Cuando practicas un género tan específico como el Power Pop juegas con un arma de doble filo. A poco bien que lo hagas tendrás una audiencia, más o menos numerosa pero segura, deseosa de escuchar tus canciones sin esperar demasiadas sorpresas. Los aficionados conocen unas reglas que esperan ver respetadas, y cualquiera puede intuir lo que va a pasar en una canción, te hueles que llega el estribillo o el puente que te lleva al solo de guitarra. El problema es cuando esa familiaridad se convierte en previsibilidad y trae el aburrimiento. Si no subviertes el género tienes que llevarlo a la excelencia y eso es ni más ni menos lo que consigue Erik Voeks en su inesperado y majestuoso regreso al mundo discográfico. Veinte años después de Sandbox, un clásico oculto venerado por los expertos, Voeks despliega en So The Wind Won’t Blow It All Away un genio mayúsculo para escribir la canción pop perfecta, cantarla como los ángeles y vestirla de guitarras de todos los colores. Los primeros tres cuartos del disco son una imponente colección de singles, canciones ganadoras de melodías adictivas reforzadas por riffs poderosos, arpegios primorosos, baterías potentes y solos fulgurantes, todo lo que un disco de Power Pop debe tener y en cantidades nada habituales. Hacia el final baja un tanto la energía, pero no el encanto, y vemos la cara más introspectiva de un autor que demuestra que no hay género menor cuando se desborda talento.
Carlos Rego
