Llegaban los de Atlanta al Rocksound (Barcelona) avalados no sólo por una sólida carrera, sino también por un excelente último disco –‘Low Down, 2015’- y por el gratísimo recuerdo, asimismo, que dejaron en su anterior gira por estas tierras, a finales de 2014. Un recuerdo que reavivaron con el concierto del pasado domingo, una nueva descarga del mejor rock de raíces de fuerte sustrato blues y country, con un oficio y una profesionalidad envidiables.
Y es que Tom Gray y Mark Johnson volvieron a demostrar que son, muy posiblemente, el mejor dúo de slides que pueden verse hoy día sobre un escenario, dejándose espacio el uno al otro cuando corresponde, y enzarzándose en mágicos, apabullantes duelos en otras tantas ocasiones. Sobre el colchón de una base rítmica precisa como un metrónomo, los dos guitarristas –Gray con su lap steel y Johnson fundiendo el bottleneck– ofrecieron un tremendo espectáculo, repasando su último disco casi por entero en versiones, si cabe, mejoradas.
Pero si algo se pudo constatar en el concierto de la otra noche es que, como todos los artistas que trascienden su arte para rozar la genialidad, su principal característica es la capacidad para transmitir que, lo que hacen, es fácil, cuando en realidad es todo lo contrario. Viendo a Tom Gray con su pinta de profe de filología, sonriendo en todo momento mientras acariciaba, rasgaba y dominaba sin esfuerzo su instrumento, uno no podía sustraerse a la sensación de que aquello que parece a priori tan difícil –esto es, sacar lo mejor de un instrumento a través de unas canciones ejecutadas con maestría- en realidad es muy sencillo.
Pero no lo es. Sólo los auténticos maestros consiguen que parezca fácil. Y vaya si lo consiguieron. Durante dos horas de reloj, además, que pasaron como una exhalación ante una sala bastante nutrida, que acabó rendida a la banda, felices y satisfechos unos y otros tras el último bis.
Definitivamente, no hay mejor manera de empezar una semana que terminando la anterior con conciertos así.
Eloy Pérez
