Alberto Azul siempre ha esquivado al indie, a pesar de ser los más indies de todos. Que me nombre alguien otro grupo español que le cante a la cotidianidad y el desencanto de la edad adulta con tanta audacia. Nos encontramos ante la transición a la madurez de un grupo que rechaza los eufemismos y las verdades a medias, las historias que aplacan nuestra triste existencia.
Alberto Azul busca la honestidad absoluta a base de temas complejos, de arreglos exquisitos y letras que no dan tregua a pesar de su pretendida inocencia estética. Ya en su portada nos encontramos con la representación gráfica del hilo conductor de este LP conceptual (como toda la obra de Alberto Azul, en realidad): un hombre que grita y llora de realidad.
Porque la realidad no deja de ser una “gallina con grandes garras”. Divertida y monstruosa a partes iguales. Un escenario plagado de cosas que no son lo que parecen. De Señoras vintage aferradas a ese pasado que siempre fue mejor, parejas que se quieren a pesar de la convivencia y de oler sus pedos todos los días, de maduritas en busca de un Lolito. Cada tema de este LP aborda un aspecto de la realidad, desnuda y cotidiana, a la que nos enfrentamos. Y lo hace de una manera apabullante, teniendo en cuenta su condición de disco autoeditado.
En Grandes Garras, lo que parece una intro jazz se convierte en rockabilly, con dejes guitarreros de country blues. El grupo al completo mantiene ese mantra surrealista en pleno in-crescendo, terminando con la explosión garagera que conduce a No puedo verte. Al igual que en “Un drama salvaje”, de Bukowsky, la dicotomía entre amor y convivencia, entre escuchar y oler los pedos de tu pareja, y aún así seguir queriéndola, vuelve a resurgir. En este caso, a ritmo de tontipop en el que la guitarra pone el punto de madurez (al igual que lo hará durante todo el disco, firmemente comandada por Fer).
Casi con un deje a lo Jeanette (¿Por qué te vas…?), Viejo verde hace su entrada en el teatro de Alberto Azul, como un nuevo personaje al que seguirán las Señoras vintage y sus tonadillas du-duá, y tras ellas, las viciosas Ivana y su hermana haciendo gala de psicodelia folk y final ruidista (casi como un mal viaje). La bajona del subidón psicotrópico nos llega con Llover y un violín que acompaña melancólicamente a la voz suave de Arantxa, en un tema que la bajista compusiera hace ya casi veinte años, bajo el influjo noventero de Nosoträsh.
Y es que “Realidad Aumentada” no deja de tener ese regusto, para aquellos que ya les hemos visto un par de veces en directo, de disco recopilatorio con sus “grandes éxitos”. La única canción nueva – la única que no han desgranado previamente en el directo – es la Breve disertación (violencia conceptual bajo las notas de un piano que suaviza el contenido de la letra). Dulce, sin ir más lejos, ya aparecía en su versión acústica y edulcorada (disculpen mi insistencia) en el último EP conceptual, de temática veraniega, de los Alberto Azul, “Súper refresco” (autoeditado, 2014). Mención especial merece su videoclip, rodado a base de sandía, setas (legales) y cigarrillos (también) en la plaza del 2 de mayo de Madrid.
El final de este LP llega de la mano de dos homenajes: el primero, a The Pablos, banda hermana de Alberto Azul (al compartir la parte rítmica del asunto, con Pablo a la batería y Arantxa al bajo). Un rock gamberro, de letra simpática y reveladora de que los Humbert Humbert de la novela de Nabokov también existen en su versión femenina. El segundo, a Esquimales, esa banda que el underground madrileño tanto echa de menos. Tinito es surrealismo épico. Una traca final en la que Alejandro (cantante y guitarra principal) echa el resto. Un epílogo en forma de homenaje a todos los héroes anónimos que soportan cada día la realidad sobre sus hombros. Héroes como los componentes de Alberto Azul, que ni son indies, ni dejan de serlo.
Texto: Elena Rosillo.