Ahora mismo, das una patada al suelo y te salen un montón de cantautores de folk disparados como piedras. Pero pocos tan libres, tan imaginativos como este músico de Chicago. Si con su segundo disco afloró una vertiente dinámica aglutinando estilos que iban siempre de la mano del folk, consiguiendo un álbum que aparte de demostrar que es un virtuoso con su guitarra, también tiene alma de jazzista. En el sentido de la estructura, del linaje, en cierta forma como Andrew Bird antes de entregarse sin pausa al silbido conformándose lícitamente con lo que él ya conocía. A Ryley Walker todavía le queda explorar más, no ha llegado todavía a esa conclusión, si bien en Golden sings that have been sung toma otro camino, el de la pausa, el de la introspección. Disfruta en ese estado de placebo. Dibujas canciones como las de sus ídolos de los setenta, tanto Bert Jansch como Tim Hardin. Extremadamente delicado, muy detallista, solo se salta la norma en la espléndida y laberíntica “Sullen Kind”, esa canción si que podría pertenecer a Primrose garden o en “A choir apart” con el tembleque de las percusiones. En definitiva, Ryley Walker esta vez ha abierto las ventanas, ha dejado que entre aire fresco, ya tendrá tiempo de enredarse de nuevo con cosas más complejas. Ambas opciones son validas. Y disfrutables.
Toni Castarnado
