Encuentros

Nadia Álvarez, melodías americanas

THE-ARTIST-MEDIO

 

El panorama relativo a la música de raíces realizada en nuestras fronteras sigue sumando representaciones provenientes desde variados perfiles y sensibilidades. Un nuevo nombre hay que sumarle recientemente a dicho colectivo, el de Nadia Álvarez. Una joven leonesa que tras alguna experiencia grupal y un recorrido en solitario, bregado a base de directos en locales, presenta ahora su apuesta formal por medio de un disco de explícito nombre («Salto al vacío») a la hora de manifestar, entre otras cosas, el riesgo que sustenta dicha determinación. Apoyada por una más que solvente banda de músicos, destaca entre ellos el que puede ser nombrado como su mano derecha y pieza clave en la elaboración final de este trabajo, Jesús Sangui.

El resultado sonoro definitivo bebe de las habituales influencias americanas, de Ryan Adams a Lucinda Williams, pero en su ejecución hay un melódico, y no pocas veces melancólico, tono pop, acercándole a nombres como Zahara e incluso Los Secretos. Pero para saber todo eso y más, nada mejor que ella misma se explique.

«Salto al vacío» es tu debut en solitario, pero a pesar de tu juventud ya tienes un rodaje, tanto en grupos como de manera individual. ¿Mitiga algo ese bagaje el lógico vértigo a un primer trabajo?

Sí, es cierto que, aunque la experiencia hasta el momento no es muy amplia, ayuda sobre todo a la hora de enfrentarme a los directos. Pero el vértigo resalta ahora más que nunca por la importancia o lo especial de ser éste el primer trabajo personal.

Un título que parece sugerir ese riesgo innato de un primer disco pero que, escuchadas las canciones, también parece estar relacionado con el hecho de mostrar unas composiciones en las que te muestras de forma muy íntima y personal.

 Sí, el conjunto del disco es un cúmulo de historias muy personales. El nombre viene del título de una de las canciones, que habla de un salto previo a la grabación. En principio no tenía que ver con él, sino más con cambios que me habían llegado y a los cuales no me quedó otra que enfrentarme con decisión, como un salto a saber dónde, pero una vez hecho creí que era un buen nombre porque al final el disco también significa eso.

El trabajo está integrado básicamente por temas que ya interpretabas en directo. ¿Ayuda el hecho de que sean canciones tan trabajadas por ti a la hora de realizar el álbum?

 La verdad es que sucedió exactamente eso, la mayoría de las canciones han formado parte del repertorio durante mucho tiempo y eso hizo que fuera muy fácil llevarlas al estudio. Sí es cierto que hay un par de temas que surgieron más tarde, durante la grabación del disco, pero bueno, tampoco fue problema tener que producirlas casi desde cero.

Dichos temas los has interpretado de forma más íntima y prácticamente en solitario, ahora toman forma a través de un grupo, ¿ha sido difícil esa adaptación?

 Cuando en un principio surgió la idea de grabar un disco, temía que pasara eso, que fuera difícil adaptar las canciones a un formato más eléctrico, pero creo que ha ayudado mucho que la formación que he llevado al directo últimamente ya incluía otros elementos aparte de guitarras acústicas, como por ejemplo la percusión. Al final creo que es más sencillo cuando vas haciendo crecer una canción progresivamente que si el proceso es inverso, pasar de un tema eléctrico a algo más simple.

NADIA

Creo que es muy importante en ese resultado final el papel que toman los músicos de la banda que te acompaña , sobre todo Jesús Sangui, con el que comenzaste a colaborar antes, ¿de qué manera ha tomado parte en la elaboración final de las canciones?

Más que importantes yo diría que imprescindibles. Si ellos no hubieran colaborado, esto hubiera sido otra historia, como bien dices, sobre todo por la colaboración de Jesús Sangui. Al final se ha empapado más del disco casi que yo. Hay una parte grande suya en todas las canciones. Además de haber grabado guitarras, bajo y teclados, se ha encargado junto a Luis Lastra de la producción.

Tu sonido nos remite a la música de raíces, ya sea en su vertiente mas clásica, Lucinda Williams o Emmylou Harris, por citar algún ejemplo, como por otro lado bajo un tono más pop, pienso en nombres como Zahara, Tulsa e incluso Los Secretos. ¿Son las dos sensibilidades fundamentales que conforman tu estilo?

Básicamente podrían ser esas dos, sobre todo porque han sido las que me han acompañado por más tiempo, aunque podría añadir una tercera que se acerca más al indie-folk europeo, británico o americano (First Aid Kit, Nick Drake, Kings of Convenience), sobre todo por el carácter intimista o introspectivo de las canciones.

Además de por medio de la estructura clásica de grupo de rock también añades otros elementos a la canciones como las cuerdas, como se ve por ejemplo en «Algo que duele» o «Salto al vacío», ¿resultan un elemento útil para incrementar la sensación de nostalgia?

Si, había canciones que lo pedían a gritos, a pesar de no aparecer habitualmente en los directos. Aprovechando la posibilidad se añadieron, pero sin abusar, siempre he tenido claro que no quería alejarme en exceso del sonido habitual de los directos.

En «Infantes guerreros» pareces hablar de dejar atrás la “niñez” pero sin perder del todo esa ilusión. ¿Este disco, y casi por extensión estar dentro del mundo de la música, ejemplifica ese sentimiento, la mezcla de responsabilidad y emoción?

Totalmente. Quizás por la edad o por el momento en el que me encuentro peleo constantemente contra esa dualidad de responsabilidad y ganas de revolotear. Está siendo una etapa muy emotiva y creo que las canciones de «Salto al vacío» son válvulas de escape para no acabar explotando.

En tus canciones utilizas con cierta asiduidad metáforas o símbolos relacionados con los elementos naturales, ¿son un buena ayuda para reflejar sensaciones íntimas?

Quizás relacionarlo con elementos o sucesos naturales es una forma de hacerlo más puro y escapar de frases hechas o sobreexplotadas por una sociedad cada vez más deshumanizada.

En «Semillas» cantas: “si me entierras ya sabes que soy semilla y crezco”, parece ser un grito a resistir y a no rendirse, además la eliges para cerrar el disco, ¿casualidad?

No había caído en esto (risas). Creo que es casualidad pero va perfecto, me lo apunto y lo defiendo así, pase lo que pase, salte al vacío o donde sea, crecerá otra vez la semilla.

Una curiosidad para acabar, creo que a raíz de una beca que conseguiste en el pasado diste algunas clases con músicos de prestigio dentro del rock como Ariel Rot o Diego García. No sé hasta qué punto el hecho de hacer canciones se puede estudiar y/o aprender, ¿cómo ha sido tu experiencia a ese respecto?

Bueno, lo más bonito de esta beca fue la diversidad de estilos y de formas de ver y hacer música de profesores y compañeros. Trabajábamos armonía, flamenco, iberoamericana…El nivel de la beca era altísimo, yo iba atropellada siempre, pero con suerte conseguí aprender muchas cosas, fuera del marco teórico o técnico puro. Me quedé con la importancia de escucharlo todo, cuanto más dejes que llueva sobre el terreno más rica será la cosecha.

No me atrevo a decir que por estudiar ya se sepa hacer canciones, pero defiendo que sea necesaria una base sólida o al menos que flote, que es mi caso (risas). Para el resto hay que querer contar algo de corazón y dejarse llevar…

 

Texto: Kepa Arbizu

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