Todo viernes que se precie merece una noche de rock’n’roll como la vivida en el íntimo y recogido Bar Ceferino. Los siempre ensordecedores Sonotones presentan los temas –y la potencia– de No hay futuro, pero, antes, una mención para Despojos de Poeta, que, bajo el paraguas de bandas como Marea o Gritando en Silencio, ofrecen su joven propuesta de rock estatal: arriesgan poco o nada, pero avanzan con paso firme y la juventud a favor entre los aficionados al género. Su show termina y dejan paso a los mayores, que no por viejos sino por grandes, y Javi Die Dean y su nueva formación suben al escenario para abrir con «Entra en mi mente», ideal para entrar en calor, ¡y vaya si entramos! Suben temperatura y decibelios, y entre ¡guaus! y ¡yeahs!, recorremos buena parte del reciente lanzamiento para repasar después la crema de su carrera: «Ya no es lo mismo», «He sido infiel» y «Sólo tienes una vida», entre otras, con sorpresivo desenlace en «Queremos mandar» en forma de himno del PP. Como si la clara alusión en «¡Viva el vino!» no fuera suficiente. Están en forma, suenan poderosos y portentosos, y todos los ‘osos’ habidos y por haber. Nos reta Javi. Que, si a ver si nos sabemos ésta, dice, y ésta es «Lo tienes que probar». Pues va a ser que sí, y a una tercera parte del aforo se nos pone la piel de gallina con «La culpa fue de la ciudad». Nos acercamos al final, y no hace falta sabérsela para corear «Punk Rocker» y hacer lo propio en «Señoras y señores» hasta quedarnos afónicos. Ya sin voz, los madrileños se despiden con «¡Vais mal!» (cosa que ellos, no), y lo hacen también nuestros tímpanos para dejarnos sordos hasta 48 horas después, de camino al otorrino.
Texto: Borja Figuerola
Foto: Archivo
