Rutas Inéditas

40 años del punk tal y como se vivió en Londres, Madrid y Barcelona

 

 

 

bplummersphorizontal            Sex Pistols, todavía con Glen Matlock (foto: Barry Plummer)

 

 

Solo unos cuantos chiflados recuerdan hoy el twist, el doo-wop, el beat o la new wave, sin embargo, el punk se ha instalado en la sociedad para quedarse. Está en los grandes almacenes desde hace cuarenta años. Recogemos las vivencias de quienes lo experimentaron en tiempo real: Jordi Valls, Diego Manrique e Ignacio Julià.

 

Me llama Jordi Beltrán, entrañable amigo desde los días de Vibraciones, para invitarme a hablar de punk en su programa, pues antes que nada es eso que llamaban ‘’un hombre de radio’’. Busca a Jordi Valls, que vivió el punk en Londres justo cuando saltaban las primeras chispas y luego se pasaría al rollo industrial con su abrumador proyecto Vagina Dentata Organ. Les pongo en contacto y se produce el encuentro en los estudios de RAC1, con la presencia vía telefónica de un tercer invitado, Diego Manrique.

Los extractos de aquella charla se han complementado con citas de la entrevista que Kiko Amat le hizo a Valls en el fanzine La Escuela Moderna, con ocasión de la exposición The London Punk Tapes, montada a su regreso definitivo a Barcelona en 2010. Valls fue quien en 1976 avisó a su primo el fotógrafo Salvador Costa de lo que sucedía en Londres, este le visitó y pasaron tres días explorando los clubs para ilustrar el volumen gráfico Punk, publicado por la revista Star.

Otras citas corresponden a un cuestionario que respondí a Igor López Montejo para un reportaje similar publicado en el periódico Ahora. ¿Imperdibles preparados?

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Jordi Valls, Londres, 1976 (foto: Salvador Costa)

 

¿MERECE EL PUNK TANTA CONMEMORACIÓN?

DAM: Sin duda esa reputación ha ido creciendo con el tiempo, porque hay que recordar que al principio el punk fue una moda, no hay otra forma de describirlo, una moda pop. Solo a posteriori ha adquirido unas dimensiones ideológicas. Pero lo que ocurre es que en Estados Unidos tardó mucho en entrar, por eso se habla de que solo con Nirvana y el grunge triunfa el punk. Y creo que todavía es una fuerza en otras sociedades. Cuando el escándalo de las Pussy Riot, que invadieron la catedral ortodoxa, de repente lo vi claro, esta es la verdadera herencia del punk, esa capacidad de provocar.

IJ: Este es el absurdo del punk, que lo veamos como ese incendio que se sofocó rápidamente, cuando en realidad ha vuelto a suceder periódicamente. El punk lo define la idea de ruptura con el pasado y con la sociedad. Al no poder ni querer quedarse atrapados en las vidas de sus padres, los jóvenes adoptan el feísmo como estilo, la música más ruidosa y ultrajante, la afrenta social como norma. Eso es el punk, y ya es algo cíclico, resurge cada vez que una nueva generación se siente abandonada o sin esperanza. Vuelve si se le conjura. Independientemente de la clase social, la adolescencia es una etapa convulsa y ve en el punk una salida y una explicación provisional a todos los males del mundo.

 

¿NACE CON EL DEBUT DE RAMONES?

DAM: Sí, pero también hay que reconocer el precedente de los New York Dolls, que incluso están en la génesis de los Sex Pistols, en el sentido de que Malcolm McLaren intenta crear su grupo primero a través de los New York Dolls y cuando estos se desintegran es cuando decide crear algo propio dentro de esa misma estética.

IJ: El punk lo motivan la flatulenta solemnidad y millonario ridículo de las estrellas rock de la primera mitad de los setenta, que convierten los hallazgos de 1967 en negocio y complacencia. Luego, la crisis que pone a los jóvenes ante una expectativa de no futuro. Esto más en Reino Unido que en Estados Unidos, donde la crisis se notaba mucho menos a no ser que vivieras en el Nueva York marginal o los barrios proletarios en declive de otra capitales. Aunque no estrictamente punk, el álbum que marca el inicio de todo es Horses de Patti Smith en 1975. Ahí están la urgencia volcánica, la imagen ambigua, el rock’n’roll renacido en toda su pureza. Luego, en febrero de 1976, Ramones sientan las bases del ‘’toca lo que sepas pero tócalo alto y fuerte’’, que copiarán los grupos británicos. Al llegar el primer elepé de Ramones a Londres, todas las bandas inglesas que está gestando el punk lo toman como abecedario básico. Sex Pistols, The Clash, escucharon a Ramones con mucha atención, lo han confesado.

