. Una noche en Maine, situaron a la entrada una caja donde el público depositara sus peticiones. Y fueron extrayendo papelitos al azar, tocando lo que en ellos se pedía, acertando casi siempre. Al igual que Adams, Al Anderson y Tom Ardolino son enciclopedias andantes, y Joey Spampinato tiene un oído infalible. ‘’Esos tíos eran increíbles, tantas canciones distintas e inesperadas’’, recuerda Adams. ‘’Nos lo tomábamos a risa, a veces solo sabíamos un fragmento del tema y pasábamos al siguiente. Muy divertido’’.

ANDERSON, AL

Alan Gordon Anderson entró como guitarrista en 1971 tras pasar por los Wildweeds, banda influida por el R&B con un único elepé. Su enorme figura no fue obstáculo para devenir guitarrista afinado y lustroso, compositor mercenario cuyo repertorio, además de lo donado a NRBQ, incluye a muchas figuras de Nashville. Ha publicado varios discos en solitario: el primero, Al Anderson (1971), el último, Pawn Shop Guitars (2007).

DIOS LES BENDIGA

Ya que solo actuaron ocasionalmente en Suiza, Alemania y Reino Unido, debemos acudir a la media docena de directos editados. Se avisa que algunos, el caso de Honest Dollar (1992), resultan simpáticos pero anecdóticos. Hay empero dos títulos absolutamente recomendables para catar la experiencia e imaginarse uno, botella de Rolling Rock en mano, pisando serrín en humeante club perdido por carretera secundaria.

Se trata de God Bless Us All (1987), regocijante pase donde asistir a la extroversión de Anderson en «Crazy Like a Fox» y probar el «12 Bar Blues» al estilo Q, amén de retozar por lo trivialmente romántico en «Sittin’ in the Park». Igualmente sólido es Diggin’ Uncle Q (1988), otro directo que vuelve repetidamente al giradiscos, ambas caras cerrándose con desarmante melancolía en la sinforosa «Just the Way Your Are» y el lírico instrumental «Scarlett Ribbons».

ARDOLINO, TOM

Responsable junto a Phil Milstein del proyecto Song Poem, donde rescatan grabaciones realizadas por las (fraudulentas) firmas que, en los sesenta y setenta, ofrecían al poeta amateur, previo pago de una tarifa, la posibilidad de ver sus ripios maquetados por músicos profesionales. El resultado solía ser puro frikismo del que se prensaban solo un par de copias para el engañado cliente; búscalo en las hilarantes recopilaciones Beat of the Traps y The Makers of Smooth Music. Más reciente es Unknown Brain, grabaciones domésticas de Ardolino anteriores a NRBQ.

ÉXITO ELUSIVO

‘’Siempre quisimos llegar a más público, y la verdad es que no sé porqué no lo logramos’’, reconoce Adams. ‘’Solo sé que hacíamos música para cuanta más gente mejor. Dicen que no nos interesaba el éxito, pero no es cierto. A veces un sello grande nos promocionaba, otras veces no era así. Pero esta música ha sido siempre más importante que la idea de éxito comercial. Lo único importante es tocarla’’.

Debió ser decepcionante, insisto, que sus mejores temas, hits preclaros, fuesen ignorados: ‘’Bueno, ya sabes, nos gustaba tocar y nos mantuvimos unidos mucho tiempo. Fue estupendo’’. Y concluye: ‘’Sé que esta música sigue viva. Como en esos documentales sobre la naturaleza que muestran cómo, ocurra lo que ocurra, algunas especies sobreviven. Pasa lo mismo con la música. No importa lo mal que vaya la industria musical, la auténtica música sobrevive de algún modo y creo que veremos su renacimiento’’.

¡Sun Ra te escuche desde Saturno!

Texto: Ignacio Julià

 Publicado en Ruta 66, nº 272, junio 2010

 

 

 

 

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