Consumimos destellos psicodélicos aunque estamos bastante lejos de la experiencia lisérgica. Quiero decir que la multiplicidad de identidades a la que apelamos en el día a día se topa con muros de roca para no rebasar en exceso las lindes por las que transitamos. Todos mucho más sedicentes que aquel tipo que trepó la fachada de su bloque varios metros para coger las llaves que había olvidado antes de caer estrepitosamente al suelo; ese tipo que explicaba con arrojo al reportero su denuesto por el alcohol y la afición a sustancias de otras latitudes –peyote y ayahuasca para ser más exactos–. Aunque nada de eso importó para acudir al concierto del grupo alemán The Roaring 420’s en la Sala Óxido de Guadalajara.
Era la primera cita del festival Una Explosión en el Garaje, que pretende dosificar en el tiempo algunas de las mejores bandas nacionales e internacionales de psicodelia, garaje y demás derivados revivalistas –es decir, matraca deleitosa– sobre los escenarios de la capital alcarreña y la vecina localidad de Alcalá de Henares. Fogbound, King Jartur & His Lords, The Smoggers o los citados The Roaring 420’s cubrirán de fantasia los escenarios subterráneos de estos parajes mesetarios a veces tan carentes de acción.
El tiro inicial tenía buena pinta con estos alemanes cuyos patrones estilísticos oscilan entre la Velvet y la psicodelia clásica de la Costa Oeste. Además su sonido ata cabos con el de coetáneos como The Ripe o Tomorrow Tulips. Para acompañarlos sobre el escenario de la Óxido los locales Alice’s Cream –con algunos temas que parecían extraídos del recetario de Josele Santiago y los suyos– abrieron la noche a cara de perro para un público que se mostró distante hasta la aparición del grupo principal, que congregó a una reducida parroquia –por otro lado normal en eventos de este tipo– que fue cogiendo calor por momentos.
Los alemanes sirvieron los temas de sus dos discos entre los que destacaron la florida Sweet Destiny o la cadenciosa Keep Me Sane, Mary Jane. Apelando a su primer trabajo animaron el cotarro con Hey Hey Rider. También hubo momentos donde el sitar tomó el protagonismo, como en Psychout. De cara al final animaron las versiones de Everybody Needs Somebody To Love y Walking the Dog.
Una entrañable jarana que tuvo a bien agitar el panorama cultural arriácense.
Texto y Fotos: Alex Jiménez