 

¿FUE NEGOCIO O REVUELTA?

JV: El punk fue un negocio que empezó en la tienda Sex, de Vivienne Westwood y Malcolm McLaren, en Kings Road. Allí se produce la genesis del punk. Y ese lado ‘’fashionista’’ todavía dura. Pero esto ya se lo dije yo al equipo de Televisión Española, a Jesús Grin, que hizo el primer reportaje español sobre el punk, el año 77. Me lo encontré por casualidad en Portobello Road y me pidió ayuda. Me entrevistó y ya entonces le dije que todo iba a convertirse en ‘’fashion’’, como había pasado con el jipismo, que se convirtió en una moda. Todo seguía igual: a la hora de la verdad no hay ningún cambio.

DAM: En todos los movimientos musicales ingleses hay un elemento moda. En este caso era ya muy evidente desde el principio. La credibilidad la aportan los periodistas, quizás por el radicalismo de los Clash, que tienen un nebuloso programa político. Originalmente, tuve ocasión de estar en los primeros conciertos en Londres y era chocante, porque eran solo una docena, los amigos del grupo, los que llevaban esa estética, y todos los demás llevábamos pelos largos y pantalones vaqueros acampanados.

IJ: El punk fue un intento de golpe de estado, y la lección que sacamos fue la rapidez con que el sistema logró convertirlo en una moda. Una moda que sigue presente hoy en día, porque si en el 76 o incluso en la época de Nirvana podía ser disruptivo llevar los tejanos rotos como Joey en la portada del primer elepé de Ramones, hoy te los venden en los grandes almacenes ya con el desperfecto. Es decir, que lo que podría haber causado un ictus a nuestras abuelas ahora es absolutamente convencional y aceptado socialmente. Es cierto que McLaren utiliza el patrón de los Dolls para su segunda intentona con los Pistols, pero el elepé de Ramones fue escuchado muy atentamente por los punks ingleses. Les sorprendió que cualquiera pudiese expresarse en un lenguaje básico de dos o tres acordes. Había también una prehistoria, una serie de grupos de los sesenta que habían sido marginados porque no entraban en el canon del jipismo, como Stooges o Velvet Underground, muy importantes en la creación de un discurso distinto al que les había precedido, que era el jipismo, aunque el punk acabaría siendo muy similar a este.

DAM: Muchas de las fórmulas que luego se han vendido en el punk ya estaban funcionando en el underground estadounidense. Pere Ubu venían del centro de Estados Unidos y con pintas de freaks, de jipis tardíos, pero sin embargo tenían un sonido totalmente abrasivo y unas letras brutales.

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Diego Manrique en Popgrama (foto: TVE)

¿SABES BAILAR POGO?

DAM: Insisto en que eran muy poquitos los punks que yo vi. Eran los amigos de la banda, era como un número de circo, hacían pequeñas barbaridades con las que intentaban quitarse esa carga de respetabilidad británica que allí tienen hasta los gamberros. Es lo que les fascinó de los Ramones. Ven a unos señores que van de subnormales del barrio de Queens y que, cuando arañas, ves eso, que son bastante cortitos. La realidad es lo que fascinaba a los británicos: estos no están haciendo las poses que hacemos nosotros si no que son así. Y eso les dejaba fuera de combate.

IJ: Yo recuerdo un artículo de Diego en Vibraciones, cuando fue invitado a la convención de CBS en Londres, donde se presentaba a los Clash, y explicaba cómo el sistema ya estaba domando a la bestia.

DAM: Sí, fue una convención muy graciosa porque allí también ocurrió un asunto divertido. Elvis Costello se presentó a tocar delante del hotel y le detuvo la policía, que es lo que buscaba, ese impacto. Dentro estaban los Clash con sus amigas, mirándonos a todos los que estábamos en aquella convención por encima del hombro. Y, bueno, luego hemos sabido por las confesiones de Joe Strummer, que otra cosa no pero en sus últimos tiempos fue enormemente sincero, que aquello era una tremenda pose. Si tú te metes en la cama con el diablo no puedes decir, uy, aquí hemos llegado; no, te has metido en la cama y va a ocurrir lo que ocurre en las camas en las que está el diablo de por medio.

