Tres décadas llevan los canadienses en la brecha. Siempre dando el máximo nivel salvo los esporádicos e inevitables baches creativos propios de una trayectoria tan dilatada. Resbalones puntuales que no les han condicionado en absoluto a la hora de mantener el estatus de estrellas en su país de origen, conservar una numerosa audiencia en todo el norte de los Estados Unidos y gozar de una parroquia fiel en el viejo continente. Maestros en el arte de adornar rock de raíces tradicional con resplandecientes melodías han abandonado en esta ocasión el tono algo más bucólico de su anterior trabajo, el irregular Our Nature (2013), para componer un disco mucho más vitaminado. Jim Cuddy y Gres Keelor, el alma bicéfala de Blue Rodeo, han tomado aire como compositores e incluso han dejado en segundo plano las influencias campestres para dedicarse en cuerpo y alma al pop-rock de guitarras y melodía. El álbum arranca con un repóquer de temas, «Hard to Remember». «I Can’t Hide This Anymore», «Jimmy Fall Down», «Long Hard Life», «Rabbit’s Foot» y «1000 Arms», que valen por discos enteros. Composiciones vibrantes que ponen la sonrisa en el rostro de aquellos que disfrutamos con capas de seis cuerdas envolviendo armonías vocales, cuando conjugan sus dos voces provocan escalofríos de placer, y estribillos pegajosos. Luego miran a los Beatles, «Superstar», y ya no importa nada más que aislarse de todo lo que te rodea y concentrarse en disfrutar a fondo de estas canciones.
MANEL CELEIRO
