El trío catalán lleva en vena el ADN de la nueva ola del metal británico. Aquella que entre principios y primera mitad de los ochenta buscó regenerar tan siderúrgico estilo con una alta dosis de energía, la inevitable influencia del punk y la osadía de la juventud. Tras debutar con Livin’ Outlaw (2014) y currarse un montón de actuaciones por salas y festivales la edición de este segundo larga duración consolida la entidad de una banda que empieza a recoger los frutos de su trabajo.
Velocidad desbocada y riffs a tutiplén en la mejor escuela de tótems como Motörhead. Directos al grano, el tema más largo sobrepasa en poco los cuatro minutos, derrochan actitud y demuestran tener muy bien asimilados los fundamentos del género. Pepinazos como «The Great Mayhem», «Midnight Rock & Roll», «Road Razor», «Keep on Knockin’ on my Door», «Blood & Anger» o «H Bomb» pueden poner patas arriba cualquier garito. Uno se las imagina sonando entre cervezas volando y cuellos rompiéndose poniendo a prueba la resistencia de las vértebras cervicales. Y en directo la deben liar parda.
Quizás a simple vista la primera impresión es que Raúl (bajo, voces), Juan Pedro Quesada (guitarra) y Marc Tàpies (batería) han llegado algunas décadas tarde. Pero una vez escuchado el álbum con atención hay que rendirse a la evidencia. Y seguro que el inmortal Lemmy les da su aprobación desde el cielo de la leña así que no hay nada más que escribir.
Manel Celeiro