 

EL NACIMIENTO DE UNA NO NACIÓN

JV: Yo lo viví desde el día uno. Para mi la música de los setenta era una mierda, horrorosa. Todo eran aquellas musiquitas cling, cling, cling, tan jipis. ¡Odiaba Tubular Bells! A mi la música me daba igual, yo estaba allí por la violencia del punk, todo lo demás no me interesaba. No era violencia contra nadie, era violencia abstracta. Me gusta construir una catedral de violencia, me gusta la construcción de la violencia, porque somos el producto de la violencia cósmica. Yo no es que admirase la cultura británica, es que he vivido cuarenta años allí. Llegué con 17 años y, quizás no al día siguiente, pero a las dos semanas me dije que había encontrado la libertad, porque venía de un país fascista, muy gris. Fui por seis meses, en 1963, pero me quedé un año, y volví en 1969 para instalarme.

El primer aviso punk fue en mayo de 1976, una tarde en la Roundhouse con Patti Smith y los Stranglers de teloneros. Era la primera actuación de Patti en Europa. Poco después, en agosto, en el cine The Screen on The Green, en Islington, se montó un Punk Midnight Special con los Sex Pistols, The Clash y Buzzcocks. Fue una experiencia increíble. Instintivamente me di cuenta de que aquello marcaría una época y el fin del rock. Los Pistols y los Clash me causaron una sensación fresca y bestial. En aquel pequeño cine de barrio estaban de espectadores todos los conjuntos punk londinenses. Incluyendo el Bromley Contingent, el grupo de chicos y chicas íntimos de los Pistols, y Siouxie Sioux, que iba vestida de dominatrix, con el brazalete rojo de la esvástica en el brazo y los pechos al descubierto.

Al mes siguiente, septiembre, vi el primer festival punk en el 100 Club de Oxford Street, con los Sex Pistols, los Clash y Subway Sect. Desde aquel día, pasé dos años seguidos viendo punk en directo sin parar, varias veces por semana. Muchas noches iba corriendo de un club a otro para no perderme nada. Lo divertido es que en la cola para entrar en el siguiente local te encontrabas a los mismos punks del club anterior, Mark P. del fanzine Sniffin’ Glue, o miembros de los conjuntos punk que acabábamos de ver actuar aquella noche. Había un espíritu de complicidad, pues todos nos conocíamos de vista, y hablábamos de la actuación anterior.

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Ignacio Julià, 1977 (foto: Luis Platinos)

IJ: En mi caso, fue una noche entre semana, cenando en casa con mis padres y hermanos, cuando en el Telediario emitieron un pequeño reportaje sobre aquel terremoto que estaba ocurriendo en Londres, el punk-rock, visto desde la perspectiva de TVE en 1977, es decir, que lo presentaban de modo sensacionalista, algo catastrófico, el fin del mundo, para hacernos ver que aquí vivíamos muy bien, que estaba todo controladito. Ante las expresiones de terror de mis padres recuerdo pensar que por fin había llegado el momento en que pasarían cosas que me interesasen. Se han acabado los discos de Pink Floyd, Jethro Tull y Yes que traían a clase mis compañeros, ahora toca escuchar a Sex Pistols y Velvet Underground, una música que no es solo diversión de fin de semana, conformista y convencional, con pretensiones de ser sinfónica o culturalmente aceptada, sino una música que, a mis veinte años, era lo que yo necesitaba, pues rompía con el pasado y nos hacía ver que había una posibilidad de futuro artístico. A mi me interesaban mucho los Pistols y los Clash, pero también Darkness on the Edge of Town de Bruce Springsteen. Era música que daba una visión mucho más realista de lo que ocurría en las vidas de las personas que teníamos veintipocos.

JV: Un día sin avisar fui a visitar a Malcolm cuando su estudio estaba aún en pleno Oxford Street. Estaba solo y me recibió muy bien. Hablamos de anarquismo catalán y español. Al despedirnos, sin haberle pedido yo nada, me regaló los grandes posters originales de los Sex Pistols. También fui a ver a Bernard Rhodes, el manager de los Clash y Subway Sect. Un tío campechano, con ganas de romper con la industria discográfica. Una noche, saliendo muy tarde del Roxy, acompañé a su casa en mi 2CV a Chrissie Hynde cuando todavía no existían los Pretenders. Entonces Chrissie era solamente otra fan del punk. Nos conocíamos de vista. Me invitó a fish & chips, pero decliné su amable oferta debido al cansancio crónico que acarreaba tras dos años de punk. Cada noche teníamos una sorpresa. Por ejemplo, vimos la presentación oficial de The Jam en Londres, en el Upstairs del Ronnie Scott’s. Un local pequeño encima del club de jazz más conocido de Europa. Había muy poca gente, solo periodistas del Melody Maker y el NME, y cuatro gatos más. Y sin embargo su actuación fue electrizante: Paul Weller actuó como si estuviera delante de cien mil personas. Lo dio todo. Recuerdo que se le rompió una cuerda de su guitarra y Captain Sensible de los Damned, que estaba por allí, le dio una cuerda de repuesto. Al final de su actuación rompió con rabia su guitarra en mil pedazos, así se consagró como hijo adoptivo de Pete Townshend.

 

¿HUBO PUNK ESPAÑOL?

DAM: Un grupo que hubiese hecho heavy-metal, como la Banda Trapera del Río, acaba reconvertido, o lo reconvertimos los críticos musicales, en banda punk, ¿no? En Madrid, los más rápidos en traerse los discos, las chupas de cuero y los complementos, fueron la gente de Kaka DeLuxe, que luego se convertirían en Alaska y los Pegamoides. Lo que impacta en Madrid es la new wave, el punk es un fenómeno que llega pero que, originalmente, no crea seguidores. Sin embargo, la new wave es inmediatamente traducida a términos que se podían entender en España y, aunque tarda años en triunfar, inmediatamente empieza a producir canciones. El fenómeno punk de los ochenta venía del País Vasco, los Eskorbuto y demás, grupos que habían cogido los estilemas del punk pero que su impulso, su aliento, era nihilista, contra todo y contra todos.

IJ: El 4 de diciembre de 1977 se celebró en el Casino de l’Aliança del Poble Nou, Barcelona, un primer festival punk, organizado por la asociación Cuc Sonat. En el local muchísimo público y también en la calle intentando colarse: tipos disfrazados de punks, algún que otro freak despistadillo y mucho borde suelto. Tocaron La Banda Trapera del Río, Marxa con Juan Panocha, futuro Ultratruita, un provocador Ramoncín junto a su banda WC, Peligro y Mortimer. Y se proyectó una peliculita, ¡muda!, de los Sex Pistols. Pese a una descacharrante rueda de prensa, en la que Ramoncín desveló que antes de ser cantante de rock ‘’picaba carteras en el metro y hacía chapuzas en pisos’’, no quedó demasiado claro qué era el punk ni si los participantes cumplían sus preceptos, pero el espectáculo de ruido, bronca y desfachatez se vivió con júbilo en aquellos días todavía grises e inciertos de la Transición.

 

¿QUÉ HA QUEDADO…?

IJ: Como se dice en inglés, ‘’rip it up and start again’’, rómpelo y volvamos a empezar. Quizás yo sea más convencional que Jordi Valls y no me haya dedicado a construir catedrales de la violencia, pero considero que de vez en cuando vale la pena romperlo todo para reconstruirlo. Empezamos con el dolor del parto y acabamos en una agonía, y si entre medio logramos conservar ese espíritu de renovación constante, como personas o creadores, si cada nuevo día te planteas que hay formas distintas de hacer las cosas, romperlo todo y empezar de cero, la vida es mucho más interesante. El punk-rock fue precisamente eso, aunque también fue una lección ver cómo el sistema lo asimilaba. En 1977, en Barcelona, llevar unos tejanos rotos era signo de pobreza o gamberrismo, hoy no hay niña pija que no los lleve.

JV: Lo bueno del punk es que no había ningún conjunto igual. Todos tenían su propia personalidad, diferentes matices. Una cosa importante a resaltar es que los Sex Pistols con Glen Matlock, The Clash, The Damned, Generation X, The Stranglers y The Jam, eran realmente grandes músicos. Es una tontería afirmar que en el punk nadie tenía ni idea musicalmente hablando. Por otra parte yo tenía una inclinación muy especial por Subway Sect. Fueron los Velvet Underground del punk. Pero a la hora de la verdad, una vez vistos los Pistols en vivo, aquello fue el fin del rock para mí. Imposible de superar. Punto y final de mi largo idilio con la música rock.

DAM: Han quedado cosas, y no pequeñas, si no grandes. El ‘’do-it-yourself’’, el hazlo tú mismo, es algo que han asimilado varias generaciones y que explica el boom de los sellos independientes e incluso todas esas pequeñas rebeliones o provocaciones que ahora vemos en YouTube. En muchos casos sigo pinchando música punk y los discos de finales de los setenta suenan ahora perfectos dentro de lo que son. Son discos de pop pensados para asaltar las listas de éxitos, los discos de los Vibrators o los Buzzcocks, y en muchos casos lo lograron. Muchos de los grandes productores de los ochenta y noventa vienen de eso, de la necesidad de sacar sonido a grupos muy verdes y muy poco dotados instrumentalmente. Sonido sucio pero con impacto.

 

Texto: Ignacio Julià. Publicado en Ruta 66, nº 340, septiembre de 2016

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